Adiós a la voz de las mujeres en Afganistán: el fin de la música al que el Occidente «woke» no responde
La voz de los niños se parece a la de las mujeres, que es la voz que los talibanes triunfantes en Afganistán han prohibido que se escuche incluso al hablar, ni mucho menos permitida para cantar o recitar
Alguien dijo que la voz de los niños al cantar era el más bello timbre de la música. La tesitura de la voz de los niños es la misma que la tesitura de la voz de las mujeres: soprano, mezzosoprano y contralto, el equivalente a tenor, barítono y bajo, respectivamente, en los hombres. La voz de los niños se parece a la de las mujeres, que es la voz que los talibanes triunfantes en Afganistán han prohibido que se escuche incluso al hablar, ni mucho menos permitida para cantar o recitar.
El asunto va, naturalmente, de extremismos religiosos e ideológicos que este Occidente tan sensible con el feminismo, las minorías o la ideología de género se muestra incapaz de combatir y hasta de oponerse, en un delirio social que los evidentes condicionantes políticos no justifican. Los mismos políticos y sus partidarios que en la actualidad censuran sin cuidado a líderes occidentales democráticos son los mismos que no censuran a los talibanes de Afganistán que no dejan que se escuche la voz de las mujeres.
La voz silenciada
Esta cuestión, sin pretender caer en simplismos y/o reduccionismos, teniendo en cuenta la existencia de importantes detalles y contextos que requieren de un mayor análisis, deja sin embargo una imagen delirante y contradictoria de los postulados ideológicos occidentales que parecen diluirse fuera (y también dentro) según de qué fronteras se trate. La voz de las mujeres en Afganistán la han silenciado los talibanes mientras llaman al diálogo con el mundo que no le hace ascos.
Ningún Gobierno democrático actual toleraría en su entorno a otro Gobierno que no permitiera moverse con libertad a las mujeres, un lugar donde estas no pudieran practicar deporte o ejercer como abogados, periodistas o médicos. Ahora ya ni siquiera pueden hablar o cantar, que nadie las oiga, no vayan a incitar sexualmente a los hombres que, por otro lado, también tienen lo suyo, bagatelas en comparación, como la prohibición de peinarse o llevar la barba más corta de un puño cerrado.
Contradicciones ideológicas
Nadie puede con los talibanes dispuestos a hablar con un mundo que se muestra dispuesto a hablar con ellos. En contraste con una parte de ese mundo que se niega a hablar con líderes occidentales de una ideología distinta, en una relación de rechazo salvaje que no existe en relación a estos totalitarios radicales, violadores flagrantes de los derechos humanos.
Shakespeare dijo de la voz de las mujeres: «Era siempre su voz suave, gentil, humilde; cosa excelente en una mujer». Ava Gardner habló de Frank Sinatra y de la voz de las mujeres y de los niños: tenía algo en su voz que solo he oído en otras dos personas: Judy Garland y María Callas. Una calidad que me lleva a desear llorar de felicidad, como un atardecer hermoso o un coro de niños cantando villancicos».
La música de las mujeres
Montaigne dijo que la voz era «la flor de la belleza». Este tratamiento, este impulso de restitución constante, tan presente en nuestras sociedades, se olvida fuera de ellas, en el caso de Afganistán y la voz, la música occidental de las mujeres, como si el viejo Occidente no fuera nada. Cabe recordar ahora, casi como un himno de guerra, o al menos de reacción, los versos de Shelley: «En el mundo, desconocida,/ duerme una voz no pronunciada;/ sólo el sonido de tus pasos/ será capaz de despertarla».