El guion de Broncano en ´La Revuelta´ tiene una obsesión: atacar a Pablo Motos
Lo que importa son las audiencias, aunque el programa sea repetitivo. Son 14 millones de euros al año y una enorme satisfacción para los enemigos de Pablo Motos
Tercer día de Broncano en TVE. La Revuelta en el access prime time es música, el bombo a todo trapo y Broncano grita: «¡Funcionario de TVE!». Y el esquema del guion, tan simple como el mecanismo de un chupete, se repite. Anuncia el éxito de audiencia. «Lo más visto ayer. Minuto de oro. Solo perdemos en bebés y señoras mayores de 65 años». Música de Baby Shark. Brezos desde su butaca apostilla: «Con mucha audiencia podemos hacer la misma mierda siempre».
No importa qué contenido tiene el programa. Sólo se habla y escribe de audiencias. Si vence a Pablo Motos y El Hormiguero por ¡una décima!, si La Revuelta llegó a los 2.127.000 espectadores (por cierto 25.000 menos que el día anterior) si ha doblegado a Motos, si es más entretenido con menos contenido, más superficial y eso es lo que quiere el público.
Repite La Resistencia, lo calca, y ya sólo queda la pelea diaria con El Hormiguero. Casi nadie habla del arrastre que deja Broncano en La 1, que no funciona. El lunes, Masterchef ,en su estreno, fue la edición menos vista de las nueve temporadas; el martes la película Alibi pierde más de un millón y medio de espectadores. Con los eufóricos datos de audiencia, todo se puede camuflar. David Broncano compite con Motos, pero ya hay damnificados: A Carlos Latre le han cerrado el chiringuito de Babylon; a El Intermedio de Wyoming le han birlado más de 300 mil espectadores, se queda en 650 mil. Carlos Sobera resiste con First Dates y Cifras y Letras, también.
Con este panorama el guión de La Revuelta en La 1 no se cantea un centímetro. Aparece sentado en el bidet del plató un concejal de Patones (Madrid) , una embarazada junto a Brezos y Ponce preguntando incongruencias por la calle Gran Vía, frente a Telefónica, pixelada: «ya no hay preferencias, me da igual Movistar, que Disney que Bildu».
Aparece el colaborador Yunez Chaiz: «¿Puedo felicitar el 11S?». Miradas, silencio. La broma burda y peligrosa la apostilla de inmediato: «La Diada, claro». Sin comentarios. Deplorable el chiste.
Y el guion, como todos los días, va a la entrevista. Juan Luis Arsuaga, antropólogo y Juan José Millás, escritor, que suelta la frase del día: «¡Vais como motos!». Le regalan un bote relleno de golosinas de cerebros y ojos. Quieren hablar de su libro: «La conciencia contada por un sapiens a un neandertal». Farragoso el tema, pero aquí se viene a reír un rato. Arsuaga habla de la conciencia, la consciencia y Millás reacciona rápido: «Hoy me parece que no habrá minuto de oro, ni de bronce…» Como el tema es complicado de digerir aparece un rótulo en pantalla: «No cambiéis de canal, en El Hormiguero también están hablando de Física Quántica, no merece la pena». Es obsesión por El Hormiguero y Motos. Parece la única consigna clara: ¡A por él!. Es lo más guionizado del programa.
Cuando llegan las preguntas de siempre: dinero y sexo ya marca el final de la entrevista. Los invitados cada vez se mojan menos. Arsuaga, dinero: «No me puedo quejar» y Millás, sexo: «Todo en la vida va de sexo, pero el sexo va de poder». El escritor sentencia: «Viendo los números que habéis hecho, no creo que volvamos».
Cierra el guion, con la reaparición del colaborador melillense, Yunez Chaiz que intenta ser gracioso con historias de África. Una pincelada: «A King África, no lo conoce nadie allí en África». Es lo que hay.
Lo que importa son las audiencias, aunque el programa sea repetitivo. Son 14 millones de euros al año y una enorme satisfacción para los enemigos de Pablo Motos, que esperaban este momento, pero El Hormiguero es mucho Hormiguero. Al tiempo.