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El escritor de novelas históricas Juan Pérez-Foncea

El escritor de novelas históricas Juan Pérez-Foncea

Entrevista a Juan Pérez-Foncea, escritor de novelas históricas

«Jamás tuvimos colonias: un señor de Cochabamba era tan español como otro de Albacete»

El escritor Juan Pérez-Foncea defiende que «la leyenda negra antiespañola surge históricamente como un medio que busca desprestigiar al catolicismo y a todo lo que huela a católico: al Papa, a la Iglesia y, por ende, a España, su defensora»

Pocos conocen tan bien la naturaleza de la vocación universal de España como el escritor Juan Pérez-Foncea (San Sebastián, 1965). Autor de novelas históricas como Los tercios no se rinden, o El héroe del Caribe, sobre la gesta de Blas de Lezo, ambas publicadas por Almuzara, Pérez-Foncea ha profundizado en las páginas de la historia universal en las que nuestro país ha sido protagonista absoluta.

Por eso, para un escritor como Pérez-Foncea, una ocurrencia como la de la descolonización puesta en práctica por el ministro Urtasun no puede ser más que una marcianada, pero una marcianada que no se debe despreciar, porque contiene muchos y serios peligros para la unidad espiritual entre España e Hispanoamérica.

¿Ha tenido España colonias?

—Pues va a ser que no. Para empezar, el concepto de colonia, tal y como lo entendemos hoy, es un concepto decimonónico, es decir, que surgió muy posteriormente a la llegada de España a América.

Pero es que, además, ni jurídica ni conceptualmente tuvimos jamás colonias. Los territorios a los que llegamos pasaron automáticamente a formar parte de España. No había ciudadanos ni territorios de primera y de segunda. Un señor de Cochabamba era tan español como otro de Albacete. Por poner algún ejemplo de esto que digo, ahí tenemos al inca Garcilaso, biznieto del mismísimo Huayna Cápac; o al Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, que era descendiente directo de Moctezuma, el famoso emperador azteca.

Ni siquiera impusimos el idioma español, eso fue cosa de las repúblicas que surgieron tras las independencias

Pero los datos (dato mata relato) son abundantísimos e irrefutables. Por citar alguno más, hay que decir que, por no imponer, ni siquiera impusimos el idioma español o castellano, eso fue cosa de las repúblicas que surgieron tras las independencias, que querían uniformar sus estados según el modelo racionalista francés.

Por el contrario, los religiosos que fueron a evangelizar a los indígenas aprendieron sus costumbres y lenguas, y no sólo eso, sino que fueron estos buenos frailes los que dotaron a estos idiomas de permanencia y fijeza, redactando sus gramáticas. Así, por ejemplo, la gramática quechua fue elaborada por el dominico Domingo de Santo Tomás en 1560, es decir, nada menos que 26 años antes que se escribiera la primera gramática inglesa.

No se establece la menor diferencia entre españoles de la «metrópoli» y de las «colonias»: y no se establece porque no existían

Me parece interesante citar aquí por ejemplo el artículo 1º de la Constitución de Cádiz de 1812, en donde se dice:

Artículo 1.- La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

Y en el artículo 10 añade:

Artículo 10.- El territorio español comprende en la Península con sus posesiones e islas adyacentes: Aragón, Asturias, Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Cataluña, Córdoba, Extremadura, Galicia, Granada, Jaén, León, Molina, Murcia, Navarra, Provincias Vascongadas, Sevilla y Valencia, las Islas Baleares y las Canarias con las demás posesiones de África. En la América septentrional: Nueva España con la Nueva-Galicia y península de Yucatán, Guatemala, provincias internas de Oriente, provincias internas de Occidente, isla de Cuba con las dos Floridas, la parte española de la isla de Santo Domingo y la isla de Puerto Rico con las demás adyacentes a éstas y al continente en uno y otro mar. En la América meridional, la Nueva Granada, Venezuela, el Perú, Chile, provincias del Río de la Plata, y todas las islas adyacentes en el mar Pacífico y en el Atlántico. En el Asia, las islas Filipinas, y las que dependen de su gobierno.

El héroe del Caribe, de Juan Pérez-Foncea

El héroe del Caribe, de Juan Pérez-FonceaAlmuzara

Como se ve, no se establece la menor diferencia entre españoles de la «metrópoli» y de las «colonias»: y no se establece porque no existían.

El problema es que la tergiversación de la historia hecha en contra de la asombrosa labor civilizadora de España en América lleva siglos funcionando (es la conocida como «leyenda negra»), y que muchos españoles, de buena o mala fe, la han aceptado y la siguen difundiendo. Es una pena, porque es algo antinatural, algo así como automutilarse o, como se dice comúnmente, tirar piedras contra el propio tejado.

