El doble rasero de Twitter y el algoritmo de la censura ideológica
La censura de la cuenta de Monsieur Sans-Foy ha reanimado el debate sobre la parcialidad de la censura en las redes sociales y su responsabilidad en la polarización de las masas
El reciente veto de Twitter al poeta satírico de derechas Monsieur de Sans-Foy no sólo ha suscitado una gran indignación en las redes sociales al retirarle la cuenta tras diez años de actividad, sino que ha vuelto a reanimar las sospechas en torno a la imparcialidad de la empresa del pajarito rampante a la hora de sancionar unos discursos frente a otros.
El mismo dueño de la cuenta daba explicaciones hace unos días en su blog aludiendo a esa parcialidad de Twitter que, después de los diez últimos años, le había cerrado la cuenta definitivamente:
«A lo largo de estos diez años en Twitter he recibido unas cuantas denuncias, a cada cual más chusca. Una vez me cerraron la cuenta durante un día por sugerir a un amiguete más salido que el pico de una plancha que tomara bromuro. Dijeron que era inducción al suicidio. Otra vez, me pidieron que mostrase mi verdadera cara. La respuesta me costó otro día en la nevera: pero lo más sangrante es que esas denuncias las suelen hacer acosadores bajo firma falsa, cosa que sabemos porque a otros tuiteros les llegan acuses de recibo por denuncias que nunca hicieron».
El dueño de la cuenta alude, sin duda, a una práctica nada nueva para las personas familiarizadas con las redes sociales, y que plantea la duda, más que razonable, de si el pajarito cojea más de una pata que de otra, cuando las denuncias vienen de según qué lado.
Qué dice Twitter
Twitter en sus normas de comunidad, «prohíbe expresamente el discurso o el comportamiento que incite al odio, el terrorismo o la violencia extrema, que fomente el acoso, el suicido o la explotación infantil». Mientras tanto, ahí dentro, se comparte una ingente cantidad de pornografía y todo tipo de imágenes y memes violentos que violan las legislaciones vigentes en gran parte del mundo, dejando ver un claro doble rasero en sus políticas.
Algunas cifras barajan una cantidad de usuarios en redes en torno a los 3.600 millones de usuarios: la mitad, más o menos, de la población mundial. De ahí, la importancia de conocer el funcionamiento, el mecanismo y la capacidad real de las redes para influir en la mentalidad, en los gustos y en el pensamiento más íntimo de las personas, y a propósito de las cuestiones más afectivas y existenciales.
Opinión o imposición
Las evidentes muestras de poco gusto y escasa verificación de contenidos referidos a noticias, medias verdades y mentiras llamadas, genéricamente, «fake news», agravan un comportamiento que, no por ser novedoso, deja de ser llamativo, como es el fenómeno de la polarización de la opinión personal erigida por todos en su verdad absoluta.
De este modo, las redes sociales hacen resonar a lo largo y ancho de internet, una misteriosa capacidad de enfrentamiento entre contrarios, constantemente enfrentados y seguros de actuar de buena fe compartiendo su visión contra esa otra mitad de la población mundial a la que han convertido en enemigos. Precisamente, porque las redes son reflejo de la realidad, y en la realidad hay personas que no toleran la libertad de un pensamiento que no sea el suyo, las batallas diarias en torno a la actualidad, alejan a los usuarios, poco a poco, de un uso del sentido común para entregarlos a la más grande irracionalidad de los egos desmedidos.
Los discursos políticos y morales de la emoción
El discurso político no ayuda, ciertamente; y lo ha conquistado y enquistado todo. Y, a su paso, está dejando la tierra quemada de apropiaciones de símbolos religiosos, históricos y morales: desde reivindicaciones de pureza española, hasta guerrilleras monsergas para asaltar el cielo proletario; desde imágenes de piadosos rezos de políticos en catedrales, a insólitas promesas de que el mismo Cid Campeador volverá a cabalgar por las Castillas; desde guerras exegéticas en torno a un pecho femenino, a la forma más beatífica de comulgar, siempre y, religiosamente, contra los otros.
El discurso moralizador y populista de la política convertida en catecismo existencial que inflama la justicia, la bondad y la pureza, está manchando la convivencia, y está convirtiendo al seguidor afín en activista moral, y en un censor cuyo único objetivo es hacer desaparecer al distinto como mecanismo irracional de defensa. Afortunadamente, y para nuestra salvación, todavía hay medio mundo al margen de las redes.