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Ian Fleming y Sean Connery durante el rodaje de Dr. BNo en 1962

Ian Fleming y Sean Connery durante el rodaje de Dr. BNo en 1962GTRES

Socarrón, sinvergüenza y escritor genial: se cumplen 60 años de la muerte de Ian Fleming, padre de James Bond

Fleming logró un éxito imperecedero gracias a su alter ego literario el 007 James Bond

El día de Pascua del año 1964, Ian Fleming lo pasó jugando al golf. Al final de la jornada regresó a su casa empapado. Además, se había fumado sus habituales tres paquetes de cigarrillos de tabaco turco y había bebido con generosidad.

Como resultado, desarrolló una infección de pulmón, una pleuresía, de la que ya nunca se recuperaría.

Meses después, en el club de golf de la Royal Saint George, en Canterbury, sufriría un infarto al terminar de cenar con sus amigos. Murió en la madrugada del 12 de agosto de 1964.

Ian Fleming (Londres, 1908) pasó a la historia de la literatura por la saga de novelas de espías protagonizadas por James Bond. Para su desarrollo no tuvo que investigar demasiado, bastó con retratarse a sí mismo, y plasmar sus vivencias como espía durante la Segunda Guerra Mundial.

Casino Royale, Vive y deja morir, Diamantes para la eternidad, Desde Rusia con amor, 007 contra el Dr. No… La serie de novelas de James Bond nacidas de la pluma de Fleming se ha convertido en cultura pop desde entonces hasta el día de hoy.

La vida de Ian Fleming no fue muy distinta de la de su personaje, James Bond

La vida de Ian Fleming no fue muy distinta de la de su personaje, James BondRedes Sociales

Es innegable que esa fama se debe sobre todo a la importancia del personaje en el cine, donde ha sido objeto de 25 películas, pero nada de ello habría existido sin el ingenio y el buen hacer del escritor británico.

Socarrón, mujeriego y sinvergüenza, la vida de Fleming parece sacada de una de las historias de su alter ego, inmortalizado en el cine en la persona de Sean Connery a partir de 1962 con Dr. No.

Su padre murió durante la Primera Guerra Mundial y su madre se obsesionó con lograr que sus hijos, Ian y Peter Fleming, triunfaran en la vida.

Para lograrlo, los matriculó en los centros académicos más prestigiosos del Reino Unido, de donde Fleming fue expulsado de forma sistemática por su vida disoluta y sus malos resultados académicos.

La gota que colmó el vaso se produjo tras su expulsión de la Real Academia Militar de Sandhurst tras ser descubierto durante una escapada nocturna y contagiarse de gonorrea. Antes había pasado por la escuela de Eton, de donde también fue expulsado por su indisciplina y por un incidente con una mujer.

Trató de acceder al Foreign Office, pero fracasó en el examen de ingreso y acabó como redactor de la agencia Reuters. Desencantado con el periodismo, quiso hacer fortuna en la banca. No se hizo rico, como pretendía, pero logró financiar su alto nivel de vida.

El gran giro de su biografía se produciría en 1939, cuando estalla la Segunda Guerra Mundial.

Reclutado como espía al servicio de Su Majestad, Ian Fleming participó en la planificación y ejecución de misiones de contraespionaje contra los nazis. Sus superiores alababan su imaginación para diseñar operaciones que sobre el papel parecían simples locuras, pero que una vez ejecutadas resultaron exitosas.

Fue precisamente durante la guerra cuando conoció en un viaje a Jamaica la que sería su «guarida»: una lujosa propiedad rodeada de exuberantes árboles frutales que adquiriría y rebautizaría como Goldeneye.

Tras la guerra, viajaría con frecuencia a su propiedad jamaicana donde daría rienda suelta a su estilo de vida licencioso entre ron, mujeres y comidas copiosas, pero elegantes.

Con 44 años decidió casarse con Anne Charteris, vizcondesa de Rothermere, una mujer casada a la que había dejado embarazada.

Mientras preparaba la boda, y esperaba el divorcio de Anne de su marido, comenzó a escribir la primera novela de James Bond: Casino Royale. La lograría terminar en 1952 y la publicaría sin grandes problemas en 1953 gracias a sus amistades en el mundo editorial.

El éxito fue inminente y el estrellato le llegaría al momento, siempre con una máxima: «agitado, no mezclado». Como su vida misma.

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