¿Qué objetivo político o ideológico se encuentra detrás de la leyenda negra asumida por el Gobierno socialista?

—Eso habrá que preguntárselo a ellos, pero la leyenda negra antiespañola surge históricamente como un medio que busca desprestigiar al catolicismo y a todo lo que huela a católico: al Papa, a la Iglesia y, por ende, a España, su defensora. Su origen está en el protestantismo alemán, inglés y holandés, y el testigo lo tomará después la Francia revolucionaria. Hoy hay no poco de negrolegendarismo en la cultura woke norteamericana.

Cualquiera que dedique un poquito de tiempo a indagar en la materia, en seguida se da cuenta de que la leyenda negra es un mero bulo

Esto lo explican muy bien José Javier Esparza, Borja Cardelús, Elvira Roca y muchos otros, aquí en España, y Marcelo Gullo, Juan Miguel Zunzunegui, Carlos Leáñez Aristimuño, (y también muchos otros) en América.

En realidad, lo más sangrante es que, cualquiera que dedique un poquito de tiempo, no demasiado, a indagar en la materia, en seguida se da cuenta de que la leyenda negra es un mero bulo, o como se dice ahora con un nuevo «palabro» anglosajón tan a la moda, fake news.

Cubierta de 'Los Tercios no se rinden', de Pérez-Foncea

Cubierta de 'Los Tercios no se rinden', de Pérez-FonceaAlmuzara

Como muestra de lo que digo, el propio Alexander von Humboldt, prusiano y luterano, reconoció en torno al año 1800 que: «no conozco un lugar más próspero ni más feliz que la América española».

Pero la leyenda negra sigue muy viva. Y en general, los enemigos de la Iglesia.

—Sí. A las pruebas me remito, y a lo respondido en la pregunta anterior… Más aún ahora, con la perniciosa cultura woke en marcha, que busca denigrar y romper con toda la tradición anterior, la judeo-cristiana, que es la que ha permitido a Occidente llegar hasta aquí y que, en la medida en que se ataca y destruye, nos encamina hacia la decadencia y barbarie.

¿En qué consiste el proyecto de descolonización de los museos puesto en marcha por el ministro de Cultura Ernest Urtasun en los Museos de América y Antropología?

—Si quiere que le diga la verdad, no he profundizado en ello ni quiero hacerlo. Me basta con saber que es un paso más en la errónea dirección de los que, por ignorancia o por ideología, atacan el admirable legado que nos dejaron nuestros antepasados.

Pero esta actitud, lejos de ser intrascendente, nos causa un grave perjuicio como sociedad, ya que mina sutil pero muy eficazmente nuestra autoestima como nación. No en vano, como dice Milan Kundera, citando al historiador Milan Hübl (1927-1989):

«Para liquidar a los pueblos se empieza por privarlos de la memoria. Se destruyen sus libros, su cultura, su historia. Después alguien les escribe otros libros, les da otra cultura, les inventa otra historia; así, la gente comienza a olvidar lentamente lo que es y lo que ha sido. Y los pueblos vecinos lo olvidan aún mucho antes».

¿Qué daños puede provocar ese proyecto de descolonización?

—Creo que son evidentes: falsear la propia historia tiene graves consecuencias prácticas, ya que afecta –y mucho– a la propia percepción que tienen los ciudadanos de sí mismos como pueblo y, en último extremo, alcanza también a su propia autoestima como individuos.

¿Qué argumentos se pueden esgrimir para responder al ministro Urtasun y desmontar su proyecto de descolonización?

—Sin referirme ahora específicamente al señor Urtasun, sino a todos aquellos que, por un motivo o por otro, siguen creyendo en la leyenda negra, más que darles argumentos (que dan para varios tratados) les diría que dediquen un poco de tiempo a estudiar el tema. No a leer ideología, sino a estudiar las fuentes, verificar los hechos, los datos, y entonces verán ellos mismos que es falsa. Verán que, como dijo el nada sospechoso de parcialidad, el filósofo e historiador francés Hippolyte Taine: «hay un momento superior en la especie humana: la España desde 1500 a 1700».

Así que, en resumen, no hay que descolonizar nada, porque no hubo colonialismo.

Es al revés, tenemos que fomentar cada vez más los lazos con las países hermanos de Hispanoamérica (no Latinoamérica, término inventado y promovido por la diplomacia francesa en el siglo XIX para quitar protagonismo a España, sacándonos un poco de la foto y metiéndose ellos de rondón), evitando la maniquea confrontación entre «ellos» y «nosotros», «buenos» y «malos»: pensemos que todos pertenecemos a una gran civilización, a la civilización hispánica, que en la medida en que siga unida y no enfrentada entre sí, podrá jugar un papel de primer orden en la escena geopolítica mundial.

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