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Una rista de cabeceras de diferentes medios de comunicación

Una rista de cabeceras de diferentes medios de comunicaciónPexels

El Debate de las Ideas

El cortejo no es de periodistas

Eso dijo Carlos Alsina en su discurso de aceptación del Premio Francisco Cerecedo. Al parecer, se lo había espetado un guardia municipal cuando, in illo tempore, introdujo la unidad móvil de RadioVoz en el séquito mortuorio de Lola Flores

¿Qué es el cortejo sino una suerte de ligue militarizado? Quien hace la corte rodea al elegido, casi sitiándolo, para arrojarle tal cantidad de lisonjas que el incauto quede cautivo y desarmado, en deuda permanente con él. El que liga, flexible y certero como lazo de gaucho, busca seducir a su víctima. Y seducir viene del latín se-ducere: conducir o guiar por separado. Al seducir a la mujer, tal y como prescribían los trovadores, el hombre separaba a la mujer de su familia y se la llevaba al huerto.

En periodismo, como en la vida, la verdad conduce y la mentira seduce. Por eso hay quien se disfraza de conductor de informativos para seducir, esto es, conducir a los demás por el camino que a él le conviene. Sobra decir que abundan los malsines y escasean los alsinas. ¿A santo de qué culpar a las redes sociales de lo que sin duda cabe atribuir a las personas? Después de varios años quejándonos de las fake news olvidamos lo que hace cuatro siglos dijese Lope en un soneto: como las compra el vulgo es justo / hablarle en necio para darle gusto…

Al César lo que es del César. El periodista media entre la verdad y una sociedad en dudas. No se olvide que la alfabetización y las ideas liberales proliferaron en Europa de la mano de los periódicos, que pasaban de mano en mano en los cafés, convirtiendo súbditos en ciudadanos. Y esa función mediadora que el periodismo ha desempeñado tradicionalmente se ve amenazada hoy por la cultura de la inmediatez, que en esencia niega toda mediación. El periodista media, en efecto, pero no basta con mediar.

Los llamamos medios de comunicación porque sirven de enlace a dos vasos comunicantes: el poder y la masa. El primero pone la voz y el segundo, la oreja. También los llamamos medios de masas porque, como aplicados panaderos, hiñen la masa hasta darle forma. Así nuestros medios oficialistas, que no son tales porque desempeñen un oficio, sino porque se empeñan en oficiar una liturgia y no pasan de ser meros cantollanistas del poder. ¿Cómo culparlos por sus ideas si nunca son suyas?

Alsina pone muy nerviosos a los políticos (un periodista que se lee los autos, las sentencias y las resoluciones es mucho más peligroso que uno que reparte sofiones y zascas) e incomoda a los fanáticos. Para el profeta que blande la antorcha, toda persona templada -que no tibia- es sospechosa de relativismo. ¿Por qué nunca pierde los papeles? El energumenismo es, paradójicamente, una postura muy racional -la boca con espuma, con decisión de espuma, decía Miguel Hernández- por lo lucrativa que resulta.

Y, sobre todo, incomoda a los periodistas de fortuna. Los condottieri del cuarto poder son como el niño que memoriza la lección a base de recitársela a los demás. De ahí que vengan con cuentos que ni ellos mismo se creen, aunque intenten persuardirnos de lo contrario. Porque el cortejo periodístico ya nada tiene que ver con las artes amatorias ni con las cinegéticas (ni con ligarse a alguien ni con cazar con liga). Ha pasado, digámoslo así, del cortejo profesional al cortejo procesional. De ahí que Alsina hablase en su discurso de las bulas y los bulos que imponen aquellos que se constituyen en Tribunal del Santo Oficio Periodístico. El cortejo periodístico busca repartir bendiciones. ¿Y qué es bendecir sino un buen decir?

Hay dos formas de buen decir. Una, la más habitual, consiste en decir cosas buenas sobre algo. De ahí nacen la adulación y el elogio, formas de expresión que no tienen que ver necesariamente con la verdad. Y otra, más infrecuente, que estriba en decir la verdad de las cosas, alsinescamente, aún a despecho de que esto nos granjee la antipatía de los demás o la furia de sus pedradas.

Bendigamos a quien se adentra en aguas bravas, a despecho de que muchos de los azotes que nos contunden llegan a nuestra orilla por acción de las aguas mansas. Alertan los maestros a los noveles del peligro que supone lidiar con toros mansos de solemnidad, pues la mansedumbre es cobardía, en efecto, pero cargada de agresividad y pletórica de fuerzas. Un periodista bizcochable es tan peligroso como un jabalí arrinconado.

Conque bendito seas, Alsina. Por entender la radio como un herramienta de instrucción, un medio de edificación no reñida con el entretenimiento, cumpliendo así el dictum horaciano de instruir deleitando. Por tu compromiso moral con la verdad –el mero hecho de decir las cosas es ya un hacer– y por la ironía sin dicacidad. Y, sobre todo, por elevar la exigencia de los oyentes: como enseñas dando ejemplo, nunca es justo / hablarle en necio para darle gusto.

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