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El Mago Yunke, horas antes del estreno de su espectáculo de ilusionismo, Hangar 52, en Ifema Madrid Live

El Mago Yunke, horas antes del estreno de su espectáculo de ilusionismo, Hangar 52, en Ifema Madrid LiveThorun Javier Piñeiro

Mago Yunke: «La magia es un lenguaje universal, el de la emoción. Y necesitamos emocionarnos»

El Debate entra en el montaje de Hangar 52, el espectáculo de magia más grande nunca realizado, y entrevista a su director y protagonista, tres veces campeón del título de mejor ilusionista del mundo

Comienza el show. Luces, sonidos, música. La grada, montada horas antes de que dé comienzo el show, tiembla, no se sabe si por los efectos especiales o por la emoción contenida de los que la ocupan. Un taladro de 2.500 kilos, elaborado por el propio mago que se va a someter a su perforado, empieza a girar, tanto su broca como en círculos, para que el público pueda comprobar que «no hay truco».

Salvador Vicent (La Vilavella, Castellón, 1975), más conocido como el Mago Yunke, se sitúa a tiro de la máquina, que lo perfora por la espalda, apareciendo la punta en su esternón y elevándolo en el aire. Este es sólo uno de los trucos que presenta en Hangar 52, el espectáculo que acaba de estrenar en Ifema Madrid Live, y que hasta el 8 de enero sorprenderá a más de 150.000 espectadores con una perfecta combinación de grandes ilusiones y efectos especiales de impacto visual que han convertido a Yunke en mejor mago del mundo por tercera vez consecutiva.

Hangar 52 Revolution es una producción de Illusion Creative Studios coorganizada junto a Ifema, creada por el Mago Yunke, triple Campeón del Mundo de Magia, con la colaboración de Gonzalo Gallardo, Campeón del Mundo de Invención, en la producción y en la puesta en escena de efectos tecnológicos especiales. El Debate pudo asistir al montaje y entrevistar a uno de los ilusionistas más admirados y seguidos del mundo, acompañándolo a través de experimentos de la NASA, puertas interestelares hacia el antiguo Egipto, rituales de los guerreros de la Gran Muralla China o batallas aéreas durante la Segunda Guerra Mundial.

El Mago Yunke en un momento del espectáculo Hangar 52, ante una puerta interestelar

El Mago Yunke en un momento del espectáculo Hangar 52, ante una puerta interestelarEduardo Soria Galán

–La magia es ilusión, pero ¿no tiene mucho de psicología, al manejar las emociones humanas?

–Muchísimo. A la hora de hacer un efecto de magia tengo que llevar a la gente a mi terreno, hacer que olvide cosas y que recuerde otras... Juego con la tensión, con la alegría, con la espera, incluso a veces con el miedo. Y la psicología también está implicada en la relación de todas las personas con las que trabajo, desde la que maneja las luces hasta la que graba si estoy en televisión.

–Tienes que conocer muy bien el alma humana.

–Y las curvas de emoción. Por ejemplo, yo creo que es imposible que una persona pueda reírse durante hora y media. Por eso hay que saber manejar los tiempos: los niños no aguantan más de 45 minutos prestando atención, uno se puede agotar si la tensión se alarga, no puedes reírte todo el rato... Hay que hacer cálculos. Igual que no puedes estar una hora y media alucinando, porque a los cinco minutos estás cansado. Tienes que contar historias, divertir, emocionar, tensionar, relajar, hacer cosas poéticas, contar anécdotas personales. Es muy importante que el espectáculo tenga verdad.

–En tu caso además, ser mago es ser técnico de sonido, de luces, showman, inventor, carpintero, soldador, realizador, productor, empresario...

–La verdad es que me gusta implicarme en todo el proceso. El sonido que llevo yo es el que usan los Rolling Stones en sus conciertos: se va a escuchar genial. Pero me gusta implicarme porque quiero que se escuchen los golpes de las cajas, meto micros dentro de los aparatos, quiero que «se escuche el movimiento», lo que se rompe o rebota o golpea o duele. Son detalles que marcan la diferencia. Me gusta también colocar efectos de sonidos encima de la música para que tenga más impacto.

