
Ana Rujas y Javier protagonizan 8, la nueva película de Julio Medem
Cine
La izquierda critica a Julio Medem por abogar por la reconciliación nacional tras la Guerra Civil
El cineasta dirige 8, donde narra la historia de amor de Javier Rey y Ana Rujas a lo largo de 90 años
«Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes / al mundo, / te guarde Dios. / Una de las dos Españas ha de helarte el corazón», escribía Antonio Machado en sus atemporales Campos de Castilla. Sin embargo, lo que en cierto modo ha helado el corazón de los asistentes al Festival de Málaga ha sido nueva película de Julio Medem, presentada fuera de concurso y que no han recibido con buenas críticas.
Javier Ocaña, sin ir más lejos, en su crítica publicada en El País reconoce que la película es de «catecismo político para críos. Y el mensaje final, simple y de un Perogrullo que sonroja». El periodista explica «cada diálogo político es más sonrojante que el anterior, desde la Ley de Divorcio al independentismo catalán, pasando por el voto a Fuerza Nueva», antes de concluir: «el mito de las dos Españas y Machado, tan presente, no encajan en una consideración política de parvulario».
Acostumbrado a vagar por el lirismo poético que tan bien le funcionó en Los amantes del Círculo Polar o Lucía y el sexo, el cineasta se inmiscuye en la historia de los últimos 90 años de un país dividido. La dos Españas que describía Machado pasan –y pesan– en 8, la historia de amor de Octavio (Javier Rey) y Adela (Ana Rujas) durante ocho décadas, desde el día de su nacimiento durante el amanecer del 14 de abril de 1932 hasta que son ancianos, en 2022.

8 narra la historia de amor de Octavio y Adela a lo largo de 90 años
Así nació la idea de rodar la trama en ocho planos secuencia que cubriesen 90 años de la historia de España comenzando en la Guerra Civil, cuando ambos pierden a sus padres, en bandos opuestos. Octavio y Adela son ese Españolito que vienes al mundo, «víctimas silenciosas, inconscientes del cainismo español». «Tengo el corazón preocupado... Se están dando pasos atrás... Tergiversar la historia..., reconoce Medem.
El padre de Octavio, un hombre aficionado a la pesca que vive en un pueblo de republicanos y convencido de que no corre peligro ante la inminente victoria de Franco, decide salir de su escondite para pasar un día con su familia. Lamentablemente, se equivoca y acaba fusilado. El de Adela, profesor, en cambio, consigue vencer los derroteros de la muerte, pero acaba encarcelado durante décadas en un cárcel franquista donde termina cruzándose con Octavio, que termina trabajando allí.

«A los dos personajes les atraviesa esa pérdida de los progenitores», explica Ana Rujas. «En el caso de Adela, la de ese padre que le inculca la lectura y la marca de por vida. Por eso ella busca esa libertad durante toda su vida», añade Medem. «Hasta que lo consigue, porque ella es la que decide su destino. Y eso me parece muy bonito. Desde el principio hasta el final de la película es una mujer que desafía lo establecido y busca su libertad».
En ese bucle temporal a lo largo de los años Octavio y Adela no siempre se conocen. De hecho, pasan décadas hasta saber de la existencia del otro, pero incluso en su propio desconocimiento están enlazados por la silueta del número. 8 es «un poema trágico» con rimas y versos de muerte y amor que transcurren en fechas reconocibles para los espectadores como el día de la proclamación de la Segunda República, el final de la Guerra Civil, el franquismo o las primeras elecciones democráticas.

Ana Rujas y Tamar Novas, en un fotograma de 8
«El hecho de estar separados pero unidos por una fuerza de atracción que emana del azar. Sólo el espectador puede disfrutar de esta privilegiada visión general», revela Medem. Habla con pausas, midiendo las palabras, también los silencios. «Propongo al espectador un deseo, lo que llamo una ceremonia del perdón, porque en la película una parte pide perdón a otra. Hay que saber perdonar, y a partir de ahí, surge el amor», explica el director. «En nuestro subconsciente colectivo tenemos un trauma, que nos matamos en la Guerra Civil, y en la película hago como en terapia: poner el problema delante. Taparlo es peligroso».