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Salvador Dalí en 1960

Salvador Dalí en 1960GTRES

120 años de su nacimiento

Dalí y los rinocerontes, los huevos y otras obsesiones del genio que solo quería reinventarse

Podría decirse que Salvador Dalí le dio la vuelta a sus «defectos» para convertirlos en sus virtudes. Hizo de su timidez y de su rareza un misterio y se enfrentó a ellas sobrepasando sus límites, convirtiendo la excentricidad en una meta creciente observada en su obra y en su vida. La excentricidad como poder absoluto sustentado en imágenes, en formas, en figuras, en sueños y en deseo.

Caracolas y Cadillacs

Un enorme huevo decorativo corona su casa de Cadaqués como una metáfora de la coronación de toda su existencia. En el huevo veía Dalí la vida entera, incluso la intrauterina, la futura y la anterior, como la del hermano que murió nueve meses antes de nacer él y se llamaba como él. Había huevos por todas las partes físicas y psíquicas del artista que buscaba una perfección que solo encontraba en las caracolas, en los cuernos de rinocerontes y en el átomo científico.

Salvador Dalí y su mujer Gala

Salvador Dalí y su mujer Gala©RADIALPRESS

Rarezas y arte. Le gustaban los Cadillacs. Tenía uno particular e hizo esculturas. Le regaló un castillo a Gala, su obsesión en mujer extranjera y nueve años mayor que cuando murió fue como si le disparara como ella se enfadaba (y a él le molestaba tanto) en silencio, sin apuntar a ningún órgano vital, hasta que el artista se desangró siete años después.

Los radiadores de Gala

Mucho antes de eso, cuando la II Guerra Mundial, trabajó con Walt Disney. A finales de los 40 volvió a España como un traidor artístico que abrazó el régimen de Franco, pero ¿acaso a un surrealista de tal calibre, al mayor de todos, se le podría llamar «traidor»? El surrealismo daliniano y el surrealismo sin daliniano no entiende de bandos. Los bandos, las esquinas sin forma son los cambios, las evoluciones, las querencias, la reinvenciones, las inspiraciones como los cajones en que convirtió su cuerpo.

Gregory Peck, Ingrid Bergman y Salvador Dalí en 1945

Gregory Peck, Ingrid Bergman y Salvador Dalí en 1945GTRES

El cuerpo como un armario donde se guarda todo y donde se saca todo como él lo sacaba. El arte y la vida real que tenía en las siemprevivas, las flores, la decoración obligatoria para sus ojos, su alma y su pituitaria. Los radiadores como una obligación que ocultar porque Gala los odiaba, y cómo los odiaba le dijo que pintara algo sobre ellos y él pintó unos radiadores: el surrealismo epatante del artista que hacía todo lo contrario de lo que se suponía que debía de hacer.

Salvador Dalí y Man Ray en 1934

Salvador Dalí y Man Ray en 1934GTRES

El joven al que admiraba Picasso y él se admiraba, cómo no, de que le admirase, y ya admirado y satisfecho nada ni nadie podía parar en él la obstinación de convertir la locura en arte a través de sus amigos, como Buñuel, o el dadaísta Man Ray, o a través de Freud como instrumento de «autopsicoanalisis» para transformar, como lo transformó todo, el terror infantil a las langostas por una suerte de valentía genial.

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