–¿Qué va a encontrarse quien vaya a ver Hangar 52?

–Secretos jamás desvelados de Leonardo da Vinci, puertas interestelares del Antiguo Egipto, rituales de guerra de la Gran Muralla China, aviones desaparecidos en la Segunda Guerra Mundial... muchos misterios de la humanidad contados de una manera mágica encima de un escenario y, sobre todo, muchos impactos visuales gracias a los efectos especiales. Es un show muy entretenido para toda la familia, desde el mayor al más pequeño. La magia es un lenguaje universal, el lenguaje de la emoción. Y necesitamos emocionarnos. Cuando viajo por otros países, sobre todo en Asia, donde la magia gusta mucho, el impacto es enorme, a pesar de no hablar el mismo idioma.

–Pero ¿se trata únicamente de una concatenación de impactos, o hay un relato subyacente?

–Dentro de este espectáculo no hay una historia de principio a fin, sino que son microhistorias unidas. Cada vez que se abren las puertas de nuestro hangar, dentro puedes encontrar cualquier cosa de cualquier época, y eso es muy ventajoso para mí, que puedo hacer pequeños sketches y hablar de la Ruta de la Seda y de repente irme a Leonardo da Vinci o a la Segunda Guerra Mundial. Dar esos saltos en el tiempo es muy cómodo y al mismo tiempo para el público es muy ameno. También creo que en la magia no puedes contar una historia que tenga mucho peso, porque entonces la magia pasaría a un segundo plano. Yo lo que quiero es que la magia sea la principal protagonista.

–¿Cómo se conjuga la magia más tradicional, artesana, con toda la parte técnica y los efectos especiales?

–En el tipo de magia que yo hago, intento que el espectáculo tenga mucha riqueza visual. Por eso a las máquinas les añadimos la iluminación y el sonido: los efectos especiales están a favor de la magia y ayudan al impacto visual. Creo que la magia es un show visual.

–Hay muchas piezas que tú mismo investigas y construyes, comprobando la dureza, el grosor, la resistencia... ¿De dónde procede esa maña?

–Admiro tanto a Leonardo Da Vinci porque lo hacía todo: era inventor, pintor, escultor, creador. Hacía máquinas sofisticadas; era un genio. Aunque no me comparo con él, siento mucha admiración y busco seguirle. Yo trabajo con hierro, madera, aluminio, elaboro las partes mecánicas, calculo las resistencias de materiales a la hora de crear la magia (no solo la puesta en escena, que es lo que el público ve). Hay que pensar en el backstage, en cómo almacenarlo o moverlo por el escenario, en cómo desmontarlo y guardarlo, en cómo transportarlo... Lo construyo yo para que pese poco, para que sea manejable, pero resistente. He viajado tanto por todo el mundo con este material, que al final he aprendido muchísimo. Antes viajaba como un turista con mi material para hacer shows de diez minutos, y he aprendido tanto de los aeropuertos que me he hecho un experto. Ahora todo esto va en containers que viajan por todo el mundo, pero cuando iba con mi hermana Elena íbamos con unas maletas que hacíamos de cartón para que no pesaran...

–¿La parte artesana te viene de familia?

–Sí, en mi familia había había un taller que siguen teniendo mis tíos. Mi abuelo materno tenía un yunque a la entrada de su casa con el que forjaba el hierro, y los amigos, cuando venía a casa, decían «Vamos a Casa Yunque». De ahí procede mi mote, que luego terminó siendo mi nombre artístico. Ahora yo tengo ese yunque en mi casa, y desde muy pequeño empecé a construir mis efectos mágicos. Toda la magia que se ve en este espectáculo es una magia muy de autor, muy personal, muy mía. Esta magia no la puedes ver en otros espectáculos, porque sólo la hago yo.

–¿Te enamoraste de la magia desde pequeño?

