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'Nerón y Séneca' de Eduardo BarrónMuseo del Prado

Séneca o el multimillonario filósofo estoico que no vivió como predicaba

Nacido en Córdoba y máxima figura del estoicismo junto a Epicteto y Marco Aurelio, fue en su época un hombre extremadamente rico y consejero del cruel emperador Nerón

El alcaraván es el ave donde curiosamente se origina el refrán «Consejos vendo que para mi no tengo». A este animal se le atribuye la costumbre de que cuando aparece un peligro, como un ave rapaz o un cazador, emite sonidos agudos para avisar, mientras él permanece quieto, de tal modo que todos se salvan, menos él.

Nuestro alcaraván filosófico es en este caso el «cordobés» Séneca, que lejos de ser cazado, anduvo escabulléndose de las sucesivas condenas a muerte de las que fue objeto en vida por las envidias o por el poder que acumuló como máximo orador del Senado, en sus idas y venidas de Roma, por exilios y regresos, hasta que no pudo escapar de la condena de su discípulo Nerón, convencido por los contrarios de su maestro, de que había conspirado contra él.

Más allá de su azarosa vida política, Séneca fue uno de los filósofos estoicos esenciales junto a Epicteto y Marco Aurelio, pero, al contrario que ellos, cultivó la riqueza (al lado de Nerón) hasta límites inalcanzables, lo cual era absolutamente contrario a los ideales estoicos que predicaba y por los que ha pasado a la historia.

Dicen que poseía 300 millones de sestercios de fortuna, frente a los 5 que solía tener un senador medio, además de múltiples propiedades repartidas por el Imperio. Ya los contemporáneos le mostraron sus contradicciones, de las que el propio Séneca, hombre brillante, por supuesto siempre fue consciente, y para las que el también escritor y político siempre tuvo respuesta.

Él mismo dijo: «Sé que no estoy viviendo la vida que predico, pero lo intento». El ideal sobre el que escribía y teorizaba, pero que le resultaba personalmente inalcanzable. Dicen que siempre luchó contra quién era, tratando de ser lo que quería sin éxito; o sin éxito personal, pero sí universal: el caso curioso del filósofo que habló, pensó y escribió sobre la verdad que le era esquiva en sus formas, pero que no lo ha sido para millones de personas a lo largo de la historia de los hombres.

Una verdad cierta que se pudría entre las manos que escribieron y encubrieron los asesinatos de Nerón (a su madre) o adularon al cruel emperador (que terminó condenándole a muerte casi como un destino ineludible y «justo») en textos de una hipocresía rampante, que sin embargo fueron origen, como una especie de penitencia para sí y teórica para la humanidad, de algunas de sus grandes obras llenas de la virtud real de la que carecían sus actos.