El Debate de las Ideas
Aleksandr Dugin: ¿defensor de los valores tradicionales o peligroso ocultista?
El pensamiento y la carrera de Aleksandr Dugin pueden resumirse de forma sencilla. Ha dedicado su vida a la investigación y promoción del esoterismo occidental y a su fusión con el nacionalismo ruso
Putin conoce bien el desgarro que provoca en Occidente la ideología woke y no ha dudado en expresar sus críticas a la misma, sabedor de que este tipo de mensaje puede seducir a muchos occidentales. En esa misma línea, el pensador ruso actual más influyente en Occidente es Aleksandr Dugin, cuyas obras circulan ampliamente en Europa. Merece la pena examinar su pensamiento precisamente para entender por qué algunos conservadores occidentales se engañan si consideran que la Rusia de Putin y Dugin es ideológicamente afín o un fenómeno esperanzador.
La tradición del ocultismo ruso
El pensamiento y la carrera de Aleksandr Dugin pueden resumirse de forma sencilla. Ha dedicado su vida a la investigación y promoción del esoterismo occidental y a su fusión con el nacionalismo ruso. La mayoría de la gente ignora, afortunadamente, el esoterismo occidental, por lo que debemos comenzar con una explicación de sus raíces e influencias intelectuales.
Estas raíces se encuentran en la rica tradición rusa de ocultismo esotérico. Tras la revolución de 1905 el gobierno zarista relajó su control sobre los movimientos religiosos e ideológicos en el Imperio ruso. Como consecuencia, florecieron grupos ocultistas que alcanzaron una influencia significativa en la sociedad rusa. Entre estos grupos se encontraba una sección del partido bolchevique, los «Constructores de Dios». Los Constructores de Dios estaban dirigidos por Alexander Bogdanov (cofundador, junto con Lenin, del partido bolchevique), Máximo Gorki y Anatoly Lunacharsky. Creían que los mitos, rituales y símbolos religiosos eran herramientas poderosas que debían reinterpretarse para promover el socialismo y el culto a la humanidad, en lugar de simplemente ser desechados. A su proyecto se opuso Lenin, que era un materialista puro y que ganó la lucha por el poder en el Partido. Bogdanov fue expulsado de la política y se dedicó a investigar la transfusión de sangre como medio de prolongar la vida humana. Murió a consecuencia de una transfusión de sangre chapucera en 1928. Lunacharsky mantuvo un puesto en la dirección bolchevique y se convirtió en el primer Comisario del Pueblo para la Educación en la Unión Soviética. Intentó conseguir el apoyo de los ocultistas al régimen soviético. Tras su muerte en 1933 (sorprendentemente, por causas naturales), la memoria de Lunacharsky fue borrada en la Unión Soviética. Fue rehabilitado en la década de 1960 y un renacimiento del interés por sus ideas fue acompañado de un aumento del entusiasmo por el ocultismo en la sociedad soviética.
Vyacheslav Menzhinskii, jefe de la OGPU de 1926 a 1934, fue el bolchevique más importante con vínculos ocultistas. Antes de la Revolución, Menzhinskii formaba parte del círculo en torno al poeta y satanista Mijaíl Kuzmin. Fue además el mentor de Stalin en el arte de idear conspiraciones imaginarias para justificar el exterminio de opositores políticos reales o potenciales y en la organización de juicios basados en estas conspiraciones. Stalin dependía de Menzhinskii para la toma del poder y la colectivización de la agricultura, y nunca dudó de su lealtad. Stalin no era ocultista, pero en lo que estaba de acuerdo con Menzhinskii era en la inversión de los valores morales que exalta el ocultismo. Según esta inversión, la obediencia a la ley moral pertenece a los mediocres, a los despreciables, a los infrahumanos. El respeto y el honor se deben a los que pisotean esta ley moral: cuanto peores son sus transgresiones, mejores y más divinos son. Los mentirosos, orgullosos y crueles heredarán la tierra. El método de gobierno de Stalin se basaba en esta filosofía y ha dejado huella en Rusia hasta nuestros días.
El propio pensamiento de Dugin hunde sus raíces en los movimientos ocultistas de los años sesenta. En esa década se fundó el «Círculo Yuzhinskii» de Yuri Mamleev, ocultista y figura literaria muy respetada que escribió novelas de una vileza y obscenidad realmente sorprendentes. El Círculo era una reunión informal de intelectuales y artistas afines que se reunían en torno a Mamleev en su apartamento de la calle Yuzhinskii de Moscú. Mamleev dedicó el círculo a un estudio intensivo de las obras esotéricas y ocultistas occidentales. Mamleev se interesó por la metafísica hindú y budista y trató de conciliar las posturas metafísicas del hinduismo y la ortodoxia rusa. Se adhirió a la concepción gnóstica que ve el universo físico como fundamentalmente maligno y depravado. Sostenía que el contacto con lo divino fuera de este mundo puede lograrse a través de un comportamiento extremo que irrumpa en las profundidades metafísicas. Mamleev dirigía el Círculo Yuzhinskii en ceremonias que supuestamente conducirían a esa ruptura, incluyendo ritos sexuales aberrantes y el consumo de cantidades extraordinarias de alcohol. Pensaba que una élite espiritual de ocultistas rusos estaba recuperando una tradición ocultista rusa, constituyendo así a Rusia como el centro espiritual del mundo. Evgeny Golovin se convirtió en la figura principal del Círculo después de que Mamleev partiera hacia Estados Unidos en 1974 y ocupara un puesto como profesor en Cornell. Al principio Golovin se entusiasmó con René Guénon (1886-1951), un ocultista francés que creía en una tradición espiritual primordial de origen no humano que subyacería a toda práctica religiosa.
