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02 de julio de 2024

Activistas trans se manifiestan en Escocia para pedir que siga adelante la ley que ha sido vetada desde Londres

Activistas trans se manifiestan en EscociaAFP

La sociedad antinormativa

Se considera tabú hacer una defensa intelectual explícita de la heterosexualidad, el sexo biológico, el género binario, la familia biparental y la integración psicológica

La línea de ataque más potente de la Teoría Queer es su asalto a la llamada «normatividad» sexual. Este es el patrón básico en toda la literatura académica y en los diversos subcampos que se han inspirado en esta ideología.

En primer lugar, está la propia Teoría Queer, que critica despiadadamente lo que denomina la sociedad «cis-normativa», la sociedad «heteronormativa» y el binario de género masculino-femenino que la sustenta. Luego tenemos una serie de subcampos derivados, como los estudios sobre la gordura, que ofrecen una crítica despiadada de las proporciones humanas saludables, y los estudios sobre la discapacidad, que ofrecen una crítica de las personas bien adaptadas e integradas psicológicamente. La idea general es que se trata de normas, promovidas por la sociedad y reforzadas por el sistema económico capitalista, que parecen estar orientadas hacia la salud, la reproducción y la integración psicológica, pero que, de hecho, se utilizan como mecanismo de opresión contra los grupos no normativos, por ejemplo, las personas que no encajan en el binario de género o en el ideal social heterosexual.

Si profundizamos un poco más, vemos que la Teoría Queer presenta un argumento implícito en dos partes. En la superficie, tenemos un argumento relativista que dice que los ideales normativos son construcciones sociales arbitrarias y que, contrariamente a la visión tradicional, la sociedad puede priorizar lo normativo o lo no normativo según lo desee. En otras palabras, no existe una jerarquía humana inevitable. Al contrario, todas esas estructuras se reproducen a través de sistemas opresivos y deben ser interrogadas y deconstruidas sin piedad porque, en última instancia, ninguna de ellas tiene el monopolio del valor humano.

La segunda parte del argumento, que está oculta e implícita, es un argumento absolutista, porque, de hecho, los teóricos queer no están diciendo que todo sea relativo y que, por lo tanto, no debería haber ninguna jerarquía o conjunto de valores por encima de cualquier otro conjunto de valores. En el fondo, lo que quieren es lograr la hegemonía de lo no normativo, desplazar la vieja sociedad para imponer lo que podría llamarse una «sociedad normativa queer», una «sociedad normativa basada en la gordura», una «sociedad normativa a partir de la enfermedad mental».

Están adoptando una categorización que retoma el concepto marxista de opresor y oprimido pero a lo largo del eje del género y la sexualidad

Y así, la operación en dos partes de este planteamiento es, en cierto sentido, relativismo contra el enemigo y absolutismo en nombre del amigo. Y el objetivo no es la tolerancia o el pluralismo, que a menudo oímos utilizar como argumento retórico superficial. El objetivo es lograr una inversión y la hegemonía de un ideal no normativo, que vemos valorado positivamente en la literatura académica actual en todos sus diferentes ejes: género, sexualidad, tipo de cuerpo o salud psicológica.

Esto ya no es algo meramente teórico sino que está ocurriendo en la realidad de nuestra sociedad. Se observa una enorme explosión en la adopción de identidades no normativas, especialmente entre los jóvenes. En los anuncios, por ejemplo, se ve una composición de identidades sexuales que no es representativa de la curva de distribución normal de la población general. En los centros comerciales, se ven tiendas en las que aparecen modelos obesas, lo que es un intento de normalizar lo que sus textos de marketing presentan como «igualdad de todas las formas y tamaños».

Desde el punto de vista psicológico, vemos que muchos jóvenes se identifican en las redes sociales no solo con pronombres de género, incluidos «neopronombres», sino también identificándose proactivamente con diagnósticos de enfermedades mentales: TDAH, bipolaridad, borderline, TEPT. Hay quien las utiliza no como un problema psicológico que hay que superar o tratar, sino como un marcador de identidad no normativa que se valora y se eleva como superior a una identidad normativa normal que representa una integración psicológica normal.

Se trata de un cambio significativo. Estamos ante un proceso cultural que está dando la vuelta al concepto de normatividad. Y no son sólo los activistas y los intelectuales, sino también las empresas las que están ejerciendo este poder cultural con el fin de rediseñar lentamente la sociedad en su conjunto. Lo que hay que entender es que no se trata de identidades raciales, sexuales o religiosas tradicionales, sino de identidades políticas. Y, de hecho, el señuelo de la Teoría Queer es precisamente éste: están tomando lo que son, en la superficie, identidades de género o identidades sexuales, y las están transformando en una identidad política que tiene un valor que en algunos casos está relacionado con, pero en muchos otros casos no está relacionado con la identidad sexual declarada.

El objetivo no es crear una «sociedad no normativa», es decir, una sociedad relativista en la que ningún sistema tenga más valor que otro, sino crear una «sociedad antinormativa». Y ésta es una distinción clave porque están reduciendo la idea de normatividad a una concepción plástica del poder. Están adoptando una categorización que retoma el concepto marxista de opresor y oprimido pero a lo largo del eje del género y la sexualidad, que debe invertirse para así lograr la liberación. Y creo que el motivo por el que están impulsando este proceso (se puede ver en la literatura, se puede ver en el activismo, se puede ver en las histéricas protestas callejeras, que a menudo culminan en violencia física) es que quieren abolir la sociedad normativa, derribar la sociedad normativa.

