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Dalí, el artista devorado por su personaje

Dalí, el artista devorado por su personajeGTRES

Los artistas y sus locuras

Dalí, Llongueras y la pregunta sin resolver: ¿puede un escaparate roto convertirse en una obra de arte?

Dalí quería regalar a su amigo una peculiar obra de arte con motivo de la apertura de su peluquería en Barcelona, pero el estilista lo impidió

El debate sobre qué es y qué no es arte ha hecho correr ríos de tinta. Cada vez que se inaugura la feria de arte contemporáneo ARCO, el debate vuelve a la actualidad.

En el pasado reciente hemos visto algunas curiosas situaciones que han aportado nuevos elementos al debate.

En febrero de 2003, los visitantes del Museo Guggenheim de Bilbao pasaron por delante de una obra titulada Torbellino de amor. Muchos se detuvieron delante de la obra y la admiraron detenidamente sin saber que su valor artístico era nulo.

Se trataba de una broma gastada por dos jóvenes que querían denunciar con ello las manipulaciones en el mercado del arte. Torbellino de amor lo habían pintado ellos mismos y la colgaron de una pared del museo sin que nadie se diera cuenta. La obra se expuso durante cuatro horas antes de que los responsables del museo se dieran cuenta de su presencia.

Otro incidente, más reciente, se produjo en 2021 en el Museo Kunsten de Arte Moderno, en Dinamarca. El museo pagó 76.000 euros al artista Jens Haaning por una serie de obras de arte conceptual destinadas a colgar de las paredes del museo.

El artista entregó dos lienzos totalmente en blanco con el sarcástico título Coge el dinero y corre. El museo lo denunció por incumplimiento de contrato y la justicia le condenó a devolver el dinero.

Más recientemente, en redes sociales se viralizó un vídeo de una supuesta obra de arte surgida de la mente creadora del «artista visual» suizo Roman Signer consistente en apilar varios cubos de arena hasta que la torre se derrumba.

La exhibición tuvo lugar en la sala de exposiciones Malmö Konsthall, en Suecia. En el vídeo se ve a un público confuso que no sabe si aplaudir por el éxito de la obra o lamentar una perfromance fallida. Finalmente, irrumpen en aplausos después de que el artista les aclarara que «aquello» era la obra de arte.

El escaparate roto

Como en tantas cosas, Dalí fue un pintor adelantado a su tiempo, y ya en 1958 insistió en querer presentar un escaparate roto por él mismo a martillazos como una obra de arte. ¿Por qué no lo hizo? Se lo impidió su amigo Lluís Llongueras. Y es comprensible: el escaparate era el de su peluquería.

En su etapa de madurez creativa, el «Dalí» personaje terminó devorando al «Dalí» artista y abrió las puertas a toda clase de excesos surrealistas protagonizados por el genio de Figueras.

En 1950 se instaló en la suite 102 del Hotel Le Meurice de París, un hotel de estilo versallesco con vistas a las Tullerías, y dio rienda suelta a toda clase de excentricidades para escándalo de inquilinos y regocijo de los propietarios.

Entre 1950 y 1989 Dalí entró y salió de Le Meurice que convirtió en su cuartel general en París. Allí se paseaba con su ocelote en brazos, se fotografió con una Harley-Davidson dentro de la suite y ofrecía entrevistas con una corona real porque afirmaba que aquella misma habitación la había ocupado el Rey Alfonso XIII.

En aquella estancia ofreció una célebre entrevista en 1958 a Radio Canadá donde, tras afirmar que él era el artista «más importante del momento», le soltó una colleja a Picasso en forma de elogio:

«Es el más grande genio que existe, pero es un genio de tipo opuesto al mío. Es un genio destructivo, heterogéneo y anarquista, mientras que mi genio es acerca cada vez más y más a los ángeles», declaró.

Fue en aquel mismo año 1958 cuando Dalí acudió a la inauguración de la peluquería de Lluís Llongueras, a quien prácticamente acababa de conocer, en Barcelona.

Durante la fiesta de inauguración, Dalí le propuso al peluquero hacer una obra de arte en el escaparate, y así aumentar la fama del local y que lograra más clientes.

Un Llongueras desconcertado pareció en un primer momento aceptar la propuesta, pero en cuanto vio que el artista se disponía a romper el cristal del escaparate con un martillo impidió que Dalí llevara a cabo sus planes.

El pintor, convencido de su visión «rompedora» del arte, lamentó la decisión, pero insistió en hacerle un regalo y le garabateó en un papel una estrella firmada.

Años más tarde, en su libro de memorias y recuerdos de su amistad con el artista, Llongueras reconocería que se arrepintió de no dejar a Dalí convertir su escaparate en una obra de arte.

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