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Catherine L'Ecuyer, en su entrevista con El Debate

Catherine L'Ecuyer, en su entrevista con El DebatePaula Argüelles

Entrevista con la educadora canadiense

Catherine L'Ecuyer: «Hoy hay una especie de culto de la ignorancia y lo fácil»

La lectura de libros es el eje de la educación y de la adquisición de pensamiento propio desde la infancia: «Si a los padres nunca se les ve leyendo, es muy difícil que el niño se interese por la lectura», opina la educadora y psicóloga

es canadiense, doctora en Educación y Psicología, madre de cuatro hijos, autora de libros como Educar en el Asombro o Conversaciones con mi maestra, y vive en España. De modo que el castellano es su «tercer idioma», y lo maneja con una fluidez mayor que un buen número de cargos electos en las pasadas elecciones del 23 de julio.

Catherine L’Ecuyer ha estado en Madrid participando en las jornadas «El reto de leer en el aula», organizado por el Centro Humanismo Cívico de la Universidad de Navarra y que ha contado con ponencias y sesiones prácticas a cargo de Gregori Luri o Enrique García–Máiquez (colaboradores de El Debate) y también de los anfitriones Álvaro Sánchez–Ostiz y José María Torralba.

Otros de los intervinientes han sido Fernando Ariza y Armando Zerolo (profesores de la Universidad CEU San Pablo) o Victoria Hernández Ruiz (profesora de la Universidad Francisco de Vitoria). Además, Catherine L’Ecuyer dirige un postgrado en Educación Clásica y Humanidades (Fundación CLE) en el que participan, entre muchos otros especialistas, Fabrice Hadjadj e Higinio Marín, rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera.

–¿Hasta qué punto es importante lo que se denomina el canon de obras literarias? ¿Sigue hoy en vigor?

–Las obras clásicas no son obras del momento; son obras que, por su originalidad y su calidad, han trascendido el paso del tiempo. Pero hoy hay una especie de moda o culto hacia la ignorancia y lo fácil. ¿De dónde viene? Debemos remontarnos a Rousseau, que odiaba los libros y fue el precursor de que la ignorancia se pusiera de moda. Rousseau inspiró la corriente constructivista de la «educación nueva». La «educación nueva» viene a decir que solo existe la representación que cada uno se hace de la realidad. Según esa corriente, hay una incompatibilidad entre esfuerzo y placer; de modo que, para motivar o interesar a los alumnos, tenemos que rebajar las exigencias del currículum, hacerlo todo fácil, y dar a los alumnos adaptaciones que empobrecen el texto. En el siglo XIX, Claparède, un discípulo de Rousseau, decía en modo irónico que había que inventar un suero contra la fatiga intelectual, para que los alumnos puedan seguir estudiando sin cansarse. Sin embargo, según Montessori, la rebaja del currículo escolar solo puede llevar a que los alumnos se aburran, pues, cuando no hay excelencia, belleza, profundidad, no hay reto y los alumnos dejan de interesarse por aprender. Afirmó que rebajar la exigencia llevaría al caos y a la apología de la ignorancia. Su profecía es muy actual.

–¿Hay un enfoque educativo que apueste por el esfuerzo y el placer intelectual?

–El enfoque clásico–realista (es el enfoque que defiendo en mis libros y en nuestro postgrado) no ve contradicción entre placer y esfuerzo. Cuando tenemos una lectura interesante, encontramos un reto a la altura de nuestras capacidades y entramos en un estado de flow, de disfrute. De lo contrario, si nos rodeamos de situaciones de aprendizaje facilonas en las que el reto está por debajo de nuestras capacidades –por ejemplo, pantallas que lo hacen todo por nosotros–, nos aburrimos porque estamos a remolque de estímulos frecuentes e intermitentes; no sentimos placer, sino fascinación pasiva. La «educación nueva» entiende el aprendizaje en términos de activismo. Mientras la educación clásica se interesa por la actividad interna –la transformación del ser, la sabiduría, la virtud–, la educación nueva se interesa por la actividad externa: el «learning by doing». El caso es «hacer» cosas. Por eso la educación nueva aborrece de la clase magistral, no entiende que la actividad puede ser interna. Ante una clase magistral, si es buena, el alumno puede ser protagonista de su aprendizaje e interesarse escuchando con atención.

Catherine L'Ecuyer, en su entrevista con El Debate

Catherine L'Ecuyer, en su entrevista con El DebatePaula Argüelles

–Las pantallas están cada día más presentes en el aula y en la vida de los chavales. ¿Es desaconsejable tanta exposición? ¿Ese «activismo» y nivel de excitación les genera dificultad de atención, de desarrollo de capacidades, trastornos…?

