Presentación de 'El Juglar. La voz del Cantar de mio Cid'
Antonio Pérez Henares: «A los juglares de la Edad Media la corrección política actual les hubiera lapidado»
El autor estuvo acompañado en el Ateneo de Madrid por Bieito Rubido, director de El Debate
El juglar es la última novela de Antonio Pérez Henares, de quien Bieito Rubido, director de El Debate, dijo en el Ateneo de Madrid que su coherencia periodística de más de 40 años de profesión estaba empezando a ser eclipsada por su trabajo como escritor. Como escritor de Historia de España. Chani, como todo el mundo le conoce cariñosamente, comenzó en el diario Pueblo y hasta fue director de Mundo Obrero, cosas de ser miembro del PCE y terminar «cayéndose del caballo», como si hubiera estado cabalgando en la Edad Media y ahora solamente la contara.
Recordó Rubido sus tiempos de periodista y de conciencia, como cuando más de una vez cuestionó la línea editorial en las tertulias e incluso a algunos compañeros. Habló el director de El Debate de esa Historia de España («uno de los ocho países más importantes de la historia de la Humanidad»), de la Escuela de Salamanca y de la dignidad humana. La historia que ahora es escrita en novelas que «sirven para darle o devolverle a aquella el papel que ha jugado el Reino de España o el Imperio español».
Tres generaciones de juglares
El juglar trae el Cantar de mio Cid, una joya de la literatura, en un libro que es «la más novela de sus novelas». Una aventura y una ficción, «pero verosímil», donde está la vida misma, además de esa Edad Media «que no fue el periodo tenebroso que nos quieren hacer ver». Pérez Henares narra la historia de tres generaciones de juglares que dieron vida al Cantar del héroe: la imaginación basada en el «profundo conocimiento de la Historia», de lo que da buena cuenta el autor a lo largo de la velada.
A Antonio Pérez Henares parecen salírsele los datos, las lecturas, las anécdotas curiosas en un atasco vocal impulsado por la memoria del fundador de la Agrupación Ateneística de Novela e Historia Benito Pérez Galdós, casi o sin casi una labor fundamental de renacimiento de la verdad histórica y también un homenaje a los juglares modernos que contaban historias, «esos abuelos a los que no estamos haciendo justicia», dijo el protagonista, quien habló de la cultura reunida en su Agrupación junto a los miembros de la Fundación Augusto Ferrer Dalmau, en contraposición a esos manifiestos de los que dicen que son cultura porque dicen que lo son.
Conocemos a Ricardo Corazón de León porque era Sean Connery
Quería decir Chani que no está bien la cercanía del poder y la escritura y que las cosas deberían hacerse como en el 98 o en el 27, diciendo lo que se tiene que decir, aunque incomode al poder. Dijo que los juglares llegaban a los castillos y palacios, pero también a las plazas de los pueblos. Les llamaban los «juglares cazurros», y resulta que han sido «la piedra angular de la lengua española, creadores de una lengua universal y una literatura impresionante». Algo que incluso hoy queda en nuestro subconsciente, y puso como ejemplo, recitando de memoria el Romance del prisionero: «Si por mayo era por mayo/ cuando hace la calor/ cuando los trigos encañan/ y están los campos en flor...».
No solo llegaban los juglares a todas partes, sino que lo hacían con «tan grandes dosis de libertad, que la corrección política de hoy por muchos de sus cantares y romances les hubiera lapidado», como en el de Doña Urraca, al que su padre desheredó y cantaban que ella le escribió que se entregaría a los españoles por gusto y a los moros por dinero... y entonces el padre, Fernando I, le dio Zamora. Esas historias españolas fantásticas y nunca contadas, mientras sí conocemos a Ricardo Corazón de León «porque era Sean Connery» y tampoco a la reina Leonor de Castilla, una gran reina sin película.
«Cornudo y apaleado»
Y anécdotas desternillantes plenas de erudición y curiosidad como de dónde proviene el dicho «cornudo y apaleado», el escarmiento del celoso que urde un plan fallido para descubrir el engaño a quien el amante de la esposa pega una paliza que ponía en valor en la adulterio, «¡En la Edad Media!». También de verdades o de corrección de mentiras históricas como que los españoles estaban culturalmente por debajo de los invasores árabes cuando, hasta que llegó Tarik, había habido siglos de población hispano-romana desde los tiempos de Escipión.
Lo siguiente ya fue una cascada incesante de saberes históricos: la Escuela de traductores de Toledo que vino de Abderramán, un sirio (y no un bereber) de orígenes grecorromanos. El compendio de los saberes en hebreo, en latín o en árabe traducidos al español. Habló del príncipe de los juglares, conde de Tolosa, nacido en Tierra Santa, del juglar que no fue trovador, pues los trovadores no interpretaban, sino que escribían. Los juglares castellanos hacían las dos cosas. Contó las invectivas canallescas que se proferían y se acordó de cómo quedarían los políticos de hoy teniendo que responder con más ingenio.
El Cantar de mio Cid, el más importante hito de nuestra cultura
Y sobre El Cid omnipresente, y sobre aquel juglar (aquellos) que le cantó, de quien sostiene que tenía que ser de la misma tierra por el detalle preciso en los versos, el conocimiento exacto del lugar que tan bien conoce el autor. Tres generaciones de juglares son las que cuenta El Juglar, que dieron vida al más importante hito de la historia de nuestra cultura, el Cantar de mio Cid, además de sus aventuras por toda la península y hasta la Occitania francesa. Los también propagandistas y espías que pasaban de un rey a otro e incluso iban a las guerras. Los juglares que crearon la lengua española y su Historia, la historia maravillosa que cuenta de forma maravillosa Antonio Pérez Henares.