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18 de septiembre de 2024

Andrés Amorós
Crónica deAndrés AmorósGijón

Morante, valiente y lidiador, además de artista

Pincha una gran faena con un manso de libro

Actualizada 22:50

Morante de la Puebla, en la tercera de abono de la Feria de Begoña de Gijón

Morante de la Puebla, en la tercera de abono de la Feria de Begoña de Gijón

Con el fin de semana, llegan los platos fuertes de esta Feria de Begoña: el sábado, Morante; el domingo, la despedida de Asturias de Enrique Ponce, que torea con Roca Rey.

Este sábado, bajo el orbayu (en castellano, calabobos), un cartel de tres toreros artistas y los toros de El Puerto y La Ventana del Puerto: aunque suelen flojear, a las figuras les sigue gustando su habitual nobleza. Estos toros flaquean demasiado; Manzanares corta dos orejas a uno muy noble y sale a hombros. Con su personalidad, Juan Ortega corta un trofeo. Ninguno corta Morante, por la espada, pero hace lo más importante de la tarde y de muchas tardes, con un mansazo de libro.

El diestro Juan Ortega con su segundo toro durante el festejo de la Feria Taurina de Begoña, hoy sábado en la plaza de El Bibio, en Gijón, con los diestros Morante de la Puebla, José Mª Manzanares y Juan Ortega

Juan Ortega, con el segundo de su lote en la Plaza de El BibioEFE

Ha vuelto Morante a los ruedos. No sé cómo se sentirá íntimamente pero sí sé que vuelvo a verlo al más alto nivel artístico, aunque sigue con su tradicional mala suerte en los sorteos. Eso sí, no anda fino con la espada. Y, si el toro no da opciones, no prolonga inútilmente la porfía, aunque parte del público se sienta decepcionado.

Recibe al primero sin probaturas con preciosas verónicas. El toro es manejable pero flojo, se apaga; al tercer muletazo, está en el suelo. Y vuelve a caer: ¡una birria! Por falta de fuerza, protesta al final de cada pase, puntea la muleta. A pesar de eso, Morante logra algunos naturales limpios, con sencillez y aroma. Recuerdo la preciosa canción: «Gotas de lluvia caen sobre mi cabeza». Pero esta vez no son gotas de lluvia sino de arte auténtico. Mata a la quinta, sin estrecharse, y suena un aviso. Todo ha estado bien, salvo la espada. Y el toro, por supuesto.

El cuarto huye descaradamente de caballos y de toreros, a pesar de la buena lidia de Curro Javier: es un mansazo que da varias vueltas al ruedo, huyendo de su sombra. Creemos que en chiqueros va a quedarse pero también sale huyendo de allí. Con este toro, ¿qué es lo que hace Morante? Sencillamente, torearlo: darle la lidia adecuada y aguantar con gran valor las desordenadas embestidas. Liga naturales enormes con pases de pecho de cartel, que ponen al público en pie. Una faena memorable. Sólo falla con la espada; quizá por no haber matado en la suerte contraria, la lógica en un manso, ¡vaya usted a saber! Debió dar la vuelta al ruedo: era lo mínimo, después de esta faena.

Manzanares ha pasado varios problemas de salud. Sigue buscando la armonía que antes tenía. El segundo toro sale suelto, aplauden cómo lo lidia con el capote. Muy bien Trujillo con los palos, ganándole la cara al toro y asomándose al balcón. El toro saca mucha movilidad y nobleza, le permite a Manzanares estar a gusto, ligar derechazos. Una de las series destaca por el mando y el empaque. Entrando de muy lejos, como acostumbra, deja un espadazo muy contrario. El toro se resiste a morir, como bravo, y la gente hace bien aplaudiéndolo: dos orejas (la segunda, generosa).

El quinto es demasiado abrochado de pitones: ¡para que este bondadoso público se indigne! El Presidente acaba devolviéndolo en banderillas (debió hacerlo antes). El sobrero, también justo de presentación, sale flaqueando y manseando, no quiere caballos. Dándole distancia, Manzanares aprovecha su movilidad, logra meterlo en el engaño, con mando y empaque, le saca muletazos, inevitablemente desiguales: ¡con ese toro!... El público aplaude la voluntad del largo trasteo. Pincha en la suerte de recibir, antes del volapié.

