
Mercadillo de vinilos en Bolivia
Una feria en Bolivia une a jóvenes y veteranos en torno a la pasión por los vinilos
Amantes del sonido analógico se dan cita para intercambiar, comprar y compartir su amor por los discos clásicos, que viven un resurgir nostálgico
Una veintena de coleccionistas ha logrado consolidar en Bolivia un espacio único para los amantes de la música en formato físico: la Feria del Vinilo. Este evento, que se celebra desde hace una década en La Paz, se ha convertido en un punto de encuentro imprescindible para quienes valoran el sonido auténtico de los discos de vinilo, así como su valor histórico y sentimental.
En esta feria se pueden encontrar desde ejemplares originales de leyendas como The Beatles, Michael Jackson, Led Zeppelin o AC/DC, hasta joyas de la música en español de artistas como Roberto Carlos, Camilo Sesto o Sandro. Pero lo que realmente llama la atención de coleccionistas y melómanos son los codiciados discos de artistas bolivianos como Wara, Climax o el guitarrista Alfredo Domínguez, considerados verdaderas piezas de colección.
Uno de los protagonistas del evento es Carlos Gonzales, poseedor de una colección de 3.000 discos reunidos a lo largo de más de 45 años. Para él, la experiencia sonora que brinda un tocadiscos no tiene comparación. «El sonido de la aguja es indescriptible», afirma con nostalgia, reivindicando la calidez analógica frente a la frialdad del audio digital.
El organizador de la feria, David Quelca, explica que los discos se comercializan desde apenas 2 bolivianos (unos 30 centavos de dólar) hasta verdaderas reliquias que alcanzan los 3.000 bolivianos (unos 434 dólares). El valor de cada disco depende de su estado de conservación, su rareza y la demanda entre los coleccionistas. Un ejemplo claro es «El Inca» (1973), de Wara, considerado el disco más buscado y costoso del rock progresivo boliviano.
La feria también pone en valor las ediciones «pirata» a bicolor, que lejos de ser despreciadas, se consideran tesoros por su carácter casi exclusivo y artesanal.
Este tipo de iniciativas no solo rescatan la memoria sonora del país, sino que también tienden puentes entre generaciones, mostrando que el vinilo está lejos de desaparecer. Al contrario, su revival sigue girando, como los discos sobre los platos.