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El escritor Louis- Ferdinand Céline en 1932, año de la publicación de Viaje al fin de la noche

Diez frases de Céline, el escritor pesimista que se hizo nazi «al final de la noche»

Doctor en Medicina y héroe en la I Guerra Mundial, trabajó como médico por todo el mundo antes de escribir su primera gran novela, precipitarse en el antisemitismo y colaborar con la Gestapo

A Louis-Ferdinand Céline le adoraban los beat cuando ya no le adoraba nadie. También Sartre (aunque tiempo después Céline le descerrajó una furibunda crítica) o Henry Miller le adoraron en su día, todos ellos autores de libros «escandalosos», cada uno a su manera. El «escándalo» llama al «escándalo», como el dinero. Y Céline el nazi, el prohibido, el apestado llamó a sus hijos casi como Drácula a los lobos y a las criaturas de la noche.

Pero el Viaje al Fin de la Noche de Céline nada tiene que ver con Transilvania y sus leyendas porque habla de la verdad del ser humano, sí, en todo caso, con el original de Bram Stoker por su calidad literaria. Céline dice en su pequeño prefacio que «Nuestro viaje es por entero imaginario» y ahí es donde proclama el nihilismo que empapa la obra y empaparía su alma hasta inundarla poco a poco de totalitarismo.

El pesimismo contumaz entre cuyos huecos brotan plantas, hasta flores, tan fuertes, que al final terminan levantando esos adoquines de la vida para mostrar con el lenguaje de la calle (de la vida) la realidad incómoda para comenzar de nuevo, o para intentarlo. El problema del «final de la noche» es la muerte y solo la muerte.

El nazi Céline, lo que va del héroe de la Gran Guerra al colaboracionista con la Gestapo es el hombre declarado una indignidad nacional en Francia en 1950. Y a partir de ahí el hombre contaminado, corrompido, que casi dos décadas antes había escrito sobre la condición humana, la cierta naturaleza del hombre aún sin la transformación malvada.

La elección perversa que le llevó a terminar sus días amnistiado, pero manchado. El escritor que volvió a ser médico, para los más necesitados, en su retiro último en Meudon; el doctor en Medicina y escritor famoso del día a la noche (al fin de la noche) y desde entonces escritor para siempre.

Muerte a Crédito, de 1936, otra obra maestra, recuperó el personaje de Ferdinand Bardamu en su juventud y aún llegarían más obras, decenas de novelas, mayormente menores, que se hicieron mayores en el tiempo de la redención personal que no del perdón social (ni siquiera prosperó ante las presiones el homenaje que tenía previsto el gobierno francés en 2011) con su trilogía del exilio.

En esos años finales le visitaban los vagabundos beat como a una rareza venerable, el personaje prohibido que, antes de tragarse el veneno nazi, dejó escrito el germen desesperanzado de su composición que terminó pudriéndose.

diez frases de 'viaje al fin de la noche' de céline:

  • De los hombres, y de ellos sólo, es de quien hay que tener miedo, siempre.
  • La verdad es una agonía ya interminable. La verdad de este mundo es la muerte. Hay que escoger: morir o mentir. Yo nunca me he podido matar.
  • Palabras hay escondidas, entre las otras, como guijarros. No se reconocen en especial y después van, sin embargo, y te hacen temblar la vida entera, en su fuerza y en su debilidad.
  • Cuando se carece de imaginación, morir es cosa de nada; cuando se tiene, morir es cosa seria.
  • Lo único que cuenta es la vida.
  • Todas las precauciones son pocas con las palabras.
  • Las costumbres se adquieren más rápido que el valor.
  • La vida esconde todo a los hombres. En su propio ruido no oyen nada.
  • Lo único terrible en nosotros y en la tierra y en el cielo acaso es lo que aún no se ha dicho.
  • Hay que aprovechar la ocasión. Es como abrir una ventana en una cárcel, traicionar. Todo el mundo lo desea, pero es raro que se consiga.