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08 de septiembre de 2024

Juan Manuel de Prada durante un momento de la entrevista con El Debate

Juan Manuel de Prada durante un momento de la entrevista con El DebateEl Debate

Juan Manuel de Prada: «Los escritores ateos y socialistas triunfan porque los ateos y socialistas compran sus libros»

Docenas de escritores que no son, o no fueron en su tiempo, autores reconocidos conforman el nuevo ensayo de Juan Manuel de Prada, el cual afirma: «Leonardo Castellani me salvó en un momento en el que mi fe estaba a punto de claudicar»

De Prada ha ido construyendo sus preferencias estéticas y su visión del mundo apoyándose, en mayor o menor medida, en novelistas, poetas, periodistas, ensayistas que, en vida o tras su muerte, han padecido marginación. Muchos de ellos hoy acumulan polvo extramuros de lo que se considera correcto o digno de imitarse.

Pero Juan Manuel de Prada los reivindica en Raros como yo (Espasa), una colección de medio centenar de semblanzas, entre las que cabe resaltar la de Ernest Hello, Léon Bloy, Pedro Luis de Gálvez, Juan Antonio de Zunzunegui, Castellani, y casi una decena de autoras catalanas a las que ha conocido gracias a su investigación en torno a Ana María Martínez Sagi. Sobre esta «gavilla de malditos» –algunos de gran calidad, otros no tanto, desde luego– dice: «En todos ellos hay un rasgo humano o literario que me fascina o me suscita reverencia».

'Raros como yo' (Espasa), el nuevo libro de Juan Manuel de Prada

'Raros como yo' (Espasa), el nuevo libro de Juan Manuel de Prada

Sumario: «Invocar el ‘non serviam!’ es ser sistémico, porque vivimos en un mundo endemoniado

–Este libro alude al concepto de «malditismo». ¿Hablamos de raros, de extravagantes o, sin más, de gente que no cuadra y que recibe el estigma de malditismo?

–Este libro no pretende presentar un modelo, sino que incluye desde escritores rocambolescos o estrambóticos hasta escritores muy lúcidos y muy críticos con la sociedad de su tiempo. Lo que nuestra época califica como bohemio, maldito, etcétera, es una gran mentira, porque el maldito de nuestro tiempo, en realidad, es el artista o escritor sistémico. Que lleva formas de vida aplaudidas por el sistema, que defiende los paradigmas culturales del sistema y que, con una pose de rebeldía, de desplante, de aspaviento, es aplaudido como si fuese un gran subversivo. Contra esta idea me rebelo, y propongo modelos que son auténticamente malditos, personas con una actitud literaria, estética, filosófica, personal, radicalmente encontrada con el pensamiento dominante en su época, o incluso en la nuestra, que ha creado un maldito de mentira.

–El malditismo viene de hace mucho tiempo; ¿hay en ello algo de pose, de morbo por sentirse rupturista y outsider?

–No, no. Es una posición desagradable. Otra cosa es que llega un momento en que es la única posición que te resta. Pero no, no creo que a nadie le guste ser maldito, auténticamente maldito. A nadie le gusta vivir a la intemperie. A nadie le gusta no encajar en ninguna parte. Yo creo que maldito lo eres a tu pesar. Salvo que seas un perturbado. En mi caso, es absolutamente malgré moi, a pesar mío.

García Serrano es uno de los más brillantes de lo que podríamos llamar los escritores de la Falange

–Pero en este libro parece que algunos sí se gozan sabiéndose marginados.

– No, lo que pasa es que el escritor, cuando es expulsado, y si tiene orgullo, en vez de arrastrarse ante quien lo ha expulsado, lo que hace es fortalecerse. Y una de las maneras de fortalecerte, seguramente un poco pinturera, un poco inane, consiste en hacerte notar exagerando la pose. Es verdad que algunos de los autores que aquí recojo, sobre todo los menos dotados, exageraban la nota de su malditismo. Pero normalmente es una reacción defensiva.

–En Raros como yo se incluyen escritores como Concha Espina o García Serrano, que sí disfrutaron de reconocimiento en vida. Aunque hoy mucha gente sólo sabe que Concha Espina es una parada de Metro.

–Fueron escritores que obtuvieron cierta celebridad en vida. En el caso de Concha Espina, bastante. Pero, en su época de mayor esplendor, los zampones de la Real Academia no la presentaron como candidata al Premio Nobel. Era católica, aunque de ideas bastante abiertas y con una gran inquietud social. Sin embargo, se tropezó con una República anticatólica y, durante la guerra, vivió prácticamente secuestrada en su pueblo por los republicanos.

