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Luis Mateo Díez: «En la creación, en la escritura, la libertad es fundamental»

El galardón, considerado el 'Nobel' de la literatura en español, está dotado de 125.000 euros. Sucede al poeta venezolano Rafael Cadenas, vencedor del año pasado

«Muchas gracias. Muchas gracias por acompañarme en este momento especial, que tiene su dosis de sorpresa y de reconocimiento de algo que uno viene haciendo durante tanto tiempo... que es una enorme satisfacción». El escritor español Luis Mateo Díez aparecía humilde y algo titubeante ante la prensa tras conocer que era el ganador del Premio Cervantes 2023. En la Real Academia Española, con su traje y poco después de recibir la llamada de «un ministro al que no conocía», el galardonado ha reconocido haber recibido la noticia con sorpresa,

En el edificio en el que ocupa la silla «I», tras conocer que es el Premio Cervantes 2023, según el jurado por tener «una prosa y una sagacidad que lo hacen singular, sorprende y ofrece continuos nuevos desafíos con los que traspasa el ámbito de la fantasía», ha declarado no estar seguro de saber lo que tenía que decir. «Estoy encantado de la vida. Soy de esas personas a las que les gustan las cosas buenas. La verdad es que estaba un poco ido; os reconozco que ando un poco pirado, porque esto de ser octogenario es una circunstancia de la que quizá os interese que os hable», declaraba disculpándose por su falta de discurso.

«Soy como un niño cariñoso al que la gente quería mucho»

Sin embargo, pronto ha cogido carrerilla. «Soy un escritor de una obra muy prolífica (no sé si excesivamente prolífica), pero puedo daros alguna de las razones de que mi obra sea así. A lo largo de la misma he tenido algunas circunstancias especialmente favorables para que haya podido hacerla: entre ellas, una crucial, en la que están los elementos circunstanciales de mi vida, es la amistad», ha afirmado emocionado. «La amistad ha sido fundamental para que yo pudiera escribir mi obra. Encontré lectores amigos y editores cómplices, y me di cuenta de que podía desarrollar mi obra en un ámbito de complacencia», repetía, afirmando su suerte al no tener que haber luchado con circunstancias inhóspitas o falta de reconocimiento.

«Soy como un niño cariñoso al que la gente quería mucho. Y eso en mi personal historia me ha proporcionado ayuda. Grandes editores que no solo me descubrieron, sino que me quisieron, me apreciaron y establecieron conmigo una vía de amistad y admiración. Esto da seguridad para hacer lo que a uno le dé a gana. En la creación y la escritura, la libertad es un punto fundamental», ha aseverado.

En ocasiones, Luis Mateo Díez ha dejado entrever su sentido del humor, mezclado con algo del despiste del que ha hablado en su presentación. Hablando del ministro de Cultura, Miquel Iceta, ha confesado de nuevo que no le constaba su nombre: «Este señor ministro que no sé ni quién es, perdónenme, me ha llamado y yo andaba hoy un poco adormilado, porque últimamente no tengo mucha conciencia de dónde estoy...», confesaba, antes de defender su sentido del humor: «No quiero utilizar la trivialidad para restarle solemnidad a este momento, porque no tiene nada de trivial, y menos para mí, después de tantos años y casi 40 libros publicados».

La amistad ha sido fundamental para que yo pudiera escribir mi obra

A sus 80 años –dato que ha recordado en varias ocasiones durante su intervención–, ha aprovechado la ocasión para desvelar que «la edad es una mentira, la vida es incómoda y la felicidad no existe». Eso sí, ha asegurado que sus «mejores novelas no se han publicado todavía».

