Crítica de cine
'Blanquita': ¿puede una mentira estar al servicio de la verdad?
La película chilena dirigida por Fernando Guzzoni plantea dilemas morales de envergadura
Una película chilena que trata de abusos a menores a priori abre las carnes. Recordemos que en 2018 los obispos chilenos en pleno ofrecieron su renuncia al Papa al saberse que muchos habían silenciado u ocultado casos de sacerdotes pederastas. Pero sorprendentemente la película de Guzzoni no va en la línea de un ataque demoledor a la Iglesia, más bien al contrario. Se basa en un caso real ocurrido hace 15 años, el proceso judicial contra el empresario pederasta Claudio Spiniak y una red de abuso de menores que involucró a tres senadores de la derecha.
Blanquita (Laura López) es una menor que vive con su hija en una casa de acogida de chicos, haciendo trabajos para la misma. Está bajo la tutela del Padre Manuel (Alejandro Goic), el sacerdote que dirige el centro. Un chico de esa casa, Carlos, ha sido víctima sistemática de abusos por parte del conocido senador Enrique Vázquez. Pero debido a sus taras intelectuales producidas por la droga, es desestimado como denunciante y testigo. Así que Blanquita, apoyada por el padre Manuel, decide hacer suyo el testimonio de Carlos para poder acusar y procesar al senador.
La película no es maniquea, de blancos y negros, sino de grises. Blanquita es una heroína que no duda en usar la mentira para dar voz a los sin voz, justificando los medios por el fin. El padre Manuel tampoco es honesto del todo, pues en su lucha contra los abusadores no duda en secundar la mentira de Blanquita. Por su parte, el obispo de Manuel desea que el asunto se entierre debido a las buenas relaciones de Vázquez con la Iglesia.
El director ha querido relacionar la película políticamente con el momento de cambio social e institucional que vive Chile, en el sentido de que el filme urge a un replanteamiento general del sistema: la Justicia, el poder político, las relaciones de la Iglesia con el establishment, la protección de menores, las diferencias sociales… Pero Guzzoni también quiere llamar la atención sobre esos niños abandonados en centros de menores, sin futuro, sin vínculos, y que a pesar de haber sido abusados, no le importan a nadie en el ámbito de la política porque no generan votos.
Estamos, pues, ante una película compleja, que plantea dilemas morales de envergadura, y que no propone salidas fáciles. El espectador se siente perplejo dado que, por un lado entiende y simpatiza con los protagonistas Manuel y Blanquita, pero por otro sabe que hay algo viciado en las decisiones que toman. Película estupenda para cinefórum.
El director Guzzoni estudió Periodismo, y empezó en el cine haciendo un documental. En 2017 estrenó Jesús, sobre las relaciones paternofiliales en el mundo actual. Blanquita es su cuarto largometraje, coproducción entre Chile, México, Francia, Luxemburgo y Polonia. Ganó el Premio Horizontes al mejor guion en el Festival de Venecia de 2022 y el Colón de Oro a la mejor película en el Festival Iberoamericano de Huelva.