Y García Serrano es uno de los más brillantes de lo que podríamos llamar los escritores de la Falange. Yo lo pondría por debajo de Foxá, y no me atrevería a decir que haya nadie con el talento verbal de García Serrano, fuera de Foxá, ni siquiera Sánchez Mazas. Nunca estuvo dentro de los sectores más beneficiados por el régimen de Franco. Era un escritor mal visto por el ámbito más meapilas. Un escritor áspero, un poco desabrido, inconformista. Y luego no fue de esos que cerdearon durante la Transición; él se mantiene leal a sus ideas. Y esto tiene bastante mérito, porque muchos escritores de su misma generación cambiaron de chaqueta en aquellos años con una facilidad pasmosa.

El otro día me decía una señora de derechas que, para que un escritor triunfe en España, tiene que ser ateo y socialista

–Hablando de Guerra Civil, franquismo, etcétera, hoy la cultura popular –caso de que exista– adscribe el nombre de Federico García Lorca al bando frentepopulista como una víctima del fascismo. Sin embargo, en este libro aparecen nombres de autores marginados o represaliados, y que no contaron con apoyo ni de su supuesto bando, que sería el otro. ¿Por qué?

–El otro día me decía una señora de derechas que, para que un escritor triunfe en España, tiene que ser ateo y socialista. Y le dije: «Mire, señora, los escritores ateos y socialistas triunfan, porque los ateos y socialistas son furibundos defensores de ellos y compran sus libros. ¿Pero qué hacen los lectores o las personas creyentes y no socialistas?». Pues normalmente o no leen nada o, si tienen que leer, se compran los libros de los escritores ateos y socialistas, y los convierten en sus ídolos. Estuve viendo unas imágenes de la manifestación absurda del otro día, la manifestación constitucionalista [18 noviembre]. ¿Y qué escritores había ahí arengando a las señoras de derechas? Escritores ateos y socialistas. A mí me gusta reconocer a los escritores ateos y socialistas buenos, y a los escritores creyentes y no socialistas buenos. Pero la derecha española, que vive de rodillas, necesita ser legitimada diciendo que los autores importantes son ateos y socialistas.

La derecha española, que vive de rodillas, necesita ser legitimada diciendo que los autores importantes son ateos y socialistas

–Hubo quien criticó la referencia de Savater al «non serviam!» («¡No te serviré!») luciferino. ¿Eso es malditismo?

–No, eso no es malditismo [literario], sino malditismo en el sentido celeste. Hoy en día, el maldito del mundo es el bendito de Dios. Invocar el «non serviam!» no es ser maldito; invocar el «non serviam!» es ser sistémico, porque vivimos en un mundo endemoniado.

–Vamos a regresar al libro. Algunos de estos autores son referentes en tu modo de entender la literatura y observar el mundo, observar al hombre. ¿Cuáles destacarías?

–En todos hay algo que me gusta, que me conmueve, que considero valioso o ejemplar. Incluso en escritores que me puedan caer mal o cuya estética sea muy alejada de la mía. Pero en todos ellos hay un rasgo humano o literario que me fascina o me suscita reverencia. A algunos, en cambio, sí que los considero ejemplos vitales, en los que me puedo contemplar y a los que me gusta parecerme. De forma muy evidente, Leonardo Castellani, un escritor que a mí me cambió la vida. Me cambió mi visión de mi vocación como escritor, y me atrevo a decir que salvó mi fe. Me salvó en un momento en el que mi fe estaba a punto de claudicar. Si hay una cesura en mi vida, sería el descubrimiento de Castellani. Castellani me abre el continente, para mí ignoto, desconocido, del pensamiento tradicional como una vía alternativa a las ideologías modernas. Castellani era un hombre turbulento, neurótico, muy difícil, que se peleaba con todo el mundo, menos con Dios. También me identifico mucho con Léon Bloy, a quien considero muy valioso y que no tiene el reconocimiento que merece, ni siquiera en el ámbito católico. A diferencia de Chesterton, es un escritor mucho más desabrido, mucho más feroz e insultante, y muy radicalmente antiburgués. Esto lo convierte en un escritor antipático en los ambientes católicos burgueses, valga el oxímoron. En otro orden, creo que Zunzunegui es un novelista extraordinario, pero extraordinario. Con novelas que, en muchos aspectos, son más apasionantes que las de los mismísimos Cela o Delibes. Aparte, hay una escritora a la que he leído mucho y que me ha acompañado durante bastantes años: Elizabeth Mulder, de una escritura finísima y llena de inteligencia.

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