El Hormiguero
Felipe González carga contra Zapatero: «No sé de qué va a salvar al PSOE. Su herencia fue terrorífica»
El expresidente del Gobierno se presenta en El Hormiguero con un ejemplar de la Constitución: «No hay proyecto de país»
El expresidente del Gobierno Felipe González acudió este jueves por la noche a divertirse a El Hormiguero en una inteligente entrevista tejida por Pablo Motos en la que González no se ha mordido la lengua en ningún asunto. Se veía que así iba a ser desde su entrada en el plató. Porque Felipe González se ha presentado en el programa de Antena 3 con una cartera de la que, acto seguido, extrajo un libro. Uno muy especial: la Constitución Española. La noche prometía.
«Vengo lleno de papeles», avisaba de inicio Felipe González. Es fácil imaginarse ya en ese momento a Sánchez revolviéndose, incómodo, delante del televisor. Con ración doble de urticaria: la que le produce a diario El Hormiguero y la que presagiaban esas palabras de Felipe González. Y eso que advertía, de entrada, que no buscaba polémica. «No, polémica, ninguna. Me he quitado además la navaja de la boca. Esas peleas me preocupan mucho, me parece que no es política. Vivimos en un país curioso porque no es previsible, no sabemos lo que va a pasar mañana ni al otro. Los analistas políticos hacen cálculos de qué va a pasar en las elecciones europeas, si quedan 20 días...», ha comentado González, que se ha mostrado especialmente crítico con el Gobierno de Sánchez, con Zapatero y con Puigdemont.
«Quiero agradecerte mucho la visita», ha señalado de inicio Pablo Motos. «Gobernaste este país con tres mayorías absolutas y una simple. ¿Faltan líderes?», ha preguntado el presentador. «Sí, completamente. Tenemos mucha mejor sociedad hoy que política. Yo gobernaba para todo el país. Tenía un proyecto de país. Ahora no hay proyecto de país, por eso me siento huérfano», ha replicado González, repitiendo el término hasta en tres ocasiones consecutivas.
«Con estos socios (de Gobierno) veo que hablan de una coalición progresista y Puigdemont no me parece progresista. Es insolidario con el resto de españoles. ¿Dónde está el progreso en eso?», se ha preguntado.
Felipe González, con la Constitución Española en la mano, ha continuado su discurso. «Esto que pactamos en el 78, donde más se votó fue en Cataluña. Después de que llegara el verdadero exiliado, el viejo Tarradellas. A lo mejor se enteran esta noche Puigdemont y Aragonés. Tendrían que tener más respeto a los catalanes que tienen más edad», exponía el expresidente, que señalaba a la Constitución (lo haría después más veces): «No es un arma de agresión, sino de pacto para que todos podamos vivir en libertad. Señalar con el dedo a un periodista... ¿Pero adónde vamos a llegar?», se preguntaba Felipe González, que ha expresado un deseo: «Espero que no se negocie nada sin que pase por el conocimiento de Salvador Illa».
A continuación, el gran dardo de Felipe González a Zapatero. «A lo mejor de lo que digo ahora se entera hasta Zapatero, que le cuesta trabajo, ¿eh? (el público de El Hormiguero estalla ahí en risas y aplausos). La peor época del PSC fue la herencia de Zapatero, que ahora está ahí salvando al PSC y a todos los demás. No sé de qué nos va a salvar porque fue una herencia terrorífica», ha asegurado tajante Felipe González. «Los dirigentes del partido no me quieren a mí. Este partido en parte lo reconstruí yo», recordaba a continuación.
Pablo Motos enseñaba el trapo con sutileza, con preguntas sencillas, formadas con pocas palabras. Y Felipe entraba directo a cada uno de esos trapos. Una y otra vez. Por ejemplo, para hablar de la amenaza de dimisión de Pedro Sánchez y sus cinco días de supuesta reflexión.
«Fue raro lo de la visita al Rey. Es difícil ponerse en el papel del Jefe del Estado, pero lo que debió de pensar es que (Sánchez) iba a despedirse. 'Vengo a decirle que me quedo'. ¿Y? Lo digo sin perder el humor. Yo no lo entiendo y no lo entendió nadie. Aquí ha abierto un interrogante precioso: ¿Y si se hubiera ido? Hubo gente que se lo creyó y que salió a la calle. Esto no es una herencia, puede haber un debate interno», ha reflexionado Felipe González.
«¿En qué momento he llamado a un director de periódico o a un periodista? Hago una excepción: llamé al director de El País (Cebrián) porque me lo pidió Calvo Sotelo. No habrá un solo periodista que diga que le he llamado para que diga esto o lo otro».
Sobre Milei: «Tenemos decenas de miles de españoles en Argentina y tenemos aquí centenares de miles de argentinos en España. Yo no lo hubiera hecho (retirar a la embajadora española en Argentina). ¿Que la actitud de Milei ha sido maleducada? Yo habría hecho como el Papa Francisco, y no soy creyente: hacer como que no se refería a él».
A continuación, otro zasca de Felipe González al Gobierno de Sánchez: «¿Por qué no hemos roto con Rusia, que ha invadido a Ucrania?».
«Felipe, tienes 82 años. Tú le encuentras alguna ventaja al hecho de cumplir años?», preguntaba después Pablo Motos. «Haber sobrevivido, ¿no? Lo he pensado muchas veces (...). Le digo a los políticos que tienen que conocer el paisaje y el paisanaje. Si no, no podrán gobernar un país. Claro que veo deterioro físico. Si no entramos en detalles, estoy bien», ha bromeado González, como dice un personaje, ya mayor, de la película Argentina, 1985, de Ricardo Darín. Instantes después, Felipe González se refería precisamente a la dictadura militar argentina.
Pablo Motos anunciaba que el tiempo se había terminado. Felipe pedía la palabra. «Solo quiero decir una cosa: tienen que arreglar el Consejo del Poder Judicial. Mañana ya es tarde. Los ciudadanos están sufriendo retrasos inaceptables. He visto una condena de siete años de cárcel a una persona que se murió hace tres años. Tienen que arreglarlo ya», ha instado Felipe González, que en este asunto ha responsabilizado más al PP.
Quizá solo en ese fugaz momento, si es que aún seguía delante de la pantalla, haya encontrado Sánchez un mínimo alivio a su noche de picores. Por desgracia para él, además de escaso, el alivio ya era tardío. El Hormiguero ha terminado ahí y el presidente del Gobierno, el de ahora retratado por el de antes, no tenía nada más a su favor que rascar. Y sí mucho que rascarse.