Crítica de cine
'Maestro(s)': una historia de paternidades que te alegra la vida
El francés Bruno Chiche explora la relación entre un padre y un hijo que son directores de orquesta en un filme sencillo que funciona muy bien
El veterano director de comedias francés Bruno Chiche nos ofrece en Maestro(s) un remake muy libre de Pie de página, largometraje dirigido en 2011 por el neoyorquino Joseph Cedar. Si en la película de Cedar toda la historia transcurría en el mundo judío de los profesores de Talmud, aquí nos trasladamos al ámbito de las grandes orquestas de música clásica.
François y Dennis son padre e hijo. Ambos son dos reconocidos directores de orquesta. François (Pierre Arditi) está al final de su carrera y Dennis (Yvan Attal) está saboreando la madurez del éxito. Pero entre ellos la relación es fría y tensa. François lleva cincuenta años viviendo con la madre de Dennis, Hélène (Miou-Miou), una mujer paciente y sensata con la que no está casado. Dennis está separado de Jeanne (Pascale Arbillot), la madre de su hijo Mathieu (Nils Othenin-Girard), que es ahora su agente y con la que se lleva muy bien. Pero su actual pareja es Virgine (Caroline Anglade), una fogosa violinista de su orquesta. Dennis acaba de recibir en París el Premio Victoria de la música clásica en un solemne acto al que su padre ni ha asistido. Un día François recibe una llamada del director de La Scala de Milán que le puede cambiar la vida. Lo que no sabe es hasta qué punto. La suya y la de su hijo.
La película pone el foco en la paternidad. ¿Qué significa ser un buen padre? Pero también, ¿qué significa ser un buen hijo? ¿Es la relación biológica el factor decisivo de los vínculos paterno-filiales? François Dumar es un padre frío que utiliza su marcado ego artístico para protegerse de sus sentimientos; Dennis Dumar es un hijo que se siente juzgado por su padre, del que se vive un poco huérfano. Pero Dennis también es padre, y en cierto modo, repite con su hijo la distancia exigente que su padre mantuvo con él. Sin embargo estas son las situaciones de partida.
A lo largo de la trama, los dos Dumar van a experimentar un humanizador arco de transformación. Pero para ello tendrán que abrirse, mostrar su vulnerabilidad e incluso sacar a la luz secretos del pasado. La película te va llevando como espectador a un callejón sin salida, del que te sacará un giro de guion tan resultón dramáticamente como en hondura antropológica.
Una historia positiva y entrañable
La película es sencilla, comercial, pero funciona muy bien. El guion no se complica pero es inteligente; la puesta en escena es muy eficaz, conjugando acertadamente los momentos más emotivos con las escenas más de comedia; las interpretaciones son intachables; una fotografía intimista de Denis Rouden muy envolvente, y unas secuencias musicales –bien porque la orquesta está tocando, o porque algún personaje oye música en su casa– que son maravillosas. Hay que decir que la película está producida por Philippe Rousselet, quien produjo La familia Belier (2014) y su remake americano Coda (2021) que ganó el Oscar, películas también de tema musical y familiar. Un buen rato garantizado.