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Ernest Urtasun, junto a representantes de la Asociación de Amigos de las Brigadas InternacionalesEFE

Urtasun homenajea a las Brigadas Internacionales, germen de la represión comunista en Europa

El ministro de Cultura se ha referido a la organización militar de origen estalinista como el «cuerpo de voluntarios que defendió la legalidad democrática en la Guerra de España»

Paul Preston, el hispanista favorito de la izquierda, elogió el libro de un colega historiador («La historia completa de las Brigadas que se echaba en falta», dijo de él), Giles Tremlett, titulado Las Brigadas Internacionales. Fascismo, libertad y la Guerra Civil española. Paul Preston siempre ha sido el hispanista favorito de la izquierda, pero no debe de serlo de la nueva izquierda.

El motivo por el que no debe de serlo es que el elogio de la obra en la que se documenta que fueron organizados por el estalinismo, que mataban como norma a todos sus prisioneros y cuya mayoría de miembros eran españoles, el elogio de esta obra se decía, se contradice con que el ministro de Cultura les haya homenajeado públicamente haciéndose eco del depósito de un legado documental sobre las Brigadas, el «cuerpo de voluntarios que defendió la legalidad democrática en la Guerra de España», según Urtasun, en otra nueva manifestación del sectarismo de la Ley de Memoria Democrática.

Urtasun pasa por encima del terror que causaron la mayoría de sus dirigentes, para definirles como garantes de la democracia en un nuevo ejercicio de fanatismo. Urtasun dice esto y no cuenta, por ejemplo, que a André Marty, el diputado francés que se encargaba de todo en España, se le conoce como «el carnicero de Albacete», la ciudad donde estaba la sede de las Brigadas Internacionales.

Dirigentes policiales soviéticos

Tremlett escribe en la introducción de su libro, en total contraste con el perfil victimizado de perdedores buenos que ofrece el Gobierno en la figura del ministro de Cultura:

«Hay tres guerras en las que están metidos: la Guerra Civil española, que pierden claramente; la de convencer al mundo de que es inevitable luchar con las armas al fascismo, que es lo que ven ellos en España y la que ganan cuando Hitler invade Polonia; y la tercera es contra el fascismo global: todos pelean en la II Guerra Mundial, que se gana en 1945. De tres ganan dos, los que sobreviven, claro».

Cuando acabó la II Guerra, los brigadistas pasaron mayormente a formar parte de las distintas policías soviéticas de las distintas repúblicas comunistas surgidas tras el gran conflicto. Uno de ellos, el general Mielke, llegó a ser el mismísimo jefe de la temible Stasi, la policía de la República Democrática Alemana. La RDA fue un importante destino como dirigentes policiales de los dirigentes brigadistas, así lo explicó con detalle el profesor de Historia Contemporánea, José Luis Orella, mientras hoy el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, escribe que «La memoria del cuerpo de voluntarios que defendió la legalidad democrática en la Guerra de España merecía este cuidado y este reconocimiento».