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Ilustración de un enjambre de satélites en la órbita terrestre

Ilustración de un enjambre de satélites en la órbita terrestreFlickr/ESA

Qué es la basura espacial como la que acabó precipitándose en aguas españolas el viernes

Actualmente hay unos 35.000 desechos catalogados en órbita, pero el total podría ser muy superior

La caída en aguas españolas próximas a Baleares de un «bólido artificial» (probablemente los desechos de un satélite Starlink, según las averiguaciones difundidas por las Fuerzas Aéreas Alemanas), ocurrida en la noche del viernes, no es un hecho aislado. Muy por el contrario, el problema de la basura espacial (es decir, restos de naves espaciales, cohetes o satélites que pululan por la órbita terrestre y, en última instancia, terminan reentrando en la atmósfera, donde se desintegran en su mayor parte) constituye uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la industria del espacio.

Con una extensión cada vez más invadida por objetos humanos, la órbita baja terrestre llega a los 2.000 kilómetros de altura desde la superficie terrestre y en ella se acumulan, igualmente, millones de restos de tamaño variable entre los que incluyen piezas de naves, pequeñas motas de pintura de estos vehículos, partes de cohetes, satélites que ya no funcionan o, en general, restos de objetos que, tras explotar, vuelan por el espacio a gran velocidad.

Solo según los últimos datos de la Agencia Espacial Europea (ESA) recogidos por Efe, alrededor de la Tierra hay unos 35.150 desechos catalogados, con 11.500 toneladas totales de peso, procedentes de 640 rupturas, explosiones, colisiones o sucesos anómalos que provocaron su fragmentación. No obstante, precisa la misma agencia, «no toda la basura espacial está rastreada y catalogada», y sus estimaciones elevan el total a más de 131 millones de desechos espaciales sin utilidad de entre 1 milímetro y 10 centímetros orbitando a una media de 36.000 kilómetros por hora alrededor de la Tierra (unas diez veces más rápido de lo que puede llegar a ser una bala).

Con esa velocidad, los expertos advierten de que cualquier resto mayor de un centímetro implica un alto riesgo en caso de colisión con cualquiera de los 6.000 satélites operativos que hay en órbita. De hecho, en base a las operaciones previstas, el volumen de basura espacial podría multiplicarse por 50 de aquí a 2100 de no afrontarse o poner coto a este problema.

Y es que actualmente el fenómeno de la basura espacial no cuenta con una regulación expresa, más allá de un tratado internacional de las Naciones Unidas de no obligado cumplimiento. «Es un ejemplo de lo que se denomina fallo de mercado, porque, al no existir derechos de propiedad nadie lo gestiona», indica en declaraciones a Efe el catedrático de la Universidad de Málaga José Luis Torres, coordinador de un proyecto sobre economía del espacio.

El papel de la atmósfera

La atmósfera es un aliado útil para eliminar la basura espacial, ya que por debajo de los 480 kilómetros sobre la superficie, la mayoría de los objetos se desintegran de forma natural en la espesa capa inferior y se queman en menos de 10 años. Por encima, sin embargo, la atmósfera es más fina, por lo que los desechos se pierden en el espacio.

Los investigadores expertos coinciden en que el problema en sí «no es responsabilidad de un solo país, sino de todos los países que navegan en el espacio», y en que su gestión es tanto un reto internacional a resolver como una oportunidad de preservar el entorno espacial para futuras misiones de exploración.

En ciertos casos, las titulares de satélites u otros objetos espaciales que prevén una reentrada atmosférica informan de la maniobra si creen que alguna de sus piezas puede caer sobre la Tierra. Por el momento, no consta si SpaceX, propietaria del Starlink en cuestión, informó de la posible caída de uno de sus artefactos a las autoridades pertinentes.

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