Crítica de cine
'Los destellos': frente al cáncer terminal, la familia y los cuidados paliativos
La película de Pilar Palomero transmite esperanza y se levanta sobre dos temas distintos pero enormemente relacionados: la familia y el valor de la vida
Una generación de mujeres, con edades de entre 45 y 55 años, desembarcó hace un tiempo en el cine español cambiando profundamente la fisonomía y la imagen de nuestro séptimo arte. Su talante postideológico y postguerracivilista, combinado con su preocupación e interés por la realidad, ha dejado una estela de películas importantes que han renovado con aire fresco nuestro cine. En tres semanas consecutivas estrenan o han estrenado sus últimas películas Paula Ortiz (La virgen roja), Pilar Palomero (Los destellos) y Arantxa Echevarría (La infiltrada). Hoy nos vamos a detener en Los destellos, dado que ganó el premio católico SIGNIS en la pasada edición del Festival de San Sebastián.
El argumento se ambienta en algún lugar de Tarragona, y parte de la historia de Isabel (Patricia López Arnáiz), una mujer de mediana edad, separada de Ramón (Antonio de la Torre), con la que tiene una hija, Madalen (Marina Guerola), la cual vive y estudia en Valencia. Isabel ha rehecho su vida con Nacho (Julián López). Madalen, que ha vivido habitualmente con Isabel, nunca ha dejado de tener relación con su padre. La trama arranca cuando Ramón, enfermo de cáncer, empieza a entrar en una situación terminal. Madalen comienza a visitarle todas las semanas, faltando a clase si es necesario, lo cual disgusta a Isabel. Pero Madalen no solo insiste en atender a su padre, sino que piensa que su madre debería hacer lo mismo. Pero Isabel no está preparada para volver a estrechar su relación con su 'ex'.
Drama familiar sutil donde los haya, pero de mucho calado dramático. El argumento podría perfectamente haberse desarrollado a través de infinidad de diálogos sobre los que cabalgar la evolución de los personajes. Pero Pilar Palomero prefiere trabajar los subtextos, hacer callar a los personajes y mostrarnos acciones y hechos que hablen por sí solos. De esta manera, la elocuencia está en los silencios, y las miradas, en los pequeños gestos. Una película contemplativa, marcada por el ritmo lento de los cambios del corazón.
La película se levanta sobre dos temas distintos pero enormemente relacionados: la familia y el valor de la vida. Ante el evidente sufrimiento de Ramón, en vez de recurrir a una eutanasia que muchos hubieran considerado lógica (Ramón vive solo, su enfermedad es irreversible, apenas puede respirar….), la película propone el calor de la familia y amigos y los cuidados paliativos como forma de afrontarlo. Lo que en principio es una circunstancia indeseable para todos se convierte en una ocasión, especialmente para Isabel, de crecer como persona. Los personajes tienen que aprender a mirar la situación de otra manera, incluso Nacho, que no contaba con que el exmarido de su mujer volviera a entrar en escena a estas alturas de la vida.
La película transmite esperanza y positividad, no solo a través del lenguaje sutil y discreto de la cámara, sino también a través de unas interpretaciones memorables (Patricia López Arnáiz ganó la Concha de Plata en el pasado Festival de San Sebastián). Hay que señalar que el equipo de cuidados paliativos que sale en la película es real, encabezado por el doctor Pablo Iglesias, al que conocimos en el documental Los demás días, de 2017. Sin ser actor, protagoniza una de las mejores interpretaciones de la película.