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Ilustración: guerrillero 'woke'Paula Andrade

El libro de dos madres para educar a los niños frente a la invasiva subcultura 'woke'

Se titula Raising Conservative Kids in a Woke City: Teaching Historical, Economic, and Biological Truth in a World of Lies (Criando Niños Conservadores en una Ciudad Woke: Enseñando la Verdad Histórica, Económica y Biológica en un Mundo de Mentiras)

Katy Faust y Stacy Manning son dos madres de Seattle autoras del libro Raising Conservative Kids in a Woke City: Teaching Historical, Economic, and Biological Truth in a World of Lies (Criando niños conservadores en una Ciudad Woke: Enseñando la Verdad Histórica, Económica y Biológica en un Mundo de Mentiras). Una obra que nace del hartazgo ante la invasión de la ideología y no de los hechos en la educación de sus hijos.

'Raising Conservative Kids in a Woke City' de Katy Faust y Stacey Manning

El libro tiene forma de manual, casi un manual de guerrilla como el del Che, pero en sentido contrario. Ahora los guerrilleros son los padres y Fulgencio Batista el orden dictatorial establecido por las democracias occidentales, en este caso particular la dirigida por Joe Biden. De la Sierra Maestra cubana a los Estados Unidos, quien lo hubiera dicho, cuyos ciudadanos se rebelan contra la imposición que comenzó de manera indirecta y ya no encuentra (ni los busca) modos de disimulo.

La inspiración de este contramanual viene del clasicismo. La educación clásica que lo woke trata de enterrar con paladas ideológicas. Faust y Manning advierten que la implicación de los padres y una verdadera educación (o reeducación, en su caso) es el motor sin el que su vehículo no funciona: «La educación en casa» que los gobiernos (también el español, recuérdese a la ministra Celaá: «Los hijos no pertenecen a los padres») ponen en duda inmiscuyéndose en los valores familiares. Las autoras proponen conversaciones sencillas con los hijos para empaparles de ideas, como la belleza, que sirvan para identificar las mentiras que estallan como bombas a diario por doquier.

La cultura, la historia o la sexualidad son algunos de los temas estrella a los que se enfrenta (contra la confusión impulsada) el libro, que combate la intoxicación por medio de la construcción de unos pilares en las edades más tempranas que contengan el pensamiento crítico antes de ser disparado, la herramienta para provocar cortocircuitos en las «máquinas» del futuro (y del presente): educar las emociones de los niños para enseñarles a ser honestos y consecuentes con sus principios.

Una primera fase «intervencionista» que da paso al no (o mínimo) intervencionismo en la escuela secundaria, donde los niños ya son capaces de aplicar lo aprendido y de expresarlo por sí mismos: «Tenemos que recordar que la protección es temporal y que no estamos criando niños, sino adultos. Hemos criado a demasiados niños y ahora tenemos estudiantes universitarios que necesitan libros para colorear y espacios tranquilos cuando se enfrentan a una idea que no se alinea con su visión del mundo», afirman, en un mensaje que a grandes rasgos quiere entrenar a los niños para que influyan en la cultura y no para que sean influidos por ella, o por lo que quiera que sea.