De Urtasun a Pisarello, cuando la cultura de España se puso en manos de radicales y catalanistas de izquierdas
Además del ministerio, la secretaría de Estado corre a cargo de Jordi Martí, el político que se negó a poner una estatua de El Quijote en Barcelona, al que se suma el republicano antimonárquico argentino Gerardo Pisarello como presidente de la comisión de Cultura del Congreso
La cesión de Sánchez a los separatistas y compañía va mucho más allá del concepto de amnistía. Entre bambalinas de las instituciones se mueven y se sitúan personajes que no hace demasiado tiempo no pasaban de llamar la atención en las calles con su radicalismo y sus propuestas delirantes que hoy se hacen realidad gracias a sus tomas políticas de posesión.
La ausencia de mayorías suficientes de los dos grandes partidos han producido el hecho sin precedentes de que el perdedor de las elecciones se haga con el Gobierno gracias a los pactos sin límites para las pretensiones de los separatistas que conforman el acuerdo de Pedro Sánchez con Junts y la coalición de Gobierno con Sumar, con fuertes conexiones con aquellos.
El resultado en el plano cultural, el aspecto fundamental del arraigo y de las tradiciones de un país, es que el ministro de Cultura es un político de apenas 40 años, sin ninguna relación profesional ni académica con la cultura, conocido por su activismo ecologista, por ser antitaurino furibundo o por ser asesor del golpista Romeva, delfín de la inefable exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau.
De Urtasun ya se ha hablado en este periódico con profusión y se va a seguir haciendo. El ministro de Cultura cuya llegada al cargo no solo no ha moderado su discurso activista original e impropio de un gobernante, sino que lo ha acrecentado, difundido además con el altavoz de su Cartera. Urtasun ya ha hablado de descentralizar los museos, ha comparado el colonialismo salvaje de El Congo con España y América y apuesta por acabar por la tauromaquia, entre otras obsesiones.
A su lado el menos conocido secretario de Estado de Cultura, Jordi Martí, también hombre de confianza de Colau, quién rechazó en su época como sexto teniente de alcalde de Barcelona la propuesta de instalar una estatua de don Quijote en la playa de la Barceloneta, lugar donde acaba sus andanzas el ingenioso hidalgo de La Mancha.
El panorama que diseñan estos responsables políticos es el de una España sin toros, con los museos nacionales vacíos, fruto de la dispersión, una suerte de expolio encubierto, el reconocimiento de la llamada España Negra gracias a la colaboración con los nuevos regímenes populistas de izquierdas en América que la alimentan y un poco más allá, sin concreciones aun visibles, pero alarmantes, una cultura desprovista de su esencia y sustituida por un componente ideológico, con el cambio climático o el feminismo como protagonistas, de camino a 2030.
Ni la pervivencia del Quijote, ni de la tauromaquia, ni del Museo del Prado están en las miras de estos políticos. El propósito es darle la vuelta a España porque sí desde la cultura (y desde todos los ámbitos), donde la censura solo lo es si la practica Vox o el PP. Vox y el PP como bastones de una izquierda que lleva a España a un destino tan incierto como inquietante en su rechazo a los pilares que han construido su rica historia.
El antiespañol Pisarello
Pero por las profundas bambalinas del sistema político español, mucho más profundas que el escenario, se mueven actores y tramoyistas con papeles importantes en esta función que el público no ve. Uno de ellos es el nuevo presidente de la comisión de Cultura del Congreso, otro hombre de Colau (quien parece haberse infiltrado incorpórea a las más altas esferas de poder en España), quien fue primer teniente de alcalde de la ex (un decir) activista, Gerardo Pisarello, natural de Tucumán en Argentina, republicano y catalanista que encontró buena acogida en Cataluña y mejor, como se ve, en España en general.
Gerardo Pisarello, el tucumano presidente de la comisión de Cultura del Congreso español, antimonárquico confeso y resuelto que llamó a la institución «monarquía absoluta» después de que en 2020 PSOE, PP y Vox se negaran a crear una comisión (una como la que hoy preside) para investigar al Rey Juan Carlos. «Nosotros creemos que Juan Carlos de Borbón no debería de haber huido y, si regresa, debe ser para rendir cuentas ante los tribunales y ante este propio Congreso», aseguró. Entonces Pisarello era secretario primero de la Mesa del Congreso.
Otro de sus hitos, anecdótico, pero tremendamente significativo, fue cuando forcejeó con el popular Alberto Fernández en el Ayuntamiento de Barcelona cuando este intentó colocar una bandera de España que el argentino consiguió quitarle de las manos con furia incontenida. La misma furia antiespañola que demuestra en todas sus declaraciones públicas, como «las derechas extremas españolas son neofranquistas o neocatólicas», en referencia a PP y Vox.
Con estos bueyes le toca arar esta legislatura a la cultura española, con la intención de que la siembra se desvíe del campo para dejarlo yermo. El páramo rulfiano con el que amenaza a España Urtasun y compañía.