El Debate de las Ideas
La Ilustración, ruptura y continuidad
Gracias a la Revolución francesa se expanden las ideas ilustradas más radicales, aunque lo hicieran dejando tras de sí un terreno ensangrentado y un enfrentamiento social duradero
El XVIII ha sido durante mucho tiempo un siglo controvertido. Los liberales y la izquierda en general lo ensalzaron, tanto por haber dado a luz a la Ilustración, como por su carácter rebelde y revolucionario. En él tiene lugar el primer gran ataque al llamado Antiguo Régimen, nacido en la Edad Media y desarrollado durante las centurias del XVI y del XVII, sobre el cual se edificaría el orden liberal, luego democrático, que caracteriza a nuestra época en Occidente. Para la izquierda de filiación marxista, el movimiento ilustrado, aunque promovido básicamente por la burguesía, constituyó un paso necesario para la caída de dicho Antiguo Régimen (el sistema feudal en sus propias palabras), la posterior derrota de la misma y la construcción de la soñada sociedad sin clases sobre sus ruinas. De ahí que, a pesar de las diferencias ideológicas con respecto a la Ilustración que caracteriza la centuria, la izquierda lo considerara como un punto de inflexión histórico positivo para llegar a su ideal tras superarla.
Dentro del propio siglo XVIII, la Revolución francesa brilla con luz propia. Gracias a ella se expanden las ideas ilustradas más radicales, aunque lo hicieran dejando tras de sí un terreno ensangrentado y un enfrentamiento social duradero. Y es que, para la ideología marxista, ningún avance real puede haber hacia el paraíso igualitario y desalienado sin lucha, dolor y sufrimiento, si bien la marcha de la propia Historia asegura el triunfo final. Por ello, masacres tan terribles como las perpetradas en la región de la Vendée, episodio dramático recreado en una película reciente, o el aguillotinamiento de miles de ciudadanos, entre ellos no pocos sacerdotes, durante el furor revolucionario, hayan estado prácticamente desaparecidos en la historiografía de corte liberal o en la también llamada progresista.
Para la ideología marxista, ningún avance real puede haber hacia el paraíso igualitario y desalienado sin lucha, dolor y sufrimiento
Pero, ¿qué cambios en las ideas y la cosmovisión trajo consigo la Ilustración con respecto a aquellas otras que dieron coherencia y coexistencia a las sociedades occidentales durante siglos? ¿En qué medida el movimiento ilustrado representó una ruptura y en cuál una continuidad? ¿Cuáles fueron las consecuencias de su irrupción para el mundo contemporáneo y, particularmente, para nuestra época? ¿Hasta qué punto, en momentos de crisis de la razón como los presentes, nos sentimos herederos de él?
A estas y otras preguntas semejantes se he tratado de responder en mi libro-ensayo De la Ilustración a la época posmoderna: continuidad y ruptura, recientemente publicado (Aula Abierta, Mc Graw Hill, 2023), sin traspasar un prudente número de páginas, al objeto de que su contenido no se le haga demasiado largo y pesado al lector medio actual, casi siempre menguado de tiempo.
Tras dilucidar las características del movimiento ilustrado, analizar su problemática y las condiciones de su aparición, la obra se articula alrededor de los grandes ejes temáticos esenciales del mismo (Dios, la ley y el orden natural, la Razón, el progreso, la felicidad, la libertad, la educación, el clasicismo), tratando de estudiar y sopesar en cada uno de ellos los cambios introducidos con respecto a la tradición occidental cristiana y clásica, y viendo asimismo cómo todos ellos, convenientemente interrelacionados, han sido capaces de promover una alternativa de carácter global, no sin contradicciones internas, tanto del Antiguo Régimen, como, yendo más allá, de los fundamentos culturales y sociales de dicha tradición.
Existe una relación de continuidad-discontinuidad entre mundo medieval y moderno, Ilustración y sociedad posmoderna
Sin embargo, como no podía ser menos, un cambio tan profundo tuvo consecuencias inevitables para nuestra visión de Dios, del mundo y del hombre, además de establecer las bases de lo que conocemos como la edad contemporánea. Por lo tanto, si la Ilustración no puede entenderse sin las raíces cristianas y clásicas previas de nuestra civilización, y justamente por eso no ha podido surgir en el seno de otras culturas distintas a la nuestra; tampoco lo puede ser la cultura posmoderna sin los cambios previos introducidos por la Ilustración.
Existe, pues, una relación de continuidad-discontinuidad entre mundo medieval y moderno, Ilustración y sociedad posmoderna. De hecho, esta última no deja de ser una Ilustración desencantada de sí misma, crítica con sus propios fundamentos. Y, por ende, en general olvidada, cuando no rechazada, por la izquierda de inspiración marxista y el actual progresismo, a pesar de basar premisas esenciales de su ideología en algunas ideas de corte ilustrado, como la emancipación del hombre y relativismo.