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María Lo y Verónica cumplieron el pronóstico y se enfrentaron en el duelo final de 'MasterChef 10'La 1

La semana de la tele

Demasiada cocina en ‘Masterchef’

El programa culinario terminó en una gala sin emoción en la misma semana en que Supervivientes dio la sorpresa

A MasterChef le pasa como al CIS de Tezanos: que le sobra cocina. Ha acabado la décima edición, en la que todo resultó como demasiado hecho, como muy picadito, como ajustado a un guión escrito con líneas demasiado rectas. Ha sido, en definitiva, una ración televisiva de lo más predecible, recalentada con el molde de las anteriores y, por tanto, carente de toda emoción. Tras diez ediciones de anónimos, nueve de niños, seis de celebrities y dos de abuelos, el formato da síntomas de agotamiento, es un déjà vu permanente. Es por ello que la audiencia se resiente.

Antes de empezar MasterChef 10 sabíamos que asistiríamos a una historia de ligoteo, que saldría Martín Berasategui gritando «garrote», que entre los participantes habría al menos un representante de la minoría LGTBI y algún aspirante con una conmovedora historia de superación personal detrás, que un par de concursantes se tirarían de los pelos (verbalmente), que avanzado el programa Pepe y Jordi se indignarían muy fuerte con los favoritos por «creídos», que habría la prueba de casquería y la de duelos, y sobre todo, que ganaría una mujer. Sabíamos demasiado, más incluso de lo relatado en la frase anterior, pero tampoco es cuestión de aburrirles e incurrir, por tanto, en el mismo defecto que el formato MasterChef.

Recordemos ahora lo que ocurrió. Que el casting nos deparó no uno sino –que se sepa– tres representantes LGTBI, entre los que destacaba una ex pareja de lesbianas. Por cierto, en la final, una de ellas, Teresa, manifestó que prefería que ganase su ex, María Lo, pero mandó un recado a la otra aspirante, Verónica: «Oye, si nos liamos, igual quiero que ganes tú». Todos rieron de forma exagerada, pero si llega a ser un hombre el que le dice eso mismo a una mujer el gobierno progresista de RTVE no habría tardado ni medio día en anunciar la suspensión a perpetuidad de MasterChef.

Que ese mismo casting incluía dos aspirantes con un pasado turbio. David, exdrogadicto y exactor porno, y Adrián, expresidiario. A cualquiera que se pasase por las cocinas –especial turra le dieron a varios de los chefs invitados en la prueba de exteriores– le hablaban de aquellos días «difíciles» y de lo mucho que valoraban lo que estaban viviendo porque venían «de abajo».

En cuanto a Cupido, habría sido una fantasía que la ex pareja se reconciliase entre salsas teriyaki y deconstrucciones, pero como el amor llega cuando «uno no se da ni cuenta» surgió entre la pediatra valenciana Eva y Jokin, el vasco que fue a MasterChef a aprender cocinar y, de paso, castellano.

En cuanto a las peleas, hubo una gala en la que volaron los cuchillos, pero la sangre no llegó al río. No faltaron las tradicionales broncas de los chefs, en ocasiones muy previsibles, como las que recibieron Verónica y María Lo por un presunto relajamiento que en realidad no había parecido tal. Pero sabido es que el tirón de orejas a los «caballitos ganadores» es otro de los clásicos del programa.

Y sí, apareció Berasategui gritando «garrote» por enésima vez, pero hemos de decir que este grito de ánimo sigue estando vigente, y la prueba es lo emocionado que se le vio a Adrián cuando el vasco le mandó un mensaje.

El final estuvo en consonancia con el resto en cuanto a emoción. Desde el principio se supo que ganaría una mujer y desde la gala dos que el triunfo estaría entre Verónica y María Lo, y el gran duelo final enfrentó a una con la otra.

En cuanto a lo positivo, esta décima edición no generó polémica alguna. Reciente estaba la última edición celebrity, cuando los aspirantes destrozaron marisco en una prueba de exteriores y los jueces mal imitaron el acento gallego. Y, siguiendo con lo bueno, al fin se cumplió la promesa de reducir la duración del programa: ha acabado más cerca de la una de la madrugada que de las dos.

MasterChef ha terminado en la misma semana en que Supervivientes encara su recta final. El pasado jueves la audiencia fulminó a Anabel Pantoja, suponemos que para gran disgusto de la productora. Es lo que tiene hacer un programa en directo y con decisiones sometidas al criterio del público. Que, al contrario que en los fogones de La 1, puede ocurrir lo inesperado.