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La galería de la cárcel de Kilmainham en Dublín

La galería de la cárcel de Kilmainham en Dublín

El curioso caso de cómo la cárcel es el mejor lugar para convertirse en un lector impresionante

Algunos reclusos han aprovechado sus penas para leer todos los libros que en libertad nunca hubieran leído, como contó el exrecluso Daniel Genis

En 2014 la revista The New Yorker publicó un artículo sobre un hombre llamado Daniel Genis. Su padre era crítico cultural y ensayista de origen ruso, Alexander Genis, y Daniel creció en una ambiente bohemio, literario y lector. Lo que sucedió es que el joven Genis se hizo adicto a la heroína y comenzó a tener deudas importantes con los traficantes.

Para poder pagar lo que debía, algo que le ocultaba (incluida su adicción) a su propia esposa, decidió cometer una serie de robos en varias tiendas y a algunos transeúntes cuchillo en mano. Todo pareció salir «bien», pero, meses después, una de las asaltadas le reconoció en la calle por casualidad y fue detenido. Genis había trabajado para su padre desde niño, incluso completando traducciones del ruso.

Nietzsche en la adolescencia

Antes de la adolescencia ya había leído a Dante, Montesquieu, Nietzsche y a los beat, cuya lectura le empujó al juego de las drogas como sus ídolos literarios. El caso es que Genis pasó diez años en la cárcel de New Haven, donde su misión, casi natural, por su ascendencia, por la insistencia de su padre y por la soledad, fue leer sin cesar.

Un reportaje de La Vanguardia narra una pequeña historia de los presos lectores en la cárcel de Brians 2, con testimonios como el de Joan, quien asegura que en menos de un año leyó 225 libros. No son muchos los reclusos que leen, pero los que sí, lo hacen al ritmo asombroso de hasta 150 volúmenes al año. Genis superó esas cifras. Su padre (casi el abate Faria de El Conde de Montecristo) le animó a leer Ulises y también los siete tomos de A la Busca del Tiempo Perdido de Proust, tarea en la que tardó un año.

'Los Buddenbrook' de Thomas Mann

'Los Buddenbrook' de Thomas Mann

Antes había empezado leyendo libros de presos como Papillón o el Archipiélago Gulag de Sholzenitsyn, para continuar con biografías de dictadores asesinos como Mao o Pol Pot y seguir con la filosofía para atenuar y asimilar aquellos horrores. Schopenhauer, Pascal o Rousseau pasaron por sus manos y por sus ojos, mientras se aligeraba de tanta carga con la ciencia ficción de Philip K. Dick o Los Buddenbrook de Mann, Moby Dick, Henry James y buena parte de las joyas del XIX y principios del XX.

La pregunta

Dijo que había leído libros impensables simplemente porque estaban allí, y también revistas como Harper's o The Atlantic y sus sesudos artículos y relatos. A los rusos se los leyó en inglés y en ruso para no matar el tiempo, sino para vivirlo. leyó miles de libros y escribió una novela.

Daniel Genis se pasó diez años en la cárcel leyendo sin parar como prueba de que el encierro forzoso es el mejor lugar, si uno quiere (y si uno puede), para convertirse en un lector impresionante, pero ninguna otra prueba mejor para demostrarlo que la pregunta que le hizo el autor del reportaje sobre él en The New Yorker. Alex Halberstadt le preguntó a Daniel Genis qué libro estaba leyendo en ese momento, y el protagonista le respondió que no había leído ninguno desde que había salido de la cárcel.

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