Veinte años sin Monterroso, el autor que escribió el relato más breve de la literatura
El escritor nacido en Honduras, guatemalteco y finalmente mexicano por exilio, es considerado uno de los grandes maestros de la narrativa breve
Dicen que Augusto Monterroso escribió el relato más corto de la historia, El Dinosaurio, que solo tiene siete palabras: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Pero la verdad es que «Nulla dies sine linea» tenía seis. Hemingway escribió uno con la misma extensión, siete, aunque puede que más que un relato parezca un eslogan triste y por triste no un eslogan, sino entonces un relato con todo su iceberg por debajo de la superficie: «Se vende: zapatos de bebé, nunca usados»), pero no mejores.
El titulado El Mundo era más largo, pero no tan profundo, se diría que en longitud, como si habláramos de simas y no de cuentos: «Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso». Hay una certeza en El Mundo en contraste con El Dinosaurio y es que en este, al contrario que en aquel, las interpretaciones se multiplican como los kilómetros de su oscuridad.
Mexicano por exilio
Monterroso nació en Tegucigalpa en 1921, hijo de guatemalteco y hondureña. Creció y se educó en la tierra y la nacionalidad del padre («la verdadera patria del hombre es la infancia», escribió Rilke). Revolucionario contra el dictador Ubico en su juventud, fue encarcelado, escapó y su revuelta triunfante le proporcionó un lugar en el consulado de Guatemala en México de donde, aunque salió varias veces, ya nunca se marchó. Allí es donde se hizo escritor, cuentista, más bien. Escribió una novela, Lo Demás es Silencio (un título que es casi un microrrelato), en 1978, luego de casi veinte años escribiendo, poesía y algún ensayo.
Por entonces ya habían llegado los premios y le quedaban los más importantes, como el Miguel Ángel Asturias (el Nacional de Literatura de Guatemala) y el Príncipe de Asturias de las Letras en 2000, tres años antes de morir. Un humor cervantino incrustado en sus cuentos como diamantes, como si fueran los valiosos detalles de un camafeo, le dieron su singular personalidad literaria, construida sobre efímeras, pero resistentes líneas, tan grandes sin embargo como dinosaurios.
Diez cuentos muy cortos de augusto Monterroso:
- «Nulla dies sine linea»
–Envejezco mal –dijo; y se murió. - El Dinosaurio
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. - El Mundo
Dios todavía no ha creado el mundo; solo está imaginándolo, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso. - El Espejo que no podía dormir
Había una vez un espejo de mano que cuando se quedaba solo y nadie se veía en él se sentía de lo peor, como que no existía, y quizá tenía razón; pero los otros espejos se burlaban de él, y cuando por las noches los guardaban en el mismo cajón del tocador dormían a pierna suelta satisfechos, ajenos a la preocupación del neurótico. - El Paraíso Imperfecto
–Es cierto –dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno–; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve. - El Salto Cualitativo
–¿No habrá una especie aparte de la humana –dijo ella enfurecida arrojando el periódico al bote de la basura- a la cual poder pasarse?
–¿Y por qué no a la humana? –dijo él. - Historia Fantástica
Contar la historia del día en que el fin del mundo se suspendió por mal tiempo. - Te Conozco Mascarita
El humor la timidez generalmente se dan juntos. Tú no eres una excepción. El humor es una máscara y la timidez otra. No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo. - Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, S.B.
Escribió un drama: dijeron que se creía Shakespeare;
Escribió una novela: dijeron que se creía Proust;
Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov;
Escribió una carta: dijeron que se creía Lord Chesterfield;
Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese;
Escribió una despedida: dijeron que se creía Cervantes;
Dejo de escribir: dijeron que se creía Rimbaud;
Escribió un epitafio: dijeron que se creía difunto. - Los Otros Seis
Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otros seis.