El Debate de las Ideas
Un gran interés por la Realidad, con mayúscula
A continuación, publicamos el texto íntegro del discurso pronunciado por la alumna Beatriz Díaz Romero, en representación de los alumnos de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación de la Universidad CEU San Pablo el día de la festividad de San Isidoro de Sevilla y San Francisco de Sales
Excelentísima Señora Rectora. Ilustrísimo Señor Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación. Excelentísimas e ilustrísimas autoridades. Señoras y Señores.
Es para mí un honor poder dirigirme a todos ustedes en representación de mis compañeros el día de la celebración de nuestros Patronos, San Isidoro de Sevilla y San Francisco de Sales.
Queda ya lejana la graduación en la que me despedí de compañeros y profesores, pero al regresar a la que ha sido mi casa durante tantos años, vuelvo a acordarme de todas las cosas que he ido aprendiendo entre estas paredes.
Los que tenemos la suerte de haber podido pasar nuestros años de formación en esta institución podemos presumir de un amplio conocimiento en todas las ramas de la comunicación: somos rigurosos periodistas, agudos publicistas, creativos comunicadores audiovisuales y creadores de contenido digital. Hemos tenido la inmensa suerte de tener, desde el primer día, a nuestra disposición una cámara, un micrófono, y el apoyo y guía incondicional de nuestros profesores. Los que además nos hemos acercado a las Humanidades y a la Historia hemos aprendido técnicas de investigación, cuáles son las fuentes a las que acudir, a no mirar el pasado con los ojos del presente y, en definitiva, a ser buenos divulgadores.
No quiero desmerecer ninguno de los conocimientos técnicos que aquí se enseñan, pues son ahora más necesarios que nunca. Pero la técnica se puede adquirir de muchas formas. A nuestra generación le va a tocar estar en constante formación y reciclaje. Sin embargo, lo valioso y que sólo nos llevamos los estudiantes del CEU es algo totalmente inmaterial: el sentido de la ética y los valores en los que tanto hincapié se hace.
No solo importa la pericia técnica y la inmediatez con la que se comunica. No solo importa persuadir y atraer la atención del público para ganar visitas, impactos o interacciones. No debemos centrarnos en la forma, sino cuidar el contenido de lo que transmitimos. Podemos usar una cámara con muchísima habilidad, pero si no tenemos nada que contar o no lo contamos bien, nuestro mensaje no llegará a ninguna parte. La educación humanista que aquí recibimos nos ha dado una perspectiva más amplia del mundo y de lo que en él ocurre. Independientemente de nuestra vocación, hemos podido profundizar un poco más en nuestra historia, en nuestra literatura, en la noción del hombre en las clases de antropología, y en lo que es el bien en ética.
Los estudiantes de Humanidades y Comunicación tenemos algo en común: ambos tenemos un fuerte interés por la Realidad, una realidad con mayúscula. Algunos sentimos la llamada por esa realidad en la que vivimos atrapados, que llamamos actualidad, y que miramos desde tan cerca que no podemos aproximarnos a ella de forma objetiva porque nos apela directamente. Otros queremos plasmar aspectos de esa realidad que nos apela mediante obras de ficción, para que quien nos escuche se identifique con nuestro mensaje. Otros somos llamados por una realidad más lejana, la que nos observa desde el pasado, y que constituye los cimientos de nuestra civilización y nuestro conocimiento. Todas esas realidades están en diálogo, y por eso es fundamental lo que aquí se enseña: que para ser buenos profesionales debemos conocer de dónde venimos.
La formación que recibimos, bajo el signo del humanismo cristiano, nos acerca a la Realidad con asombro, sorpresa y genuina curiosidad. Nos la cuestionamos con el objeto de conocerla mejor, de comprender por qué las cosas suceden así y cuál es el mejor modo de hacerlas. Si uno no se hace preguntas no va más allá de lo que le cuentan. Y como dice en sus clases el profesor Juan Carlos Nieto, «no hacerse preguntas es un lujo que no me puedo permitir».
Sigamos haciéndonos preguntas porque esa curiosidad es lo que va a marcar la diferencia entre nosotros y el resto de profesionales. Es lo que nos va a hacer llegar un poco más lejos de lo que ve la mayoría. La ética que aquí hemos recibido parte del amor por el conocimiento, inculcado en cada clase, en cada debate y cada lectura.
En 1996, Gabriel García Márquez pronunció un discurso titulado «El mejor oficio del mundo». En él hablaba de un periodismo que buscaba contar los hechos de forma que toquen el corazón del lector, pues solo así se hace justicia a la realidad. Gabo subrayó una idea que casi treinta años después sigue vigente: «Los periodistas se han extraviado en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro». Ya sea en nuestra labor de comunicadores o de historiadores, no dejemos que esa tecnología dicte nuestros pasos, sino que sea nuestro amor por la Realidad y por humanizar nuestras profesiones lo que nos guíe.
Muchas gracias a todos.