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Gregorio Luri y Pablo Velasco en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”

Gregorio Luri y Pablo Velasco en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”Paula Argüelles

Congreso 'El conservatismo hoy'

Gregorio Luri repasa la historia de los conservadores españoles, de Jovellanos a Maura, Cánovas o los políticos de Suárez

CEU-CEFAS y The European Conservative organizan el congreso «El Conservatismo hoy: la defensa de las libertades, las tradiciones y la cultura», con la participación de profesores de universidad, filósofos y periodistas venidos de Estados Unidos, Reino Unido, Italia, entre otros países.

Con estas palabras de Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, ha comenzado el congreso internacional sobre conservadurismo en nuestros días, centrado en aspectos culturales y en la libertad: «Es necesario reivindicar la libertad y el derecho de ser fiel a tus tradiciones y necesitamos coordinar la defensa de este pensamiento». A continuación, el filósofo Gregorio Luri ha impartido una conferencia sobre «Historia y tradición del conservadurismo español», con previa presentación de Pablo Velasco, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo.

Según Velasco, Luri es «maestro y amigo», y, mediante libros como La imaginación conservadora (2019), está conformando la «imaginación política de una generación», a partir de un concepto de conservadurismo repleto de notas, como su vocación de ser «árbol de hoja perenne que, aunque se le caigan hojas, nunca se queda sin follaje».

«A la Eternidad hay que llegar cansado»

Luri, para agradecer las palabras de Velasco, ha señalado que siempre está dispuesto a colaborar en todo tipo de causas, pues «a la Eternidad hay que llegar cansado». Comenta que, cuando le preguntan por qué se define políticamente como conservador, suele dar repuestas de este tipo: «Porque no me considero mejor escritor que Cervantes por el mero hecho de escribir después de él; porque no quiero irme de este mundo sin pagar; porque soy moderno… pero no solamente moderno».

Prosigue: «En este club nos encontramos gentes provenientes del conservadurismo teológico y moral, del romanticismo patriótico, de las diferentes formulaciones de la filosofía de la imperfección humana, del ocasionalismo, del neoconservadurismo… y no faltan tampoco los que yo llamo ‘conserva-suyo’». En todo caso, «el conservadurismo no es la ideología con la que las clases altas blindan sus privilegios», sino que procura plasmar el pensamiento cotidiano del hombre corriente. Por esto destaca decena y media de rasgos del conservador, como su desconfianza del historicismo, su actual conciencia de heterodoxo, su negación a someter la moralidad a la historia, su nítida vocación de política social, su talante colectivo, el reconocimiento de los límites… o, citando a Chesterton, su defensa de «la pequeña utopía de la risa, el matrimonio y la cerveza».

Gregorio Luri durante su intervención en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”

Gregorio Luri durante su intervención en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”Paula Argüelles

Tras este esbozo repleto de humor y bonhomía, Luri ha ido señalando algunos de los conservadores españoles que le parecen más destacados desde el siglo XVIII, empezando por Jovellanos, a quien proclama «padre del conservadurismo español». Entre otros argumentos, lee algunos extractos de los escritos de Jovellanos: «Desconfío mucho de las teorías políticas y más de las abstractas», dice el primero. Otro argumento es la fe que tenía Jovellanos en la «Constitución histórica» por encima del texto aprobado en Cádiz el 19 de marzo de 1812. Jovellanos no creía en el mimetismo político, en la adaptación acrítica de lo que hicieran otros países en sus instituciones.

Tras este intelectual gijonés, Luri ha señalado varios nombres: desde Martínez de la Rosa hasta Cea Bermúdez, deteniéndose Balmes, autor de una frase que repite mucho el maestro navarro: «¿Queréis evitar revoluciones? Haced evoluciones». Según Luri, el heredero más cabal de Balmes fue Ángel Herrera, pues lo consideraba «el más grande de los periodistas políticos doctrinales», además de un hombre comprometido de manera constructiva con su tiempo. Herrera elogiaba la propuesta de Balmes de que Isabel II se casara con el pretendiente carlista, a fin de reconciliar al país. En 1966, Gil Robles mostraría en las Cartas al pueblo español sus críticas al régimen franquista citando a Balmes.

Otro conservador que aparece en el listado de Luri es Bravo Murillo, cuyo lema era «Moralidad y economías», y que «reformó los planes de enseñanza, hizo estudiar agricultura a los maestros para fomentar la riqueza campesina nacional, forjó un plan de carreteras, fomentó la construcción de ferrocarriles, proyectó canales, etc.». Otro es Severo Catalina, el cual, en referencia a las mujeres, afirmaba: «La historia de la humanidad no podrá escribirse en tanto la educación se limite a una parte de la humanidad. El mundo no sabe todavía lo que es la mujer porque la sociedad le cierra la boca desde que nace hasta que muere. ¿Por qué las mujeres no habían de acudir a universidades y recibir grados y ejercer profesiones científicas e industriales?».