José Mª Manzanares sale a hombros por su faena al segundo toro

Las dos orejas cortadas al primero de su lote permitieron a Manzanares salir por la Puerta GrandeEFE

Juan Ortega ha conseguido, esta temporada, entrar en los mejores carteles, gracias a la lentitud con la que a veces torea. No suele cuajar faenas completas pero la estética de algunos de sus lances y muletazos entra por los ojos.

El tercero es gacho, cómodo de pitones. Marra el picador, no le castiga lo suficiente. En los ayudados por bajo, dos veces cae el toro. Cuando se centra con él, Ortega logra derechazos suaves, con su peculiar estilo. Más complicado lo tiene por la izquierda. Los muletazos por bajo finales encantan al público. Entra a matar con decisión: oreja.

Intenta trazar verónicas en el sexto, protestado por flojo. Comienza con bonitos ayudados a dos manos. Cuando el toro protesta y se para, se quedan a medias los derechazos suaves: son sólo apuntes sin rematar. La emoción es nula, como torear a un carretón parado. Pincha dos veces sin cruzar y escucha un aviso.

A la salida, me comenta un profesional, alguien que sabe de esto de verdad: «Lo de Morante es de otra dimensión». No puedo más que asentir. Tiene su desigualdad psicológica pero, si se encuentra bien de salud y de ánimo, es un gran torero. Se equivocan rotundamente los que creen que sólo torea bonito, con estética. Esta tarde, una vez más, ha demostrado que tiene valor de verdad, que sabe ver al toro y dominarlo: ¿de cuántos de los llamados «artistas» podríamos decir lo mismo? No siempre torea así, es cierto, pero, cuando lo hace, torea clásico; es decir, lo que no se puede hacer mejor.

POSTDATA. Se ha hecho ahora habitual entrar a matar desde muy lejos. Por eso –y por aliviarse– se falla, tantas veces: da tiempo a que el toro levante la cabeza e impida clavar la espada (o hiera al torero). Para evitar ese riesgo, cuando se entra desde tan lejos, los diestros suelen dar varios pasos muy rápidos, casi corriendo, para clavar la espada antes de que el toro se dé cuenta. Eso es lo que siempre se ha llamado «matar a paso de banderillas»: un recurso, disculpable sólo con toros que se han puesto muy difíciles, para la estocada. Lo correcto es entrar a matar «en corto y por derecho» (así reza la máxima clásica). El diestro debe adelantar la mano izquierda «hasta sentir en ella la baba del toro», me decía Rafael Ortega, uno de los más grandes estoqueadores. Por eso se ha usado la paradoja de que «se mata con la izquierda». Cuando el toro descubre el hoyo de las agujas, basta con adelantar la mano derecha, sin necesidad de correr, para clavar la espada. Ya sé que esto es difícil y peligroso (recuérdese, por ejemplo, cómo murió Manolete) pero ésa es la forma correcta, certera, hermosa y clásica de matar los toros. Sin hacer bien la suerte suprema, no cabe el triunfo.

FICHA

  • GIJÓN. Feria de Begoña. Sábado 17 de agosto. Tres cuartos de entrada largos. Toros de Puerto de San Lorenzo (5º, sobrero, y 6º) y La Ventana del Puerto (los demás): en general, manejables pero flojos. El mejor, el 2º; el peor, el muy manso 4º.
  • MORANTE DE LA PUEBLA, de fresa y azabache, 4 pinchazos y estocada (aviso, palmas). En el cuarto, 2 pinchazos y media (saludos).
  • JOSÉ MARÍA MANZANARES, de azul marino y oro, estocada contraria (aviso, dos orejas). En el quinto, pinchazo y estocada (saludos).
  • JUAN ORTEGA, de verde hoja y oro, estocada tendida (oreja). En el sexto, 2 pinchazos y 3 descabellos (aviso, silencio).
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