–Las causas de los trastornos son un tema muy delicado, porque no es lo mismo «correlación» que «causalidad». Hoy sabemos que las causas de esos trastornos son multifactoriales y que el ambiente puede tener un rol importante. Es decir que hay personas con una predisposición a tener ese trastorno, que no lo manifestaran en un ambiente tranquilo, pero que pueden manifestarlo en un ambiente de exceso de estímulos. Hay un estudio que concluye, por ejemplo, que por cada hora que un niño ve la pantalla de cero a tres años, tiene un 10 % más de probabilidad de inatención con siete años. Por esa razón, la Clínica Mayo en Estados Unidos recomienda que los niños pequeños no vean la pantalla, como medida preventiva del TDAH [Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad]. En mis libros, expongo mi hipótesis al respecto. Al sobreestimular al niño, alteramos su umbral de sensibilidad y necesita cada vez más ruidos y estímulos estrambóticos para poder llegar a sentir la realidad. El niño deja de captar los sonidos menos ruidosos, como su madre cuando le llama para cenar o un pajarito que gorjea en la ventana. Ese mecanismo es problemático, pues en las aulas no existe un espectáculo continuo, sino unos maestros que hablan; y los niños están como inadaptados a la realidad cotidiana, tanto en el aula como en su casa. Vuelven a su casa y son incapaces de tener una conversación con sus padres en la cena, debido a esa adicción a la velocidad y al ruido continuo. El picoteo adictivo nos convierte en presas irreflexivas y en enamorados de la irrelevancia.

Las causas de los trastornos son un tema muy delicado, porque no es lo mismo «correlación» que «causalidad»

–Volviendo a la lectura, ¿cómo es la propuesta que usted plantea?

–La comprensión lectora de un niño es como un estanque: cae la lluvia, que son las palabras, y, cuando toca la superficie del agua, el niño las capta y las entiende. Si hay una palabra que desconoce, es como una gota que cae fuera de la superficie, resbala hacia el agua, sube el nivel y crece la superficie –por tanto, a la siguiente lectura, se capta el significado de más palabras–. Aunque no entienda la palabra nueva, con las palabras que ya conoce puede hacerse cargo del significado, de modo que el niño adquiere vocabulario leyendo. Es un círculo virtuoso. Por eso es muy importante en el colegio que los textos se ajusten a las capacidades de los niños –no vamos a darle a un niño de 5 años El hobbit– y que siempre haya un reto. Por otro lado, el interés por la lectura debe despertarse en el hogar; si no hay libros en la casa, si a los padres nunca se les ve leyendo, es muy difícil que el niño se interese por la lectura.

El cómic puede desempeñar un papel importante en la adquisición de lectura y escritura

–¿De qué modo se debe leer en el aula?

–Es muy importante contar con un plan de lectura bien pensado por parte del claustro, y que vaya más allá de los convenios con editoriales. Debe ser un plan de lecturas atemporales, de clásicos, lecturas que hayan sobrevivido al tiempo porque hay suficientemente personas que consideran que son obras originales, de calidad, que valen la pena ser leídas. El plan de lectura ha de ser un plano inclinado desde primaria hasta bachillerato. Por supuesto, los profesores tienen que haber leído esos libros previamente, los tienen que conocer muy bien, han de estar en condiciones de comentar el libro en clase y de poder moderar una conversación al respecto con los alumnos. No es suficiente que el niño se lo lea y que le hagamos preguntas solamente para «controlarle», para saber si hay leído o no la obra. Ese tipo de exámenes lleva al alumno a memorizar la trama, sin entenderla. Debe hacer una lectura comprensiva del libro. ¿Cuál es su sentido? ¿Por qué se escribió esa obra? ¿Qué tenía en mente el escritor y qué significan los acontecimientos?

–¿También el cómic?

–El cómic puede desempeñar un papel importante en la adquisición de lectura y escritura en una edad temprana, porque es una lectura que se hace por placer. Ahora bien, es importante que ese cómic que escogemos tenga calidad. Los de mi época están llenos de modelos de virtudes, como por ejemplo Tintín, y también Astérix y Obélix, o Johan y Pirluit. Podríamos llamarlos clásicos, porque superan la prueba del tiempo. Hay padres y expertos que están realizando una buena tarea de recopilación de clásicos, como Miguel Sanmartín Fenollera.

Rousseau odiaba los libros y fue el precursor de que la ignorancia se pusiera de moda

–Precisamente Miguel y también su hermana Natalia son algunos de los muchos docentes de su postgrado en Educación Clásica y Humanidades, impartido por la Fundación CLE. ¿Qué nos puede decir de este postgrado?

–Sí, ese postgrado arranca en 2024. Está dirigido a padres, maestros, profesionales y directores de colegios. Trataremos de la historia de la filosofía, del constructivismo, de la educación en virtudes, de la importancia de la belleza y de la sensibilidad, de la importancia de un clima cultural asentado en el espíritu clásico en el hogar, de la universidad y de los fines de la educación, de la educación basada en las evidencias, del papel de la tecnología en la educación, de las humanidades ante el reto del transhumanismo, de la inteligencia artificial y de la neuroética, de la libertad educativa, entre otros muchos temas. El postgrado se ofrece a tiempo parcial (dos sábados al mes), dura un año, es presencial y de desarrollará en Madrid. La finalidad es formar a personas inquietas en la corriente de educación clásica, que no existe actualmente en el panorama educativo español.

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