La infancia, territorio fértil

«Yo provengo de una experiencia personal y de una cultura relacionada con ella, que es mi infancia, de un territorio donde permanecía viva la tradición a través de la oralidad de las culturas populares», relataba sobre el pueblo leonés en el que creció. Caminando los caminos de la antropología cultural y rebuscando en el baúl de los recuerdos, ha afirmado que es «hijo de aquellas reuniones y del apego que hay en esa tierra a la tradición, una tradición que es universal, que se ampliaban con lecturas». Para Mateo Díez, sus lecturas ampliaban aquello que había vivido en la interioridad de su pequeño destino, donde asistía a los filandones y a las reuniones familiares.

Preguntado por qué obra suya recomendaría que leyera alguien que todavía no se ha introducido en sus textos, el escritor ha defendido que, en conjunto, «construyen un universo común, una geografía unitaria». «No he andado por caminos realistas, documentales o sociológicos, sino fundamentalmente imaginarios. Y que responden a lo que entiendo como convicción personal que es el arte y la literatura, irrealidad. Yo propongo un viaje», ha descrito. También ha revelado que La muerte de Iván Ilich, de Tolstói, es la novela que más le ha marcado.

«Hay alguien que escucha, que es un niño, que oye historias pero no lo hace en lo individual, sino en lo colectivo, en lo vecinal. Tiene un compromiso con esa memoria colectiva, que es heredada a través de los tiempos: una ventana de ámbito universal«, relataba, hablando de sí mismo y de cómo con el tiempo adquirió conciencia de que las emociones infantiles, de todo lo que le había conmovido, tenía un respaldo universal. »Yo tengo un sentido de lo que puedo contar, de mis historias y mis leyendas, que no pertenece al mero ámbito local, donde las cosas tienen una sustancia pequeña, costumbrista. Sé que es una imagen universal".

Tengo un compromiso con esa memoria colectiva, que es heredada a través de los tiempos: una ventana de ámbito universal

«No he sabido escribir historias que tuvieran que ver con la suerte, las desgracias y efemérides de lo que nos está pasando ni de las circunstancias tan problemáticas en las que vivimos. Me apetecía escribir fábulas más sustanciales, que fueran referentes metafóricos o simbólicos. Que te produjeran experiencias que estuvieran más allá de la pequeñez de lo que vivimos. Con mi escritura intento conquistar un territorio y belleza que subyugue al lector», ha descrito.

«Me siento un poco Don Quijote»

«Con El Quijote, todos nos hemos dado cuenta, en nuestra conciencia de escritores, de que la historia de Alonso Quijano era la historia universal del destino del ser humano», ha continuado tras afrontar su descripción como «cervantino». Mateo Díez ha reconocido que, tras ganar el premio, se siente «un poco Don Quijote» y se ha deshecho en elogios con los personajes creados por Miguel de Cervantes. «Es la historia del pleito entre lo real y lo imaginario. La quimera y cómo desde la quimera se puede llegar a la locura. Y cómo al final se puede regresar a la lucidez que da sentido a todo aquello que hemos vivido», aseveraba. «Ser cervantino es el recurso más a mano que tenemos. No hay mayor sentido de ejemplaridad, compromiso y ambición que la historia de Don Quijote y Sancho, esa cabalgadura más allá de lo indebido e improbable, del destino de lo que somos», ha defendido.

«Tengo la peculiaridad, no solo la singularidad, de que toda mi obra, desde mi primera novela, Las estaciones provinciales, hasta hoy, construye un universo común, una geografía unitaria», ha definido sobre la mayor característica de su ficción. «Es algo así como una especie de provincia sin nombre, que anda un poco por el noroeste peninsular pero no es mi provincia personal: es la provincia del hombre. En ella hay un universo global, y en esa provincia innominada, en el suroeste, hay una comarca, que está nutrida de lo que yo llamo 'ciudades de sombra'. No voy por caminos realistas, documentales o sociológicos, sino fundamentalmente imaginarios. Ciudades que responden a lo que yo entiendo como convicción personal de lo que es el arte, siguiendo a Borges: la irrealidad», ha descrito, antes de afirmar con fuerza que «el compromiso fundamental del arte es con la vida».