Así es el «largoplacismo», la filosofía que ilumina a Elon Musk
William MacAskill es el filósofo de Oxford autor del término, junto a Hillary Graves, que antepone la supervivencia de la humanidad a todos los problemas del mundo en un futuro de miles de años
Comprar Twitter puede que sea el anhelo perfecto de un hombre como Elon Musk. Una de las grandes compañías mundiales, red social de gran influencia, epítome de la modernidad de la que el empresario siempre se ha sentido motor. Es como si una vez comprado Twitter, más allá de los enormes emprendimientos personales que le han convertido en el hombre más rico del mundo, hubiera inaugurado una época en la vida de este «pionero» del XXI que sobrepasa la del propio mundo.
Musk dijo que la filosofía de William MacAskill, joven teórico de Oxford era lo más cercano a la suya. Lo dijo precisamente en Twitter, cuando todavía no era de su propiedad. Esa filosofía se llama largoplacismo, el futuro en el que piensan los que piensan y los que, como Musk, siempre piensan en él porque es el quid de su fortuna y porque el presente ya les pertenece precisamente por lo anterior.
El presente no les interesa hasta el punto de que el largoplacismo apunta a poner el foco en garantizar la supervivencia de unos pocos, antes que en resolver los problemas actuales: el hambre, la enfermedad..., pero sí, por ejemplo, en atender a los efectos del cambio climático para prevenir catástrofes. Los largoplacistas también tienen miedo y se preparan para que los robots y las máquinas no sometan en el futuro a los hombres, igual que en Terminator o en Matrix.
Pero MacAskill data su teoría (es también un movimiento que ya ha llegado a las grandes instituciones mundiales llamado Altruismo Eficaz) en un futuro en que se colonicen otros planetas, dentro de cientos o miles de años, no en un futuro inmediato que sí podía serlo (al menos a corto o medio plazo) en el caletre inquieto de un Elon Musk que ha demostrado anticiparse a casi todo e incluso podría hacerlo al teórico futuro de un filósofo que es casi la preadaptación de distopías e imaginaciones.
El asunto suena a fantasía, algo así como el sueño obsesivo del doctor Osborne, creado por Stan Lee, que se convierte en el malvado y poderoso Duende Verde desafiando los límites de la naturaleza a través de la ciencia y la tecnología, al que ha de enfrentarse Spiderman. ¿Es Elon Musk un héroe, un salvador de una humanidad asolada por lo woke, o puede convertirse en un visionario enloquecido merecedor de una historia de Marvel hecha realidad?
Aldous Huxley publicó Un Mundo Feliz en 1931, en una época de crisis económica y de grandes incertidumbres. El libro describía la evolución fatal de una humanidad convertida en esclava sin enterarse. Ya en los 60, el propio autor aseguraba que muchas de las invenciones de su obra se estaban convirtiendo «en penosas realidades con una rapidez que no había podido soñar».
'Un Mundo Feliz'
Según el autor de Surrey, la libertad individual estaba en peligro en el mundo por la llegada de un «totalitarismo impersonal y muy poco humano», y advertía hace más de medio siglo de que había que iniciar «sin demora una educación para la libertad». Palabras tenebrosamente actuales en la sociedad que nos rodea: el imperio de lo woke, el revisionismo, la ideología de género... distopías convertidas en hechos verídicos, ciertos, inoculados y hasta ya legislados.
Como un preámbulo del «estado mundial» de Huxley, trasunto del globalismo real, al que viene a unirse (a luchar contra él) el largoplacismo de MacAskill adoptado por Musk. La preparación ante un futuro huxleyano que ya está aquí y contra el que un hombre como Elon Musk puede adelantar, cientos o miles de años antes, teorías filosóficas perturbadoras, al menos en el presente, que anteponen el futuro de unos pocos a combatir los problemas presentes de los hombres.