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Chesterton en los años 20

Chesterton en los años 20National Portrait Gallery London

El Debate de las Ideas

A Frances

Extracto de la carta de G.K. Chesterton a su prometida, Frances Blogg, publicada en Chesterton. Historia de la Familia. Sobre la única institución que crea y ama a sus propios ciudadanos, editada en España por Rialp

A veces he pensado que sería muy bueno tener una casa normal, una casa común y corriente en West Kensington, por ejemplo, y convertirla en algo simbólico. No es algo de tipo artístico, cielos, Dios no lo quiera. Me hierve la sangre cuando pienso en las afrentas que hacen tantos torpes artistas ilustrados a las formas sólidas, dignas, honradas, feas y pacientes de las cosas que son necesarias, a esos valiosos y antiguos cimientos de la vida. Hay mojigatos esteticistas que pueden mirar una cacerola sin una lágrima de alegría o de tristeza, infelices decadentes que no pueden ver ninguna dignidad en las honrosas cicatrices de una tetera. Así que concentran toda la decoración de sus casas en ventanas de colores a las que nadie mira, y en jarrones con lirios que todo el mundo desea que no estorben. No, mi idea (que es mucho más barata) es hacer que una casa sea realmente alegórica, explicar realmente su propio significado esencial. En todos los objetos deben inscribirse dichos místicos o antiguos, cuanto más prosaico sea el objeto, mejor; y cuanto más tosca y rudamente se haya trazado la inscripción, mejor. «¿Has enviado la lluvia sobre la tierra?» [Job 5:101] debería estar inscrito en el paragüero: quizás en el paraguas. «Hasta los pelos de tu cabeza están contados» [Lc 12:7] daría un tremendo significado a los cepillos del pelo. Las palabras sobre el «agua viva» [Jn 4:10] revelarían la música y la santidad del fregadero, mientras que «nuestro Dios es un fuego consumidor» [Heb 12:29] podría escribirse sobre la rejilla de la cocina, para ayudar a las cavilaciones místicas de la cocinera. ¿Intentaremos alguna vez ese experimento, querida? Tal vez no, porque ninguna palabra sería lo suficientemente dorada para los utensilios que tuvieras que tocar: tú serías belleza suficiente para toda una casa...

Por supuesto, tengamos cosas malas en nuestra vivienda y hagámoslas buenas. No pondré ninguna objeción a la idea de que traigas de vez en cuando un dragón a cenar, o un grifo penitente a dormir en la cama de invitados. La imagen de que estés a cargo de la escuela dominical para pequeños diablillos es agradable. Mirarán hacia arriba, primero con salvaje asombro, luego con un vago respeto; verán a la más gloriosa y noble dama que jamás haya vivido desde que su príncipe tentó a Eva, con una aureola de pelo y grandes ojos celestiales que parecen hacer el bien en el corazón de las cosas de una terrible sencillez y desnudez para los hijos de la carne: y mientras te contemplen, sus colas caerán, y sus alas brotarán, y se convertirán así en Ángeles en seis lecciones...

No puedo ofrecer una explicación detallada de la inquietud de tu madre, pero admito que no me sorprende del todo. Verás, resulta que conozco una parte en este caso, y solo una, que tú ignoras por completo. Sé que tú... Sé una cosa que me ha hecho sentirme incómodo ante tu madre: conozco el valor de lo que me llevo. Me siento (en un momento extraño) como el Angel de la Muerte.

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