Cornada y triunfo de Borja Jiménez
Herido al entrar a matar, corta las orejas al último toro de una sosa corrida de La Palmosilla
Borja Jiménez recibe una fuerte cornada al entrar a matar al último toro y se le conceden las dos orejas. El parte facultativo indica una «cornada en el muslo derecho, que penetra en el triángulo de Scarpa, diseca la femoral y penetra hasta la parte externa del muslo. Pronóstico: grave».
Es el final dramático de una corrida que hasta ese momento no había remontado, por la sosería de los toros de La Palmosilla. Fernando Adrián ha cortado también una oreja y Diego Urdiales ha pinchado una faena de maduro clasicismo.
En el día de San Fermín, hemos vivido la emoción del primer encierro. Por la mañana, hemos vuelto a escuchar los cánticos rituales, delante de la hornacina con la estatua del santo: «A San Fermín pedimos, –por ser nuestro patrón, – nos guíe en el encierro, – dándonos su bendición». En seguida, a las ocho en punto, se ha soltado el cohete, se han abierto las puertas de los corrales de Santo Domingo y han iniciado la carrera los toros que se van a lidiar, por la tarde. Ése y no otro es el sentido del encierro.
Las reses de La Palmosilla, de encaste Domecq, acuden por cuarta vez a esta Feria. Las tres anteriores, corrieron encierros rápidos, sin incidentes: el año pasado, su encierro duró solamente dos minutos y medio. Esta vez, el encierro ha tenido dos partes: hasta llegar a la Plaza de Toros, ha sido rápido y limpio, solamente dos minutos, a pesar del gentío propio de los domingos; los toros han mostrado su nobleza, sin pegar derrotes. En la Plaza, en cambio, ha sucedido algo de enorme riesgo: en vez de entrar en los toriles, dos toros han dado más de dos vueltas completas al ruedo, sembrando el pánico, con algunos «patas» (así llaman a los imprudentes, que no respetan las reglas del encierro) dificultando la labor de los dobladores. En definitiva, ha habido varias contusiones y una herida por asta de toro.
Por la tarde, la Plaza luce ya de blanco y rojo, las Peñas entonan sus cánticos. Preside el Alcalde, de Bildu, que es abucheado: ha hecho unas declaraciones muy hipócritas, intentando separar los encierros de las corridas.
La ganadería de La Palmosilla triunfó rotundamente hace un par de años. Esta vez, los toros me han decepcionado: muy desiguales de presentación, con 120 kilos de diferencia del quinto al sexto. Sobre todo, han sido los típicos toros que «se dejan»: nobles, manejables, sosos, apenas picados, no plantean graves dificultades a los diestros pero tampoco permiten faenas de verdad emocionantes. Es decir, lo que, por desgracia, vemos ahora tantas tardes.
De la cercana Rioja acuden no pocos seguidores de Diego Urdiales, para degustar la sencillez clásica de su estilo. No en balde lo señaló Curro Romero como uno de sus favoritos. El primer toro mete bien los riñones en el primer encuentro con el caballo pero se va, en el segundo; no permite lucimiento alguno, con el capote. En la muleta, va a más. Urdiales aprovecha su nobleza para ligar muletazos con buen gusto, por los dos lados. Lo ha visto muy claro, desde el comienzo. Aplaudo que, incluso en esta Plaza, no haya recurrido a ningún efectismo, para ganar aplausos fáciles. Aunque es buen matador, esta vez falla: pincha, antes de una estocada contraria, y se atasca con el descabello.
El cuarto supera los 600 kilos y es abierto de pitones pero muy suelto, flaquea, se va del caballo, embiste sin ganas. Urdiales le saca algún suave muletazo: los únicos que el toro tiene. Ha estado en su sitio, toda la tarde. Esta vez, mata fácil: con esa estocada, en el primero, hubiera podido cortar trofeo.
Discuten algunos el estilo de Fernando Adrián. Lo que no me parece discutible es su trayectoria, con una serie continuada de salidas en hombros que impresiona, gracias sobre todo –creo– a su entrega y a sus estocadas.
Recibe al segundo con cuatro faroles de rodillas, algo habitual en su repertorio. El toro, muy justo de fuerzas, se queda casi sin picar. En la muleta, pasa por ahí, sin maldad pero con escaso celo. Sin probaturas, Fernando le da distancia y liga derechazos. Demuestra disposición y facilidad pero el toro no dice nada. Aunque es matador muy seguro, pincha antes de una estocada trasera.
Recibe a pies juntos al quinto, que pronto se va: es suave, soso, no se entrega, carece de celo. Lo pican al relance y muy poco. Brinda al torilero, que cumple este año 25, en su oficio, y es protagonista del cartel de la Feria. Comienza Adrián con los habituales muletazos cambiados. Muy firme, se lo pasa por delante y por detrás, en un trasteo correcto pero que, con ese toro, apenas tiene emoción. Mata con decisión pero caído: oreja.
Antes de la jornada madrileña con los Victorinos, en la pasada Feria de Otoño, que lo consagró como figura, ya había apuntado Borja Jiménez sus cualidades en varias Plazas; entre otras en Pamplona, hace un año. La decisión y el riesgo de su toreo son sus grandes bazas.
Recibe al tercero a porta gayola. Sólo señalan los puyazos. Comienza sentado en el estribo. El toro se mueve, pasa, pero protesta al final de cada muletazo: eso impide que los remates sean limpios. Mata de estocada corta, tendida y trasera, entrando de lejos, como suele. Para mí, ése es su punto flaco: da varios pasos rápidos, antes de llegar al toro, que tiene tiempo de levantar la cabeza y taparle la salida.
Al sexto, que pesa 630 kilos pero es cómodo de cara, lo recibe con fáciles lances a pies juntos y lo deja casi sin picar. Aprovecha la nobleza del toro para ligar muletazos templados, que tienen poca emoción por la sosería del toro. Acaba de rodillas. Al entrar a matar, también desde lejos, se entrega de verdad y logra la estocada, a costa de una cornada que parece fuerte. Su cuadrilla pasea las dos orejas. Ha demostrado su capacidad y su ambición. Deseo que se recupere pronto.
POSTDTA. En 1893, escribió el cronista Castro y Serrano: «El que no ha estado en Pamplona, en San Fermín, no sabe lo que significa divertirse de veras». Durante todo el año, los navarros esperan estas 204 horas de alegría desbordante. Con laconismo implacable, resume Hemingway: «Al mediodía del sábado 6 de julio, la fiesta estalló. No hay otra forma de expresarlo… La fiesta había empezado de verdad. Siguió día y noche durante siete días. Continuó el bailar, el beber y el ruido. Las cosas que ocurrieron sólo podrían haber ocurrido durante una fiesta… Era una fiesta y duró siete días».
FICHA
- Pamplona. Feria de San Fermín. Domingo 7 de julio. Lleno. Toros de La Palmosilla, desiguales de presentación, manejables, sosos, con poca entrega.
- DIEGO URDIALES, de verde y oro, pinchazo, estocada contraria y 7 descabellos: silencio. En el cuarto, buena estocada: palmas.
- FERNANDO ADRIÁN, de blanco y plata, pinchazo y estocada: ovación. En el quinto, estocada caída: oreja.
- BORJA JIMÉNEZ, de berenjena y oro, estocada corta, tendida y trasera: palmas. En el sexto, pinchazo y estocada: dos orejas. Pasa a la enfermería con una seria cornada.