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Andrés Amorós
Crónica deAndrés AmorósPamplona

Con toreo clásico, Emilio de Justo corta las orejas a un gran toro de Victoriano del Río

También tienen premio los naturales de Ginés Marín, en una encastada corrida

Actualizada 22:27

Emilio de Justo sale a hombros ante una abarrotada Plaza de Toros de Pamplona

Emilio de Justo sale a hombros ante una abarrotada Plaza de Toros de PamplonaEFE

En Pamplona, la fuerza y vitalidad de la Fiesta es apabullante, la advertiría hasta Urtasun. En cambio, la calidad artística, unida a la exigencia, dejan mucho que desear. Cuando un cronista habla de estilo «sanferminero», de refiere a efectismos, buscando el aplauso fácil: rodillazos, desplantes, espaldinas, estocadas defectuosas pero de rápido efecto… Lo que aplauden todos los públicos pero que, aquí, los mozos aclaman como el no va más. Y algo que todavía me alarma más: dos corridas sin primeras figuras, la de La Palmosilla y la de Cebada Gago, han estado muy bajas de casta. Me parece preocupante.

Llegan ahora las figuras y, con ellas, las ganaderías que ellos prefieren. Victoriano del Río, que ha recogido hoy el premio al mejor toro del año pasado, lidia una corrida excelente: toros serios, bien armados, encastados, bravos, en general; el mejor, el quinto, un gran toro; los peores, cuarto y sexto, distraídos. Emilio de Justo corta dos orejas al mejor toro y sale a hombros; también Ginés Marín se luce en los naturales y obtiene un trofeo.

Después de su reaparición, Sebastián Castella está toreando mejor que antes, con más ganas, con más frescura, aunque este año no está teniendo mucha suerte con los toros.

El primero embiste con nobleza pero flaquea. Lo corre bien a una mano Viotti. Brinda a Mario Sandoval. Traza Castella templados muletazos pero el toro se apaga pronto. Al final, logra una serie de lucidos derechazos con la muleta baja: «rastrera», como decía Antoñete. Mata mal y hace un gesto de sorpresa, cuando el público le pita en el primer pinchazo.

El cuarto de la tarde volteó a Sebastián Castella

El cuarto de la tarde volteó a Sebastián CastellaEFE

El cuarto, muy levantado, sale suelto, sin entregarse. Castella empieza con la mano apoyada en la barrera, una suerte vistosa pero que no ayuda a la lidia. Pasa a sujetarlo por bajo, lo adecuado, y el toro mejora un poco pero pronto se le queda debajo y sufre una voltereta. La casta del toro se ha agotado muy pronto. Castella ha prolongado, como suele, y suena el aviso antes de entrar a matar. Tampoco acierta esta vez con la espada.

Acumula éxitos esta temporada Emilio de Justo. Con gran esfuerzo y mucho mérito, ha logrado superar las secuelas que dejó aquel terrible golpe de Las Ventas.

El segundo toro, un bonito burraco, muy abierto, casi playero, embiste pronto y codicioso, aunque pierde las manos varias veces. Emilio muletea muy asentado, con clasicismo. Por la izquierda, el toro se queda más corto. Ha toreado bien pero le ha faltado algo para redondear la faena. Entrando de largo, deja una estocada desprendida. El toro se resiste a caer, mostrando su casta. No tiene sentido que suenen pitos por eso: es una señal de malos aficionados. Al final, reaccionan y aplauden algunos al toro pero se olvidan del torero.

El quinto, cuajado, pelea bien en el caballo. Es pronto y bravo: un gran toro, que transmite emoción, no un borrego. Emilio lo aprovecha con muletazos rotundos, clásicos. Disfruta toreando al natural y remata con el de pecho, hasta el hombro contrario. Concluye con hermosos ayudados por bajo, a dos manos, flexionando la rodilla. Mata bien, encunándose: son justas las dos orejas y la fuerte ovación al toro. Ha sido una faena clásica, rotunda, sin efectismos. Sale triunfalmente a hombros.

Pase de pecho de Emilio de Justo a ese quinto toro de la tarde, al que cortó dos orejas

Pase de pecho de Emilio de Justo a ese quinto toro de la tarde, al que cortó dos orejasEFE

Ginés Marín ha triunfado varias veces en Pamplona. Traza buenas verónicas de salida en el tercero, encastado, que acude pronto al caballo, lo busca por los pechos y derriba. Se luce con los palos Antonio Chacón. Comienza Ginés de rodillas, intercalando una espaldina: las peñas lo aplauden pero ése no es su estilo, no debería cambiarlo. Luego, traza muletazos largos por los dos lados. Se luce sobre todo en los naturales que –como decían los revisteros clásicos –«tienen usía». El público no ha entrado del todo en la faena clásica e intenta remediarlo con bernadinas. Al final, una estocada tendida pero contundente, de rápido efecto, le hace ganar la oreja. Así es este público…

El último, un castaño chorreado con la divisa de Cortés, alto y muy armado, sale distraído; empuja en el caballo con la cara alta y se va. El trasteo de Ginés Marín es muy correcto pero el toro, sin ser peligroso, no transmite, no da opciones. Prolonga la faena sin necesidad y, aunque el toro tiene la cara alta, logra la estocada. Deja buenas sensaciones.

El diestro Ginés Marín durante la lidia a su primer toro

El diestro Ginés Marín durante la lidia a su primer toroEFE

Más allá de los trofeos, me alegra haber visto una gran corrida, brava y encastada. Y, sobre todo, que el rotundo triunfo de Emilio de Justo se haya producido por el camino del clasicismo: el único que no pasa de moda.

POSTDATA. Todos los años, en San Fermín disfruto con el encierrillo y entono su alabanza: es una ceremonia extraordinaria, aunque la gran masa no la conozca. La explicación es bien sencilla: cada mañana, el encierro comienza en los corrales de Santo Domingo pero, ¿cómo llegaron allí las reses? No fue en camiones sino cómo se ha hecho durante siglos. La noche anterior, suena un cuerno de caza y, en el silencio absoluto, escuchamos resonar las pezuñas de los toros, que llegan desde los corrales del Gas, en las afueras de la ciudad, sin corredores, conducidos únicamente por los pastores, con sus varas. Recorren sólo 440 metros –la mitad del encierro, prácticamente– pero la ceremonia posee una belleza solemne que impresiona. Así se han conducido los toros a las Plazas durante siglos. En ese traslado, a veces, se desmandaban. Con gallardía –y ceceando– afrontó Valle-Inclán a una de esas manadas, en las afueras de Madrid: «Un hidalgo de mi linaje no ze aparta por unos bueyes mizerables, ni tolera que le griten los vaqueroz». Imitaba lo que hizo don Quijote, siglos antes (lo cuenta el capítulo 58 de la Segunda Parte). Conservar viva esta reliquia única es mérito grande de la Feria de San Fermín.

FICHA

  • Pamplona. Feria de San Fermín. Martes 9 de julio. Lleno. Toros de Victoriano del Río (6º, de Cortés), serios, bien armados; en general, bravos y encastados; el mejor, el muy bravo quinto; los peores, cuarto y sexto, distraídos.
  • SEBASTIÁN CASTELLA, de grana y plata, dos pinchazos, estocada trasera y tendida (aviso, silencio). En el cuarto, cuatro pinchazos, media y descabello (dos avisos, silencio).
  • EMILIO DE JUSTO, de verde y oro, estocada desprendida (silencio). En el quinto, estocada (dos orejas, salida en hombros).
  • GINÉS MARÍN, de limón y oro, buena estocada (oreja). En el sexto, estocada tendida (palmas de despedida).
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