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La periodista Jennifer Breheny Wallace durante una entrevista en la CBS

La periodista Jennifer Breheny Wallace durante una entrevista en la CBS

El libro de una periodista conservadora sobre «la cultura tóxica del éxito», ¿un guiño a lo 'woke'?

Nunca es suficiente: cuando la cultura del éxito se vuelve tóxica y qué podemos hacer al respecto es una obra que trata de encontrar un equilibrio confuso entre las «nuevas» y «viejas» ideologías en la educación

El libro se titula Nunca es suficiente: cuando la cultura del éxito se vuelve tóxica y qué podemos hacer al respecto, y su autora es periodista del programa de televisión 60 Minutos, también colaboradora de The Washington Post y The Wall Street Journal. Jennifer Breheny Wallace, conservadora y católica, quiere que los padres dejen de ser ambiciosos con sus hijos y que lo sean consigo mismos.

La consigna es «liberar a los niños de la 'cultura tóxica del éxito'», que significa que los padres no introduzcan a sus hijos en la idea de la competitividad en la educación. Asegura la autora que esta «cultura» se ha apoderado de las vidas de los estudiantes en el colegio y en sus casas. Una «cultura» que se ha vuelto tóxica porque define a un «nuevo grupo de riesgo» en la época de los «nuevos grupos de riesgo» por doquier.

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Cubierta de 'Nunca es suficiente: cuando la cultura del logro se vuelve tóxica'

¿Se refiere Wallace a la cultura del esfuerzo? Pues un poco sí, aunque pone sus miras en las «escuelas de alto rendimiento». La llamada «cultura del éxito tóxico» también se dirige a la presión por obtener las mejores calificaciones y a un exceso de actividades extracurriculares. Dice la periodista que «no pretende acusar a los padres de fallarles a sus hijos», pero lo cierto es que lo hace.

Asegura Wallace que los estudiantes más afectados por la presión constante de la competencia en la educación se encuentran en escuelas de alto rendimiento en todo el país en un ataque directo a dichas escuelas de alto rendimiento. Afirma la escritora que los niños de esas escuelas tienen «entre dos y seis veces más probabilidades de sufrir ansiedad, depresión y trastorno por abuso de sustancias que el adolescente estadounidense medio». Según Wallace, para saber si unos padres les están dando una cultura de éxitos tóxicos a sus hijos deben hacerse cuatro preguntas:

  • «¿Cómo pasan su tiempo fuera de la escuela?».
  • «¿Cómo gasta su dinero en relación con sus hijos?».
  • «¿Qué es lo que les pregunta a sus hijos cuando entran por la puerta?».
  • «¿De qué discuten con los hijos?».

Ambición y equidistancia

El catolicismo de Wallace le lleva a plantearse que la secularización de la sociedad ha provocado que los jóvenes no sean tan reflexivos como cuando la religión tenía un papel más importante en la educación. Según la autora, los estudiantes ya no se hacen preguntas como «quién soy yo» o «por qué estoy aquí». A pesar de sus afirmaciones, la periodista dice no tener problemas con la superación ni con el éxito, definiéndose ella misma como «gran triunfadora»:

«Soy una gran triunfadora. Mi marido es un gran triunfador. Me alegra lograr el éxito. Soy ambiciosa, pero ambiciosa por algo más que el éxito profesional. Soy ambiciosa como esposa; quiero tener una gran vida. Soy ambiciosa como madre; quiero tener una relación sana y conectada con mis hijos. Soy ambiciosa con mis pasatiempos; quiero tener alegría en mi vida. Soy una amiga ambiciosa; quiero tener relaciones profundas, significativas y cercanas. Por eso, lo que les digo a los padres en este libro es: no sean ambiciosos para sus hijos. Simplemente sean ambiciosos para ser mejores». Un curioso y contradictorio mensaje que ambiciona todo, pero cuestiona los medios de la ambición que se encuentran dentro de la cultura del esfuerzo en ¿un guiño equidistante a lo woke?

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