¿Por qué Faemino y Cansado leían a Kierkegaard?
El dúo cómico hizo del filósofo danés el objeto de una de sus muletillas más reconocidas
Comenzaron actuando en El Retiro y ya llevan más de 40 años siendo «el orgullo del tercer mundo». Faemino y Cansado forman parte de la historia de la comedia en España gracias a su humor absurdo y su peculiar interpretación. Aunque su estilo es bastante difícil de definir, sí que hay una frase que consigue que el gran público los identifique rápidamente. Una muletilla original y, aparentemente, carente de sentido con la que cerraban muchos de sus gags: «Que va, que va, que va... yo leo a Kierkegaard».
Cuentan que el origen de la frase está en el intento de burlarse de las exigencias televisivas para encontrar algo pegadizo y popular. Eligieron de una película de Woody Allen la línea más anodina y optaron por la referencia al filósofo danés.
Como se ve, la referencia a Kierkegaard, conocido como el pensador de la angustia y precursor del existencialismo, es pura casualidad. Sin embargo, el dúo cómico no pudo elegir mejor referente. El filósofo se ocupó del humor en sus reflexiones y lo consideró un elemento clave para conocer al hombre y su devenir.
Para el danés, lo cómico y lo irónico se entremezclan y desdibujan en el concepto general de humor. En diferentes estudios sobre el autor decimonónico parece llegarse a la conclusión de que, para él, el humor nace como consecuencia de situaciones de incongruencia. Lo cómico parte de situaciones en las que las pretensiones chocan con la realidad.
El propio Kierkegaard escribe un ejemplo de esto en sus Diarios. Una escena un tanto macabra, pero que bien podría ser la base de un gag de Faemino y Cansado: "Frecuentemente, apenas el hombre ha concentrado todas sus energías en un punto, choca contra un pequeño accidente exterior que destruye por completo sus esfuerzos (tal es el caso del hombre hastiado de la vida que, a punto de arrojarse en el Támesis, fue detenido en el momento decisivo por la picadura de un mosquito).
La gran contradicción, lo trágico y lo cómico, se unen en el sentido que Kierkeegard le da al humor. «Lo trágico es la contradicción sufriente, lo cómico, la contradicción sin dolor», explicará en el Post Scriptum.
Humor y fe
Más allá de estas consideraciones, el humor tiene un papel fundamental dentro de la teoría de los tres estadios de la existencia que propone el danés. El hombre puede ser estético, ético o religioso según su compromiso con nadie, la ley moral o Dios. Estos «niveles» no son estáticos y el propio individuo puede dar el salto de uno a otro si asume el riesgo de hacerlo.
De nuevo en su Post Scriptum, Kierkeegard explica que entre un estadio y otro existe un confinium, una «zona fronteriza», y dirá que «la ironía es el confinium entre lo estético y lo ético; el humor es el confinium entre lo ético y lo religioso».
Llegados a este punto, el danés se posiciona frente a quienes consideran que una vida religiosa, cristiana, excluye lo humorístico. Al contrario, tal y como explica el filósofo Sthepen C. Evans: «El humorista ha aprendido a sonreír ante la totalidad de la vida, puede ver el contraste entre el amor eterno para el cual fue creado y las débiles acciones temporales a través de las cuales intenta crear y expresar ese amor». De nuevo, el concepto de contradicción, de incongruencia.
En definitiva y como expone el propio Kierkeegard, qué contradicción mayor puede encontrarse que el hecho de que Dios, eterno, haya entrado en el tiempo como un ser humano individual. Así, el hombre religioso que descubre esta discrepancia permanente entre ideal y realidad se ve abocado, dirá el danés, a una vida de arrepentimiento y sufrimiento considerándolas como las acciones humanas más elevadas.
La filosofía, en su afán por escudriñar la realidad en su totalidad, es capaz de ocuparse de asuntos tan sorprendentes como el humor. Faemino y Cansado, lectores habituales de Kierkeegard, bien lo saben.