'El musical de tu vida'
Pepe el de 'MasterChef' proclama su fe: «Soy creyente, es la fuerza de mi vida»
«Hay que contarlo en esta época en la que todo el mundo se esconde», asegura en el prime time de Telecinco
A Pepe Rodríguez, uno de los famosos jurados de MasterChef, se le saltaron las lágrimas con un número musical que le montaron los de Telecinco en el que se recordaba su labor como voluntario en una onegé, Amidemar (Amigos de los Marginados). Durante cinco años trabajó mano a mano con su amigo José Soriano. El objetivo: ayudar a los toxicómanos a salir de las drogas y empezar una nueva vida. «No hay nada más importante en la vida que poder ayudar al otro», proclamó, y el plató de El musical de tu vida (Telecinco) estalló en una ovación.
Mientras el número musical dedicado a Amidemar se desarrollaba, él miraba al cielo. El presentador, Carlos Sobera, le preguntó el motivo. Y le dio pie a hablar de su religiosidad con una pregunta: «¿Tú eres creyente?». «Sí, yo soy creyente, practicante, lo digo sin rubor», contestó, con una sinceridad y una contundencia que ya no se estila en televisión. «La fuerza de mi vida»: así se refirió a su fe. Y a continuación hizo un alegato: «Además, hay que contarlo en esta época en la que todo el mundo se esconde… Él uno hace yoga, el otro se abraza a un árbol, el otro hace tal… Cada uno busca dónde reencontrarse, o encontrarse, o buscar algo que andas buscando y a veces no lo encuentras y lo tienes al lado de tu casa en forma de iglesia. Y pasamos por delante muchas veces y no te das ni cuenta. Lo vulgarizamos. Y ni siquiera pensamos que eso puede ser un reducto donde uno puede encontrar algo que no había visto nunca o había sentido. Pero, bueno, no voy a dar ninguna homilía», cerró su intervención en lo relativo a este asunto.
Hubo más revelaciones personales. Contó que conoció a su mujer en un bar que regentaba en su pueblo, Illescas, pero que la relación se inició una preciosa noche en el Corpus de Toledo. Reveló que él realmente no tenía vocación de cocinero. Era camarero en el local familiar, pero era malo al otro lado de la barra, por culpa de la timidez: «¿Quién me lo iba a decir ahora? Con lo que me encanta el público, el hablar. Cómo pueden cambiar las personas. Por eso a la gente hay que darle su tiempo. Las peras no maduran todas el mismo día. La elección de meterme en la cocina fue por casualidad y por obligación, porque un cocinero nos dejó colgados un día». En principio se turnaron él y su hermano, que eran camareros. Pero al final decidió frenar la alternancia y quedarse él en los fogones. Pensó lo siguiente: «Es un espacio en el que no tengo que ver a nadie». Es decir, es cocinero por timidez.