Cine
Muere David Lynch, el director más brillante en medio de la oscuridad de su cine y de 'Twin Peaks'
El realizador, que padecía un enfisema pulmonar, ha fallecido este jueves a los 78 años
El prestigioso realizador David Lynch, director de películas como El hombre elefante, Terciopelo azul y Mulholland Drive, y director de series de televisión como Twin Peaks, ha fallecido este jueves a los 78 años. Se va uno de los más grandes y más personales creadores de la industria. La noticia se ha conocido a través de un comunicado de la familia en la página de Facebook del director. «Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y del artista, David Lynch. Apreciaríamos un poco de privacidad en este momento. Hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él diría: 'mantén tu ojo en la rosquilla y no en el hoyo'... Es un día hermoso con un sol dorado y cielos azules todo el camino».
David Lynch padecía un enfisema pulmonar como consecuencia de su adicción al tabaco, tal y como él mismo reconoció el pasado verano, cuando también explicó cómo el miedo a contraer el coronavirus le impedía salir de casa. Aun así, no renunciaba a seguir dirigiendo, de algún modo, aunque fuera a distancia.
Lynch recibió cuatro nominaciones al Oscar. Tres de ellas en la categoría de mejor dirección, por El hombre elefante, Terciopelo azul y Mulholland Drive; y una al mejor guion adaptado por el primero de estos títulos. No ganó ninguno de los cuatro. En 2020, la Academia de Hollywood reconoció su labor con un Oscar honorífico.
Todo creador, como toda persona, es único, un adjetivo que, en cambio, en el caso de David Lynch, resulta menos redundante que en cualquier otro creador, acaso que en cualquier otra persona. El suyo es –sigue, seguirá siendo– un universo extraño, onírico en medio de una realidad que ha dibujado desde siempre con singular habilidad, talento y técnica para adentrarnos con él en un mundo tan amenazante como incomprensible. A pocos directores le hemos perdonado tanto como a Lynch no saber a dónde nos llevaba. Es más, muchas veces hasta se lo agradecíamos. Y volvíamos a esa película (Cabeza borradora), a esa serie (Twin Peaks) o a esa escena perturbadora (Terciopelo azul, Mulholland Drive...), a sabiendas de que nos podría hacer daño, para ver si encontrábamos respuesta a lo que nos quería contar en imágenes.
David Lynch tenía 31 años y varios cortometrajes como realizador cuando dirigió su primer largometraje, la inquietante Cabeza borradora, en 1977. Tres años después llegaría El hombre elefante, un extraordinario y conmovedor filme que, como el propio Lynch a excepción de su premio honorífico, se fue de vacío de los Oscar pese a sus ocho nominaciones y el sobresaliente trabajo de su reparto (John Hurt, Anthony Hopkins, Anne Bancroft, John Gielgud).
Después irían llegando Dune, Terciopelo azul, Corazón salvaje y su gran obra para la televisión: la mítica serie Twin Peaks. Y, al ver al agente Cooper interpretado por Kyle MachLachlan, actor fetiche de David Lynch, uno tenía aún más ganas de saber quién mató a Laura Palmer que de comer donuts al ver a Cooper abrazado a su café intentando disimular su sueño. Ese lugar en el que un enano comenzaba a bailar y a hablar –al revés– de la forma más inquietante que uno pueda imaginar mientras en presencia de la chica asesinada. La atmósfera de la serie, la magistral partitura de Angelo Badalamenti –fallecido en diciembre de 2022–, el trazo de los personajes... Todo era mágico en una serie como Twin Peaks hasta que se desveló quién era el asesino de Laura Palmer y la magia se tornó en pesadilla, como las que uno tenía con cierto personaje maligno cuando aún no había cumplido ni la edad ni la madurez necesarias para ver la serie.
La película Fuego, camina conmigo, basada en la serie, tampoco ayudó mucho a sanar las heridas de la decepción de Twin Peaks, mitigada con el regreso de la producción en 2017, a la postre el último trabajo destacado del realizador y guionista más iluminado en medio de la oscuridad y, a la inversa, uno de los más oscuros en mitad de la luz. Además de las ya citadas, Lynch dibujó el trazado de Carretera perdida, contó con especial acierto Una historia verdadera, y nos adentró en Inland Empire para demostrarnos una vez más que el mayor de los miedos es, quizá, no tener ni idea de a qué ni a quién tenemos miedo.