Cinco inventos de 'Costillares', el matador que creó el toreo moderno, desde el vestido al volapié
Gran rival en el último tercio del XVIII del torero rondeño Pedro Romero, el sevillano fue el gran renovador de la tauromaquia que ha llegado a nuestros días casi tal y como él la ideó
Dice José María de Cossío en la biografía de Joaquín Rodríguez y de Castro, 'Costillares', que se educó en «el arte» y en el estudio de la tauromaquia en el matadero de Sevilla, donde trabajaba su padre. Solo le quedaba ser torero, uno de los primeros grandes y recordados, si no el primero, en el origen, además de la lidia de reses bravas como festejo nacional del gusto de la nobleza y la Corte.
En su tiempo fue precisamente el torero de esa aristocracia que había dado su aprobación a la Fiesta, rival de Pedro Romero, el favorito del pueblo. En Sevilla veía a sus ídolos (vivía con ellos) y con el tiempo una figura de entonces, Pedro Palomo, le incluyó en su cuadrilla, donde en la época se tenía la oportunidad de demostrar las dotes como matador si así lo quería el principal. No hizo falta más para alcanzar la fama.
Pepe Hillo, que fue su discípulo, también fue su rival. No se sabe con seguridad cuando nació, ni cuando tomó la alternativa. Se tienen noticias de festejos de un Joaquín Rodríguez en 1762, apenas 15 años después de su supuesto nacimiento, pero Cossío cree que se trata de su padre, que también fue torero. El historiador López Izquierdo señala que en 1770 actúan dos Joaquín Rodríguez en Madrid, y la primera noticia de 'Costillares', el apodo aplicado al hijo sobresaliente, se tiene en 1772. De su rivalidad con Pedro Romero, Cossío recuerda las palabras del Archivo Histórico:
cinco inventos de costillares:
- Fue el primero de la escuela sevillana: el toreo artístico frente a la sobriedad del rondeño, su rival Pedro Romero.
- Solicitó y consiguió que las cuadrillas estuvieran organizadas y no fueran contratados los picadores y banderilleros por separado por parte del empresario, lo que producía el desorden, aumentaba el peligro, deslucía la corrida y dificultaba la lidia.
- Le dio importancia al uso del capote, más allá de los adornos, para recibir al toro y probar la embestida.
- De lo anterior inventó la verónica y también el volapié: «Formalizó el abarcar la embestida entera del toro en el engaño, que se llamó verónica porque en ese lance se descubría el talante del toro, el rostro de su embestida; sometió a canon el ir al toro parado para matarlo, fijando sus tiempos de colocación, cruce y salida; y tuvo necesidad de ello porque los toros, semibravos, le pedían la muerte después de pasarlos de muleta; es decir, después de torearlos», según José Carlos Arévalo.
- Cambió el vestido de torear, sustituyendo el calzón y el coleto de ante por la chaquetilla bordada y la taleguilla de seda actuales.
«Un muchacho llamado Pedro Romero, que aunque principiante en el oficio, dio pruebas de suma destreza, y que como se hallase aquí entonces otro que se llama Joaquín Costillares, también de habilidad conocida, produjo la concurrencia de ambos la común satisfacción del público, pero no menos entre sí mismos la mayor desunión y discordia, fomentada de los apasionados de una y otra parte sobre quererse preferir mutuamente en el orden de querer matar los toros, en tanto grado, que nunca jamás fue posible conciliar sus respectivas voluntades en este punto, y ha sido preciso que el gobernador del Consejo tome la mano para vencerlas, cuando se han encontrado aquí juntos».
Aquella competencia, potenciada por el público, tuvo su miga como esencia de las rivalidades taurinas del futuro. Una mezcla de orgullo y desdén que en Rodríguez y Romero terminó en amistad como tantas veces sucedió después. No hay demasiados datos de la vida del torero sevillano más allá de las plazas.
Se cree que murió en 1800. Una fecha tomada de un retrato donde también se escribía la de su nacimiento en 1729, año temprano para casi todos los expertos, incluso exagerado, pues la venida al mundo del torero mítico se suele situar entre 1740 y 1750. Poco más se sabe, salvo anécdotas de sus aventuras con Romero y Pepe Hillo, en la compartida admiración del rey Carlos IV y del pueblo, del torero que diseñó la tauromaquia tal y como la conocemos.