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Alfred Hitchcock, en una imagen promocional de su película Los pájaros

Alfred Hitchcock, en una imagen promocional de su película Los pájarosGTRES

Historias de película

El gran misterio sin resolver en la vida de Alfred Hitchcock

La Academia de Hollywood únicamente premió de forma honorífica a uno de los mejores directores de la historia

Alfred Hitchcock, de cuyo nacimiento acaban de cumplirse 125 años, recibió su primera nominación al Oscar a la mejor dirección por Rebeca (1940), su primer largometraje en Estados Unidos. Que lo suyo no fuese llegar y besar el santo en los Oscar se debió a la extraordinaria competencia que se encontró en la edición de 1941: George Cukor por Historias de Filadelfia, William Wyler por La carta, Sam Wood por Espejismo de amor y, por si fuera poco, John Ford por Las uvas de la ira, ganador a la postre.

Cuatro años después, en la edición de los Oscar de 1945, Hitchcock recibía por Náufragos su segunda candidatura al Oscar a la mejor dirección. Tampoco en aquella ocasión le acompañó la suerte con los compañeros de nominación ni con las películas que dirigieron en 1944. Ahí estaban Billy Wilder por Perdición, Otto Preminger por Laura y Henry King por Wilson, pero también Leo McCarey, que ganó el premio por Siguiendo mi camino, por la que también se llevó el galardón al mejor guion original y que se alzó asimismo con el Oscar a la mejor película.

No tendría que esperar mucho Alfred Hitchcock para optar por tercera vez al Oscar a la mejor dirección. Ahí estaba de nuevo al año siguiente, en la edición de 1946, por Recuerda. El resultado, el mismo para el mago del suspense, que veía cómo la estatuilla era para Billy Wilder por Días sin huella en una noche en la que también estaban nominados Jean Renoir por El sureño; Leo McCarey por Las campanas de Santa María; y Clarence Brown por Fuego de juventud.

Sí que tuvo esperar Hitchcock, en cambio, para recibir una nueva nominación, la cuarta. Tanto como nueve años, hasta 1955 con La ventana indiscreta. No era ese tampoco el mejor año para optar al premio a la vista de los otros candidatos al Oscar a la mejor dirección: de nuevo Billy Wilder, por Sabrina; William A. Wellman, por Escrito en el cielo; George Seaton por La angustia de vivir; y Elia Kazan, el ganador por La ley del silencio.

El hueco que la Academia de Hollywood no encontró para Hitchcock por Vértigo ni Con la muerte en los talones entre las nominaciones a la mejor película y la mejor dirección, sí se lo otorgó con Psicosis, con la que obtuvo su quinta candidatura como director. Sería también la última porque Hitchcock no volvería a ser nominado. Para él sí hubo quinta mala porque el mago del suspense vio una vez más cómo el Oscar iba a parar a las manos de Billy Wilder, en aquella ocasión por El apartamento.

Que Alfred Hitchcock no ganase nunca la estatuilla a la mejor dirección es uno de los grandes misterios de los Oscar, que acumula otros similares a lo largo de su historia. La altura de la competencia que se encontró Hitchcock, como hemos visto, existió, pero no es razón suficiente para justificar el agravio. De entrada, con una filmografía privilegiada como la suya, cinco nominaciones al mejor director se antojan escasas.

En su contra también jugaba el género de sus películas: en los Oscar, el suspense casi siempre ha llevado las de perder frente al drama. Por eso adquiere aún más mérito que Rebeca ganase el Oscar a la mejor película –la única de sus obras que lo consiguió– en 1941 . Y, por terminar de intentar explicar lo inexplicable, la Academia de Hollywood tornó en defecto una de las grandes virtudes de Hitchcock: su extraordinaria capacidad para conectar con el público y su visión comercial cuando él era mucho más que eso como director.

En 1968, la Academia de Hollywood, como tantas otras veces, intentó reparar –más bien, mitigar– la afrenta con la entrega del premio Irving G. Thalberg a Alfred Hitchcock, que recogió el Oscar honorífico, se acercó al micrófono y soltó un lacónico: «Gracias». Se apartó como para irse y, mientras sonaba la música que corta los discursos, volvió a aproximarse al micrófono para añadir: «Muchas gracias de verdad (Thank you very much indeed)». Pocas veces alguien expresó tanto con tan escaso número de palabras. Genio y figura (silueteada) del cine.

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