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La escritora y opositora rusa Liudmila Ulítskaya

La escritora y opositora rusa Liudmila UlítskayaEditorial Anagrama

El veto a artistas rusos ya represaliados por Moscú, como la opositora Liudmila Ulítskaya, generan controversia

La guerra cultural contra Rusia se ha enfocado recientemente en escritores y creadores perseguidos tanto por la URSS en su día como por Putin hoy

El boicot cultural a Rusia por su invasión a Ucrania genera controversia cuando afecta a creadores represaliados y críticos con el totalitarismo como la escritora Liudmila Ulítskaya, opositora a Putin; el cineasta Andrei Tarkovsky, muerto en el exilio, o Dostoyevski, apasionado defensor de la libertad.

El gobierno español se ha sumado esta semana a la imposición de medidas de veto a Rusia en el ámbito cultural (y deportivo), en el sentido de instar a la suspensión de los proyectos e iniciativas en curso con la Federación Rusa, y cancelar aquellas que se hubieran previsto y aún estuvieran pendientes de iniciarse.

Además de responder a una dinámica de condena internacional que busca asfixiar a Rusia en el terreno de lo simbólico y cortar cualquier fuente de ingresos, se responde así al llamamiento del gobierno y los artistas ucranianos de que se cancelen en todo el mundo las manifestaciones culturales de sus agresores. «Bajo la grandeza de Dostoievski y Tolstói, Rajmáninov y Glinka, la política cultural rusa tiene como objetivo justificar las acciones horribles y criminales del gobierno», advierten en un manifiesto abierto a que pueda ser firmado por quien quiera sumarse.

Pero en este contexto, han surgido cuestiones como si el castigo debe afectar a creadores fallecidos o a los que se han pronunciado enérgicamente contra su propio gobierno, o incluso si se debe obligarles a hacerlo en una situación en la que su integridad también puede peligrar.

Estos días, el Teatro Real ha suspendido las actuaciones previstas del Ballet Bolshoi –en línea con otros grandes teatros del mundo– mientras la Filmoteca de Andalucía cancelaba la proyección de Solaris, de Andréi Tarkovsky. Este director de cine, uno de los más importantes de la historia, falleció en París en 1986, donde se exilió en oposición a la URSS dos años antes, aunque el Kremlin trató de recuperar su figura.

También el gobierno ruso trató de apropiarse con fines propagandísticos del legado de Boris Pasternak, el autor de Doctor Zhivago, muerto de un ataque al corazón en 1960 después de ser obligado a renunciar al premio Nobel de Literatura y ver prohibidas sus obras.

La cultura como refugio

«Vivo estos días con gran pena y dolor, pues he dedicado la mayor parte de mi trayectoria como profesor y traductor de literatura rusa a recuperar la obra de los escritores perseguidos por el poder», declara Jesús García Gabaldón, profesor de Filología Alemana y Eslava de la Universidad Complutense de Madrid. Cita a autores como Mandelstam o Tsvietáieva y remarca que bastantes de ellos, precisamente, son de origen ucraniano, no sólo Bulgákov o Gógol, sino también Ajmátova (la poeta que se suicidó tras ver a su marido ejecutado y a su hijo encarcelado por el régimen soviético), Sigizmund Krzyzanowski o Isaak Bábel, entre otros muchos.

«Son escritores que se jugaron –y muchas veces perdieron– su vida por escribir libremente ante un poder totalitario. Tal es el caso también de Dostoievski y Pushkin. Olvidarnos de ellos ahora es una doble condena», lamenta el profesor.

Coincide con la opinión de Joaquín Fernández-Valdés, traductor de literatura rusa (Guerra y paz de Tolstói, Padres e hijos de Turguénev, La guerra más cruel de Bábchenko, etc.) y profesor de la UAB, que advierte: «La cultura es el último refugio que nos queda, el último puente que une a todos los seres humanos, y es un tesoro que deberíamos proteger».

Añade que esto es más cierto en el caso de la literatura rusa, «muchos de cuyos autores, molestos para sus gobiernos, han sido históricamente perseguidos, ejecutados, enviados a campos de concentración o han tenido que exiliarse», mientras que en la actualidad una crítica con Putin como Liudmila Ulítskaya no va a poder participar en algunas Ferias del Libro.

Una universidad de Milán dio marcha atrás tras la avalancha de críticas recibidas por cancelar un curso sobre el escritor de Crimen y castigo debido a la posible «polémica» que podía causar. «¿Ser ruso es un problema? ¿Incluso siendo un ruso muerto? Lo que está pasando en Ucrania es horrible, y tengo ganas de llorar solo de pensarlo. Pero estas cosas aquí son ridículas», declaró el escritor, traductor y blogger italiano Paolo Nori.

El Festival de San Sebastián y el Museo Ruso de Málaga

En medio de esta polémica, el Festival de San Sebastián ha aclarado que «aquellas voces rusas que se oponen a la agresión cometida por su país siempre tendrán un lugar» en el certamen cinematográfico. «Nuestros procesos de selección evalúan las obras cinematográficas de manera individual, nunca en función de la nacionalidad a la que estas pertenezcan, incluso cuando provengan de países con gobiernos que conculcan derechos fundamentales, y así seguiremos haciéndolo en estos tiempos convulsos», enfatiza la organización de Zinamaldia.

Por su parte, el Museo Ruso de Málaga se mantiene abierto, a pesar de las voces en contra, pero ha hibernado cualquier nueva exposición mientras se define hasta qué punto pueden afectarle los nuevos vetos aprobados por Cultura.

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