Guénon pensaba que esta supuesta tradición primordial, a la que decía adherirse, se conservaba de forma esotérica en el cristianismo bajo un disfraz exotérico. Consideraba que el advenimiento de la modernidad era un desastre debido al rechazo de la magia y el ocultismo por parte de la Ilustración. El pensamiento de Guénon fue bautizado como «Tradicionalismo», término que en este contexto no debe confundirse ni con los movimientos contrarrevolucionarios del siglo XIX ni con la liturgia anterior a la reforma del Concilio Vaticano II. Esta tradición primordial, tal y como él la presentaba, era un batiburrillo de ideas hindúes y gnósticas. Guénon sostenía que el avance espiritual se obtenía mediante la iniciación en la tradición esotérica de una religión, y que la salvación de la sociedad humana dependía de que fuera asumida por una élite iniciada. Fue una influencia importante para la Guardia de Hierro rumana de los años 30 y 40 y para Mircea Eliade, miembro celoso de la Guardia de Hierro en los años 30 e influyente estudioso de la religión en la Universidad de Chicago a partir de los años 50.
Sin embargo, Golovin se distanció de la aceptación matizada del cristianismo por parte de Guénon y quedó fascinado por Julius Evola (1898-1974), fascista y ocultista italiano. Evola también creía en una tradición espiritual oculta primordial, pero rechazaba el cristianismo por su promoción de la igualdad humana. En su lugar, trató de revivir el paganismo romano. Se enemistó con Mussolini en la década de 1920, pero ha seguido siendo influyente en estos círculos desde entonces.
Golovin desarrolló una fascinación por los ocultistas völkisch, pensadores y grupos ocultistas vinculados al ascenso del partido nazi en Alemania. Entre ellos se encontraban la Sociedad Thule y su fundador Rudolf von Sebottendorf; los ariosofistas Guido von List, Jörg Lanz von Liebenfels y Karl Maria Wiligut; y el erudito nazi Hermann Wirth. El partido nazi fue fundado por dos miembros de la Sociedad Thule, Karl Harrer y Anton Drexler. Al principio, la Sociedad Thule era propietaria del periódico oficial nazi, el Völkische Beobachter.
El ocultismo de Dugin
Con estos antecedentes, podemos ahora regresar a la figura de Aleksandr Dugin con el contexto adecuado. Su formación intelectual y espiritual está profundamente marcada por esta escuela ocultista. Fue iniciado en el Círculo Yuzhinskii en 1980 por Geydar Djemal (1947-2016), que compartía el liderazgo del Círculo con Golovin. Djemal también era devoto de las ideas ocultistas nazis y desarrolló el tradicionalismo de Guénon y Evola en direcciones más extremas, combinándolo con formas del islam sufí. Tuvo una prestigiosa carrera en diversas organizaciones islámicas que le valió, entre otras cosas, un doctorado honoris causa de la Universidad de Ciudad del Cabo.
Entre 1994 y 1998 Duguin militó en el Partido Nacional-Bolchevique de Eduard Limonov. Este partido seguía la ideología de los anteriores nacionalbolcheviques de Alemania y la URSS, que pretendían combinar el nazismo con el comunismo. Dugin se describe a sí mismo como eurasianista y tradicionalista. El eurasianismo es una escuela de pensamiento geopolítico fundada por Sir Halford Mackinder (1861-1947). Mackinder identificó el control del «Heartland», la parte norte de Asia que corresponde más o menos a los territorios del antiguo Imperio ruso, como la clave para controlar el mundo. Esta posición estratégica, gracias al desarrollo del ferrocarril, permitía explotar los recursos y la situación central del Heartland. Mackinder consideraba que un Heartland políticamente unido amenazaba el dominio del poder marítimo de Gran Bretaña. El eurasianismo fue retomado en Rusia por Ivan Ilyin (1883-1954), el pensador favorito de Putin, y Lev Gumilyov (1912-1992), que sostenían que Rusia es una cultura asiática influida por el Imperio Mongol, más que europea.