–Sí, porque me hicieron un efecto de magia. Me impactó tanto que empecé a preguntar quién podía enseñarme más. Y empecé a hacer magia todo el tiempo. Mis padres tenían un restaurante y me animaban a que les hiciera trucos a los clientes, aunque yo soy una persona muy tímida, soy muy vergonzoso. Pero como quería hacer juegos de magia, aunque sufría mucho, seguía ahí, porque era muy tenaz. Entonces un cliente al que le hice un truco me dijo que su padre era mago, y resulta que no le volví a ver, pero un año y medio después descubrí que era vecino de mis tíos. Así que el gran profesor Ballester me acogió como aprendiz, y empecé a hacer fiestas infantiles, comuniones, fiestas en mi pueblo... Empecé a hacer mis pinitos de magia gracias a ese maestro y al material que me donó, que todavía conservo.

–Y ahora eres el mejor ilusionista del mundo.

–La verdad es que es difícil decirlo, porque es un peso muy grande. También es verdad que dentro del mundo del arte decir que es mejor uno que otro es un poco absurdo, porque en el arte pesa el criterio del gusto. Sí es verdad que recibir un reconocimiento como este, tan importante, se agradece. Yo lo valoro enormemente. Es la tercera vez que que gano este título y para mí es muy importante: no sé quién es mejor o peor, pero sí es verdad que te lo valoran y eso quiere decir que vas por el buen camino, que estás haciendo un buen trabajo.

El fuego y los efectos especiales son clave en el espectáculo de Hangar 52

El fuego y los efectos especiales son clave en el espectáculo de Hangar 52

–Tú mismo eres jurado en algunos premios.

–Yo me dedico a la magia desde muy pequeño. Soy jurado del Congreso Nacional de España, soy profesor en El Escorial, en la Universidad de Ilusionismo (doy la asignatura de Grandes Ilusiones, que es la parte de la magia donde se utilizan más aparatos). Para competir en el mundial tienes que haber ganado un nacional o tener un premio europeo. En el Mundial hay un jurado dentro de cada acto y hay puntuación en presentación, en originalidad, en puesta en escena, en técnica... Creo que está muy bien montado y que los premios son justos.

–¿Crees que en un momento en el que nos hemos vuelto híper racionalistas, y a la vez tenemos un contexto difícil, la magia es especialmente importante?

–La magia es ilusionismo, es ilusión. Es un arte que te lleva a soñar, a sorprenderte, a emocionarte, a dejarte llevar, a volver a ser niño por unos instantes. No hay nada mejor que la ilusión en esta vida para superar cualquier contratriempo.

–¿Tú te sigues emocionando?

–Muchísimo, con cualquier cosa. Incluso ahora hablando contigo. Y tengo dos hijos, y desde que soy padre tengo mucha más sensibilidad con los niños y justo la parte del espectáculo en la que interactúo con ellos es la que mejor se me da y en la que el público más disfruta. Antes de ser padre no hacía magia infantil. No me salía, no me gustaba. Ahora me encantaría algún día hacer un show infantil; tienen tanta energía y tanta fuerza...

–¿Te queda alguna locura por cometer, algún desafío?

–Yo nunca pensé ni por asomo que podía ganar un Congreso Nacional, ni mucho menos tres mundiales, o trabajar en televisión, como he hecho tantos años o hago ahora en El Hormiguero. Entonces yo ya he superado con creces todas las expectativas que tenía. Pero cada día que doy un paso me encuentro con algo mejor, y no parece que haya techo nunca. Mientras yo no pierda la ilusión y las ganas de trabajar, aquí seguiré: al final el éxito está en el esfuerzo, en el trabajo y en la constancia. A día de hoy, tengo la misma ilusión que cuando comencé mi trabajo. Me levanto muy pronto y me pongo a hacer cosas, y no paro. Podría dejar de hacerlo, porque no tengo necesidad, pero lo hago por pasión: si encuentras tu pasión, estarás siempre motivado. Y haber encontrado mi pasión es la mayor fortuna que yo pueda tener en mi vida.

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