Cine
La primera cuchillada de 'Psicosis' se la llevó Alfred Hitchcock
La ducha de Janet Leigh es la 'madre' de todas las escenas. Y esto es lo que había detrás de las cortinas...
Tras el estreno de Psicosis, allá por 1960, un padre escribió una carta a Alfred Hitchcock. El hombre estaba indignado. Su hija había visto en Las diabólicas, el filme de Henri-Georges Clouzot, cómo Véra Clouzot y Simone Signoret se aliaban para asesinar a su esposo y amante, respectivamente, sumergiéndolo en el agua de una bañera. Desde ese momento, la chica se negó a utilizar la bañera de su casa. Al menos le quedaba la ducha. Pero la hija vio Psicosis y ya no quiso saber nada ni de la bañera ni de la ducha.
La carta llegó a Alfred Hitchcock, que respondió al padre y le brindó la solución. A su manera, claro. «Llévela a la tintoreríaۛ», escribió con sorna el director. Aún tuvo suerte el padre indignado de pillar a Hitchcock de buenas.
A Hitchcock le había costado mucho sacar adelante Psicosis y, con ella, cambiar la historia del cine. Del cine como arte, con la filmación perfecta de ‘la madre’ de todas las escenas. Y como industria, con sus técnicas para llevar al público al cine, protegerlo de las filtraciones (no hubo pases de prensa anteriores al estreno, el equipo técnico tuvo que firmar un contrato de confidencialidad y se prohibió la entrada a las salas una vez iniciada la proyección de la película) y desgarrar los patrones de los que Hollywood no quería apartarse.
Por mucho que se tratase de Alfred Hitchcock y por mucho que viniera de filmar dos obras maestras como Vértigo y Con la muerte en los talones, presentar a una productora un proyecto donde su protagonista, Janet Leigh, moría a cuchilladas a los 45 minutos de película, era poco menos que una provocación.
Para cuchillada, la de Paramount al director. Le hizo renunciar a los 250.000 dólares que iba a percibir a cambio de concederle el 60 % de la taquilla. La sangría, en cambio, fue para la propia Paramount: Psicosis fue la segunda película con más recaudación del año –solo la superó Espartaco– y la compañía se vio obligada a pagar 15 millones de dólares a Hitchcock en lugar de los 250.000 dólares iniciales.
La película estaba basada en la novela del mismo título de Robert Bloch que, a su vez, estaba inspirada en los crímenes reales del asesino en serie Ed Gein. Una persona se refugió en un supuesto anonimato para adquirir los derechos del libro y adaptarlo al cine. Solo pagó 9.000 dólares. Después se lanzó a comprar todos los ejemplares que pudo para salvaguardar el gran secreto que cerraba la historia de Norman Bates y su madre. El comprador no tan anónimo, en efecto, se llamaba Alfred y se apellidaba Hitchcock.
Hitchcock no quería música en la ducha
Hubo otro dinero que Hitchcock pagó con gusto. El que le produjo doblar el salario del compositor Bernard Hermann hasta los 34.500 dólares por haberse atrevido a llevarle la contraria. La idea de Hitchcock era dejar la escena de la ducha sin música. En silencio. Tan desnuda como Janet Leigh.
Bernard Hermann no lo tenía precisamente fácil para convencer a Hitchcock, menos aún cuando había apostado por rodar la película en blanco y negro solo por esa escena. Solo para que la sangre en forma de sirope de chocolate que debía brotar del cuerpo de Janet Leigh, caer por la ducha y colarse por el sumidero no resultase tan estridente. Hitchcock escuchó la música que Hermann le acababa de presentar. Cambió de opinión al momento.
El director reconocería después que el 33 % del impacto que causó Psicosis procedía de la música de Bernard Hermann. Sin ella, los 78 planos, 52 cortes (de montaje, no de cuchillo) y 45 segundos de la ducha más inquietante de la historia del cine no hubiesen calado, como lo hacen todavía hoy, tan hasta los huesos.