Cine
El día que 'Jungla de cristal' cambió el cine de acción
Clint Eastwood, Richard Gere y Sylvester Stallone rechazaron el papel de John McClane que le dieron a un casi desconocido Bruce Willis
En 1988, un actor menor –que es lo que eran los actores de televisión por aquel entonces– que se consideraba blando para hacer cine de acción y muy viciado por su serie Luz de luna para hacer películas románticas, era el elegido por la 20th Century Fox para protagonizar Die hard (Difícil de matar).
El guion estaba basado en la novela de Roderick Thorp, Nothing lasts forever, muy en la línea de las novelas y películas de entonces donde el héroe era siempre un tipo duro. La productora ofreció el papel a Clint Eastwood, Richard Gere, Arnold Schwarzenegger, Burt Reynolds, Mel Gibson, Sylvester Stallone o James Cann, entre otros muchos.
Pero a ninguno le interesaba interpretar a un hombre que se tiraba escondido y sucio toda la película. El agente de Bruce Willis llegó con su nombre debajo del brazo y consiguió no sólo que le dieran el papel casi a la desesperada, sino que le pagaran 5 millones de dólares por él, con lo que se convertía en uno de los actores mejor pagados del mundo. Además, entraba en el proyecto el director John McTiernan y sobre el guion de Jebb Start, Stevev DeSousa aligera los diálogos para introducir giros de humor y un tono más ligero, algo que el director y el protagonista también querían.
El filme, además, introducía una serie de elementos novedosos que nadie esperaba encontrar en una película del género: No sólo el héroe no era el típico cachas, sino que la trama era la de un tipo corriente que se encontraba sumido en una situación extraordinaria a la que él tenía que enfrentarse en solitario y desde la sombra.
Cierto es que John McClane es un policía de Nueva York, pero la acción de sitúa en Los Ángeles dentro del edificio de oficinas donde la empresa de su mujer celebra la copa de Navidad y la trama principal gira en torno a sus problemas conyugales. John McClane está ahí para pedir perdón a su mujer cuando unos terroristas se hacen con el control del edificio y toman a un grupo de personas como rehenes entre las que se encuentra, claro está, la mujer de nuestro héroe. Ella no es la típica damisela en apuros, sino una mujer de éxito profesional. El villano no es el típico terrorista ruso o islámico, sino un perfecto caballero inglés. El segundo al mando tampoco era un sádico asesino, sino el atlético y apuesto bailarín ruso Aleksandr Godunov. Y así todo.
Con un presupuesto de 28 millones de dólares y las cuatro últimas plantas del edificio Fox Plaza de los estudios utilizadas como plató, empezaron a rodar con 35 páginas de guion y cerrando escenas casi a diario. Sin un solo efecto digital y con los mejores profesionales del medio al mando del diseño de producción, la dirección de fotografía y la coordinación de especialistas, la película reinventó el género gracias a un héroe que se ríe de los malos, se mancha los pies de barro y bebe demasiado.
Jungla de cristal (un título mucho más eficaz que Difícil de matar) se hizo con cuatro nominaciones al Oscar, cosechó 140 millones de dólares de taquilla, se convirtió en un fenómeno de videoclub y fue un éxito total y sin precedentes en un género antes considerado menor. Después de aquello llegarían algunas de las mejores películas de acción que se han hecho jamás y que se condensaron en una década prodigiosa: En 1990, Arnold Schwarzenegger protagonizaba Desafío total y en 1991, Terminator 2 –que está en la categoría de obra maestra–, como lo está León, el profesional de Luc Besson de 1993.
En el 91 Willis repite en el género de la mano de Tony Scott con El último boy scout, en el 94 Harrison Ford se sumaba a él con su Jack Ryan de Peligro inminente, en el 95 Michael Mann se posicionaba como uno de los directores vehiculares de la acción gracias a Heat, en el 96 Brian de Palma abría la veda de Misión Imposible y en el 97 John Woo hacía lo propio con Cara a cara. Hasta que en 1999 Keanu Reeves, que había protagonizado dos indispensables del género como Le llaman Bodhi en 1991 y Speed en 1994, cerraba la década con una de las películas más serias y trascedentes de su época, Matrix. Gracias a los guiños de humor introducidos por John McClane algunos filmes fueron más allá y conjugaron la acción directamente con la comedia en cintas como Mentiras arriesgadas (1994), Dos policías rebeldes (1995) o El quinto elemento (1997).
Los ecos de Jungla de cristal resonaron en sus dos secuelas, también excelentes, que llegaron en 1990 con La Jungla 2: Alerta roja y 1995 con Jungla de cristal: La venganza, dos de las películas más taquilleras de la década que vieron en 2007 una última entrega con un Bruce Willis algo mayor para el papel, pero de nuevo excelente: La Jungla 4.0.
Pero lo cierto es que Jungla de cristal fue un antes y un después en la historia del cine y que los ecos de los cambios que supuso en el género siguen resonando hasta hoy.