Castelar, «el primer neoconservador»

Y precisamente es una mujer a quien también celebra Luri: Concepción Arenal, a resultas de su trabajo en las prisiones. «El delincuente no es un caso, en un hombre susceptible de enmienda», y por eso la prisión ha de ser «un hospital donde lo enfermo son las almas», decía Arenal (Estudios penitenciarios, 1876).

Por supuesto, resalta Cánovas, quien pensaba que «la política es el arte de aplicar en cada época de la historia aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible». Según Luri, «Cánovas logró que, en un país dividido por las guerras civiles, los pronunciamientos y la intolerancia, se impusiera ‘la licitud de todas las ideas y la legalidad de todos los partidos’», parafraseando a Canalejas. Cánovas presentó al gobierno los primeros proyectos sobre descanso dominical y protección de mujeres y niños.

Al mismo tiempo, Luri incluye en la nómina de conservadores españoles a Castelar, porque fue un «un liberal asaltado por la realidad», es decir, «el primer neoconservador del mundo». «La desastrosa experiencia republicana le enseñó que educar ciudadanos es más importante que educar revolucionarios y que la república española era inviable sin un partido conservador republicano».

Gregorio Luri y Pablo Velasco en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”

Gregorio Luri y Pablo Velasco en la mesa 'Historia y tradición del conservatismo español”Paula Argüelles

Según Luri, si entre finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX «hubo políticas sociales en España, es porque estaban acompañadas de importantes estudios sociales llevados a cabo por conservadores». Y aquí saca a colación al navarro Sanz Escartín, «un socialcristiano decidido a hacer intervenir al Estado para ‘mitigar los males producidos por el moderno industrialismo’, y mejorar ‘la situación de las clases desvalidas, haciéndolas participar de los beneficios de la civilización’».

Otros logros conservadores —aquí Eduardo Dato es un personaje de enorme relevancia— fueron la ley de accidentes laborales de 1900, la creación del Instituto Nacional de Previsión, o en 1920 la aparición del Ministerio de Trabajo. A ellos se une Manuel de Burgos y Mazo, quien, «siendo ministro de la Gobernación en 1919, intentó sacar adelante una ley electoral que contemplaba el sufragio universal al otorgar el voto a las mujeres».

Por supuesto, Maura y Canalejas continúan con esta estela conservadora no reaccionaria, sino social. De hecho, «el maurista Augusto González Besada presentó un proyecto tributario sobre la renta que gravaba las fortunas que se hicieron durante la Primera Guerra Mundial, con el argumento de que habían sido posibles gracias a la neutralidad de España». Frente a los «liberales que lo acusaron de leninista», El Debate (18 de octubre 1918) proclamaba: «A nosotros nos parece bien; una vez más se da en la política española el raro fenómeno de que sean políticos conservadores quienes llevan a la legislación los más audaces y modernos avances democráticos, así en el orden fiscal como en el social».

De Alcalá Zamora a los conservadores de Adolfo Suárez

Por otra parte, el republicanismo de segunda generación contó con políticos conservadores, como el presidente Alcalá Zamora, si bien resulta «difícil de entender por qué Alcalá Zamora, que pudo haber sido el político que hiciera posible no una República conservadora, sino una política con conservadores, no estuvo a la altura de este reto». Reflexiona Luri: «Se podrá objetar a los conservadores que les faltó entusiasmo republicano, pero también a los republicanos de etiqueta negra les falto visión republicana de la realidad española».

A través del conservadurismo que integraba las filas de la CEDA, Luri enlaza con la oposición democrática al franquismo —como Izquierda Demócrata Cristiana, «partido en el que ingresará Ruiz Jiménez, que en 1963, publicó Cuadernos para el diálogo»—, y luego con los conservadores de que estaba rodeado Adolfo Suárez y que hicieron posible la transición entre 1975 y 1978: Alfonso Osorio, Fernando Álvarez de Miranda, Pío Cabanillas, Íñigo Cavero, Leopoldo Calvo Sotelo, Landelino Lavilla, Marcelino Oreja, José Manuel Otero Novas, Óscar Alzaga…

Sobre la Constitución, comenta Luri que su artículo 129.2 —que dice que los poderes públicos «establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción»— fue una propuesta de Licinio de la Fuente, integrado en Alianza Popular (hoy Partido Popular). «Jordi Solé Turá, representante del PCE en la ponencia, admitió que él no se hubiese atrevido a tanto», apostilla Luri.

Para concluir, este maestro navarro ha citado un lamento de Suárez, tras una reunión de la UCD: «¿Por qué no nos queremos más?». Y ha contado una anécdota de Alfonso XIII, quien, sabedor de que los ingleses detestan mojar pastas en el té, hacía exactamente esto cuando se reunía en Londres con otros españoles. Y gritaba con entusiasmo: «¡Españoles! ¡A mojar!». Hace Luri suya esta arenga y añade: «E interpreten ustedes estas palabras como mejor les parezca».

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