Cincuenta años del caso 'Watergate' a través del retrato de sus protagonistas
Una exposición en Washington repasa con fotografías y obras de arte lo ocurrido tras el allanamiento de las oficinas del Partido Demócrata que acabó con la presidencia de Richard Nixon
Robert Redford y Dustin Hoffman interpretaron a Bob Woodward y Carl Bernstein, los dos jóvenes periodistas reales de Todos los Hombres del Presidente, la película de Alan. J. Pakula que ponía en imágenes la investigación de The Washington Post iniciada tras descubrirse el allanamiento de las oficinas del partido Demócrata en Washington (y el impresionante hilo con conexiones cubanas, fondos secretos, bancos extranjeros y un rastro ramificado de dinero que alcanzó, como las raíces descontroladas de un árbol, al mismísimo comité de reelección del presidente) que cambió la historia de Estados Unidos y del mundo.
'Watergate: Retrato e Intriga'
Otras imágenes de aquel «politicidio» llegan cincuenta años después para volver a explicar, o a mostrar, lo que sucedió luego del 17 de junio de 1972. Watergate: Retrato e Intriga, se expone estos días en el Museo Nacional del Retrato de Washington, más que como una nueva narración de los hechos, como un homenaje al periodismo (según Kate Clark, la comisaria de la exposición), sin el cual el caso Watergate no habría tenido las graves consecuencias políticas que terminaron con la dimisión de Richard Nixon dos años después ante la amenaza de la destitución forzada (el impeachment).
Esos retratos cuelgan ahora de las paredes del museo washingtoniano. Como el que fue portada de la revista Time en donde se ve la caricatura de Nixon envuelto entre sus asesores más fieles, mientras todos ellos se señalan entre sí, delatándose sin miramientos con la última intención desesperada de salir airosos del terremoto.
Portadas de 'Time'
Uno de ellos es John Mitchell (antiguo Fiscal General del Estado), el artífice de la conspiración, que gastó enormes cantidades de dinero en escuchas telefónicas ilegales y micrófonos como los que llevaban los hombres que fueron descubiertos por la policía, tras las sospechas del guarda, que fue quién la avisó, en el interior de la oficina del Partido Demócrata en el edificio Watergate.
Guardia de Palacio, otra portada de Time, es una composición en el que aparece el presidente con sus hombres de confianza, incluido Henry Kissinger (uno de los personajes de mayor profundidad, casi una fosa abisal, de la historia de la diplomacia y la política estadounidense y mundial), el único que no acabó cumpliendo condena, donde se representa el estado de desconocimiento y lejanía en el que supuestamente todos sus hombres tenían sumido al inquilino de la Casa Blanca.
Fue Martha Mitchell, la esposa de John, quién terminó hablando, a pesar de los esfuerzos de su marido (fue retenida, incluso sedada, por orden suya los días posteriores al estallido) porque no fuera así. Ella y Mark Felt, director adjunto del FBI, el famoso «Garganta Profunda», como le denominó Woodward en las reuniones secretas que mantuvo con él en un garaje sin verle la cara, donde el agente, precavido, casi le proporcionaba acertijos que luego Woodward tenía que desentrañar, fueron las principales claves para destapar el caso en el que todos los conspiradores fueron descubiertos.
Conversaciones borradas
Así lo muestra gráficamente el póster en el que se ve la fotografía de todos ellos tachada con un «arrestado», salvo la del propio Nixon, siempre «fuera» de todo lo que ocurría en su propio gabinete. Aunque no es esto lo que se desprende de las declaraciones de la secretaria de Nixon, que según su propia declaración, borró «accidentalmente» una de las conversaciones entre el presidente y su jefe de gabinete, Bob Haldeman, donde supuestamente se demostraba el conocimiento de Nixon de las actividades de espionaje al Partido Demócrata.
Un viaje, el que recorre una de los llamados museos Smithsonianos, con dibujos y fotografías de la época, como las imágenes de Nixon en actitud triunfal a escasos días de anunciar su renuncia o las caricaturas de las mujeres (no todos los del presidente iban a ser hombres) como Rose Mary Woods, la secretaria, la congresista Barbara Jordan o la propia Martha Mitchell, «el coro griego del drama del Watergate, el que avisa a todo aquel que quería escucharlo», escribió Woodward. Toda una historia en sí misma, la republicanísima esposa que acabó divorciándose del marido en pleno escándalo, del que, de forma totalmente imprevista, hasta para ella, lo contó todo.