Y en esta «sociedad antinormativa» contemplamos también un tipo de ideal oculto. Se puede ver en la cultura, se puede ver en el arte, se puede ver en la música, y se puede ver en todo el universo visual de este movimiento. Podríamos categorizar este nuevo ideal como un «género neutro, no binario, obeso, mentalmente perturbado, usuario del pronombre singular they/them' que opera como un individuo radicalmente autónomo totalmente desconectado de cualquiera de los vínculos, relaciones y restricciones tradicionales». En cierto modo, se trata de una persona que, en la tipología del tipo ideal, trasciende las limitaciones de la estructura heteropatriarcal, trasciende las limitaciones del binario de género y trasciende la expectativa que impone la sociedad respecto de la integración psicológica y la salud psicológica.

Puede causar mucho daño a corto plazo, pero en última instancia creo que la realidad y la naturaleza humana siempre se reafirmarán

En el plano social, este nuevo ideal no puede servir como sustituto funcional; los teóricos queer son incapaces de ofrecer un sustituto para una sociedad gobernada según sus principios. Más bien, el nuevo ideal funciona durante el proceso de negación: disolviendo, atacando, desmantelando y deconstruyendo. Ésos son los verbos y el significado sesgado que hay detrás de todo su trabajo intelectual. Así se puede contemplar este proceso como una inversión nietzscheana de izquierdas, una transgresión total de las normas dadas de la sociedad y una forma, para los activistas de género, de ir más allá de lo binario, de ir más allá de la sociedad heteropatriarcal y lograr así una forma de liberación casi puramente negativa.

Ése es, en última instancia, el único valor que se mantiene en esta ideología: la idea de destruir totalmente las estructuras que inhiben al individuo y lo atan a una serie de expectativas, y de ir más allá de ellas hacia algo desconocido, casi amorfo e indefinible. Se parece a lo que fue la CHAZ, la Zona Autónoma de Capitol Hill, que los activistas de izquierdas establecieron en Seattle durante los disturbios que siguieron a la muerte de George Floyd, que era una zona de liberación total, donde no había reglas y no había que respetar ninguna de las convenciones. Y aunque este tipo de estructura social es inevitablemente efímera y tiene una vida media muy corta antes de desintegrarse, ése es el ideal hacia el que apunta este movimiento.

¿Qué problemas se plantean? A primera vista, creo que todo el mundo tiene la sensación visceral e intuitiva de que algo va mal. Pero el problema último es que una sociedad basada en un ideal antinormativo acabará fracasando. Es algo fundamentalmente inestable. Se basa en una norma que se devora a sí misma. Por ejemplo, si tu tipo ideal es no binario, acabas por no tener ningún tipo de función reproductiva: necesitas tener tanto hombres como mujeres para reproducir la especie. Y así, si has trascendido esas categorías hacia una «sociedad normativa no binaria» estás en una sociedad que se devora a sí misma, una sociedad que se extingue porque niega la propiedad básica de la naturaleza humana, de la palabra latina natura, que significa «nacimiento».

La pregunta, entonces, es ¿por qué ha triunfado la Teoría Queer? Creo que, en parte, porque ha utilizado con éxito el estigma contra cualquier defensa articulada de la sociedad normativa. Se considera tabú hacer una defensa intelectual explícita de la heterosexualidad, el sexo biológico, el género binario, la familia biparental y la integración psicológica. En consecuencia, se ve muy poca producción intelectual que defienda estos sistemas y jerarquías; la gente simplemente los ha aceptado tácitamente. Y si queremos ser justos con los teóricos del género, han tenido éxito sacando esos sistemas a la superficie, socavando esas certezas, proporcionando una crítica que crea dudas y luego implantando un tabú contra su defensa.

Entonces, ¿dónde nos encontramos hoy? Creo que estamos en medio de una lucha moral realmente importante. Estamos luchando acerca de cuáles son los pilares básicos de la sociedad, la naturaleza básica de la realidad. Y tenemos, en un bando, la defensa de lo normativo, y en el otro, el ataque antinormativo. Y la pregunta es, ¿prevalecerá uno o habrá algún tipo de acomodación? Si nos fijamos en lo que está ocurriendo en la sociedad, a corto plazo las fuerzas antinormativas están ganando terreno. Pero, en última instancia, creo que su intento fracasará. Puede causar mucho daño a corto plazo, pero en última instancia creo que la realidad y la naturaleza humana siempre se reafirmarán. Y si se toma la curva de distribución estándar y tratamos de desviarla en una dirección u otra, con el tiempo, habrá una reversión a la media. Habrá un retorno a lo que es un estándar humano universal.

Esto no significa que uno pueda rendirse o dejar la sociedad en manos del destino. En gran medida la construcción social importa: es cómo vivimos, es cómo hablamos, es cómo actuamos en el mundo real. Y, en mi opinión, el mejor resultado sería crear una sociedad normativa con espacio y respeto para las personas que no encajan automáticamente en esas categorías, reconociendo al mismo tiempo que, por ejemplo, el binario sexual es fundamental, inmutable y universal. El objetivo final es crear una sociedad que respete las leyes básicas de la naturaleza humana, que otorgue la misma dignidad a las personas que no encajan automáticamente en las categorías de masculinidad y feminidad, pero una sociedad que va a establecer una jerarquía de valores que conduce hacia una noción de lo trascendente, hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello.

Y en la medida en que la campaña de la Teoría Queer y su ideal antinormativo son contrarios a eso, es importante que resistamos. Es importante que lo cuestionemos abiertamente. Y es importante que no descartemos estas cuestiones como intrascendentes, arbitrarias o sofisticadas. No: tenemos que debatir sobre todas estas cuestiones. Y si podemos participar en el debate, tomarnos en serio estas cuestiones y ofrecer mejores respuestas, creo que podemos llegar a un punto en el que nuestra naturaleza social y nuestra naturaleza cultural estén en consonancia con la naturaleza de la realidad subyacente. En última instancia, ahí es donde queremos estar.

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