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Las cosas sencillas se puede ver en Disney Plus+

Las cosas sencillas se estrena en los cines este miércoles 27 de marzoA Contracorriente Films

Crítica de cine

'Las cosas sencillas': cuando los extremos se tocan en una curiosa historia de amistad

El filme indaga en la naturaleza de la felicidad, de la amistad y del amor, y reivindica la valentía necesaria para dar ciertos pasos en la vida

El cineasta francés Éric Besnard nos tiene acostumbrados a comedias en general gratas y simpáticas. Hace dos años estrenó Delicioso, una historia estupenda de corte gastronómico ambientada en la corte versallesca. En esa película muchos descubrieron al actor Grégory Gadebois, protagonista del filme, por su magnética interpretación taciturna y bondadosa. Desde entonces ha trabajado en más de diez películas, convirtiéndose en un actor cada vez más popular. Éric Besnard ha vuelto a contar con él para Las cosas sencillas, poniéndole junto a otro de los grandes del cine francés, Lambert Wilson, al que muchos lectores recordarán por su papel de prior en De dioses y hombres (2010).

La película, escrita por el mismo director, nos cuenta la historia de Vincent (Lambert Wilson), uno de los empresarios más importantes de París y el referente más poderoso de la industria tecnológica de Francia. Es millonario y ha sido portada del Times, que le presentó como «el empresario más sexy» del mundo. Este playboy del mundo financiero va un buen día en su coche de diseño por una carretera de alta montaña en los Alpes franceses cuando sufre una avería y se queda tirado en la cuneta, en medio de un paraje por el que no circula nadie.

Tras una larga espera, pasa de largo un motorista que recapacita y vuelve a auxiliarle. Es un leñador llamado Pierre (Gregory Gadebois), que vive solo en una cabaña en lo alto del monte. Se lleva a Vincent a su casa mientras solucionan lo del coche. Enseguida comprendemos que entre ellos no puede haber buenas vibraciones, Pierre es rudo, habla poco y con monosílabos, no le interesa la modernidad ni la tecnología, no tiene teléfono y le gusta disfrutar del silencio de la naturaleza. Justo lo contrario de Vincent, un famoso urbanita que vive del éxito, de la imagen, y amante de lujos y de los flashes de las cámaras.

Pero curiosamente, cuando el espectador ha llegado a la conclusión de que la película trata de este choque de mundos, el rural tradicional y el urbano ultracapitalista, un giro de guion nos lleva a un escenario completamente distinto que despierta preguntas y reflexiones mucho más complejas. En realidad, el filme indaga en la naturaleza de la felicidad, de la amistad y del amor; reivindica la valentía necesaria para dar ciertos pasos en la vida, para reinventarse si hace falta y para poner patas arriba nuestra jerarquía de prioridades.

La columna vertebral de la película, más allá de un buen guion, es el duelo interpretativo de esos grandes actores tan distintos, que interpretan papeles tan opuestos. Y lo hacen con un magnífico telón de fondo alpino, aderezado por una espléndida gastronomía, buena banda sonora y con unos escasos pero muy oportunos secundarios. En fin, una cinta llena de humor y amor –también hay una trama romántica–, con aires caprianos –no falta una crítica a nuestra forma de vida deshumanizada– y sobre todo grata de ver, animante y como se dice actualmente, inspiradora.

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