El Tradicionalismo de Dugin añade el esoterismo a esta teoría geopolítica. La fuente principal de este añadido es El hogar ártico en los Vedas, un libro publicado en 1903 por el nacionalista indio Bal Gangadhar Tilak. En él sostenía que los arios se originaron en el Ártico, en una época en que el clima allí era cálido y agradable. Esta afirmación fue retomada por los ocultistas völkisch, que identificaron esta patria con Hiperbórea, un paraíso terrenal que los antiguos griegos creían que existía en el lejano norte. Este punto de vista también se encuentra en Guénon y otros ocultistas franceses anteriores. Guido von List y Jörg Lanz von Liebenfels llamaron a esta patria desaparecida Arktogäa, y la consideraron la patria ancestral de los arios situada en el Polo Norte y la fuente de la religión esotérica ario-germánica. Rudolf von Sebottendorf dio a su Sociedad Thule el nombre de Thule, la supuesta capital de Hiperbórea. En 1990, Dugin fundó la Sociedad Histórico-Religiosa «Arktogeya», que bautizó con el nombre de esta supuesta patria.
Satanismo, cristianismo y Rusia
Tras considerar las influencias en Dugin, consideremos brevemente el contenido de su propio pensamiento. En la geopolítica de Dugin, Rusia se identifica tanto con Hiperbórea como con el Heartland de Mackinder. Rusia conserva la tradición hiperbórea original de la penetración espiritual y es la patria de la élite espiritual de la humanidad. Las potencias marítimas de Mackinder son las potencias atlantistas de Gran Bretaña y Estados Unidos, que son las portadoras y defensoras de la modernidad y se oponen a la Tradición. Rusia y Estados Unidos son, por tanto, enemigos irreconciliables y la lucha entre ellos es escatológica. La victoria rusa promete poner fin a la era actual, Kali Yuga, la peor y más corrupta del ciclo de los tiempos, y transformar este mundo en la ciudad celestial. La lucha por esta victoria destruirá a la mayor parte de la raza humana, pero eso es bueno en opinión de Dugin.
Es fácil perderse en los voluminosos, discursivos y oscuros escritos de Dugin, o tacharlo de completamente desquiciado. Pero en realidad hay una idea metafísica coherente que subyace a su pensamiento. Dugin apoya lo que él denomina «manifestacionismo», en contra del creacionismo, que aquí no tiene nada que ver con las disputas sobre la teoría de la evolución. El manifestacionismo afirma que no existe una línea nítida entre el mundo divino y el natural, y niega la existencia de algo totalmente no divino. El creacionismo sostiene que el mundo fue creado por Dios de la nada y que la distinción entre lo divino y lo no divino es la distinción entre la causa increada de todos los demás seres y las entidades que son creadas por esa causa ex nihilo. Sólo el Dios increado puede ser adorado; adorar como divino cualquier cosa que no sea el creador es pecado de idolatría, según el creacionismo. Dugin sostiene que el Antiguo Testamento es creacionista, pero que el cristianismo rechaza el creacionismo. De hecho, según él, la venida de Cristo estaba destinada a refutar y derrocar el creacionismo. Identifica correctamente a la Iglesia Católica Romana como creacionista, pero deduce de ello que es enemiga del «verdadero cristianismo».
Dugin cree que los ángeles caídos tenían razón al rechazar el estatus de seres puramente creados, ya que este rechazo estaba justificado por el manifestacionismo. Dugin defiende el llamado en entornos esotéricos «Camino de la mano izquierda», que justifica el cometer actos malvados como forma de oponerse a la voluntad de Dios. El autor de este tipo de actos considera que tal oposición activa a la voluntad de Dios le pone al mismo nivel que Dios, porque implican tratar a Dios como un ser al que no hay que temer ni obedecer. Esta autoexaltación hasta la igualdad con Dios conferiría en realidad la divinización, elevando al autor por encima de la categoría de mera criatura.
En 1999, Dugin se unió a los Viejos Creyentes o raskólniki, un grupo religioso que se escindió de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el siglo XVII por oposición a los cambios litúrgicos introducidos por el Patriarca Nikon de Moscú. Dugin afirma que la Tradición primordial a la Guénon se encuentra en su forma más auténtica en el cristianismo esotérico de este grupo. Así pues, su supuesta fe cristiana es en realidad un modo de sostener sus ideas manifestacionistas y ocultistas, que él afirma que son la fe esotérica de los Viejos Creyentes.
Es posible que se haya exagerado la influencia personal de Dugin en Rusia, pero no por ello deja de ser una figura prominente en la escena de aquel país. Sus opiniones no son tan originales y su reputación e influencia en Rusia son menores de lo que se cree en Occidente. Pero Dugin no es original precisamente porque su pensamiento se compone de elementos tomados de un amplio e influyente movimiento intelectual ruso. El hecho de que tales opiniones tengan peso y encuentren un público importante en Rusia revela mucho sobre aquella sociedad y demuestra que la imagen de Rusia como defensora de los «valores tradicionales» es una invención propagandística. Uno puede consolarse con el hecho de que Putin piense que hay suficiente apoyo a estos valores en Occidente como para justificar este esfuerzo propagandístico, pero sería un grave error creerse esta propaganda.