Diez frases políticamente incorrectas de Churchill que el mundo está volviendo a apreciar
Hoy hay políticos denostados, mayormente por la izquierda, por apoyarse en esos «viejos» principios creadores
Que Winston Churchill es uno de los políticos más importantes de la Historia es algo que casi nadie puede dudar. Otra cosa es en qué sentido. Para unos es importante para bien y para otros no tanto. O incluso para mal. Churchill representa quizá como pocos la esencia de una Europa, de un mundo, que ya no existe e incluso más aún: de una Europa y de un mundo que se quiere eliminar como algo obsoleto y arcaico.
El nuevo orden
Pero hay una resistencia, se diría que natural, salida de un impulso humano, más allá de cualquier politología, que se rebela contra el nuevo orden basándose en los principios que construyeron el continente, sus ideales, su cultura, y que a su vez, como es el caso, construyeron los principios que Churchill, en este caso, filtró como gran hombre de Estado, para enumerar y practicar los propios.
Hoy hay políticos denostados, mayormente por la izquierda, por apoyarse en esos «viejos» principios creadores, en contra de las corrientes más modernas, canceladoras, woke, revisionistas y alejadas y combatientes de todas las bases morales, físicas e incluso de sentido común que han regido Occidente durante siglos. Contra esto solo hacía falta volver a los orígenes que en buena medida representa Churchill.
Diez frases de Churchill:
- «Nunca me preocupo por la acción, sino solo por la inacción».
- «Un Estado social en el que los seres humanos no pueden expresar sus pensamientos no puede perdurar por mucho tiempo».
- «Un apaciguador es aquel que alimenta a un cocodrilo, esperando que sea este el último en comérselo».
- «El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo».
- «Un fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema».
- «Un hombre es tan grande como las cosas que lo hacen enojar»
- «El problema de nuestra época consiste en que los hombres no quieren ser útiles sino importantes».
- «Los imperios del futuro son los imperios de la mente».
- «Cuanto más atrás mires, más adelante podrás ver».
- «¿Tiene enemigos? Bien. Eso significa que ha defendido algo en algún momento de su vida».
Lo han hecho, cada uno a su manera, los políticos a los que el progresismo señala y relaciona con, por ejemplo, el fascismo: Trump, Meloni, Milei, Orban..., figuras estigmatizadas por lo políticamente correcto que «tan solo» vuelven como reacción a un relativismo generalizado donde el hombre carece de asideros, una cuestión fundamental para la izquierda históricamente y, con mayor concreción, en una suerte de renacimiento moderno, en la época actual, donde esa izquierda ha sustituido el marxismo por las causas sociales convenientemente magnificadas.
El pensamiento único
Las minorías como mayorías ideológicas en una «justicia» injusta, la subversión de los principios que la sociedad ha acabado o está acabando por descubrir en el engaño antes de que haya sido demasiado tarde. No es demasiado tarde porque en Estados Unidos va a gobernar Donald Trump, en Argentina gobierna Javier Milei; en Italia, Giorgia Meloni o en Hungría Viktor Orban, con independencia de que estos sean o no del gusto de cada cual. Lo importante es la diferencia, la diversidad, pero no en el sentido de quienes trabajan por el igualitarismo y no por la igualdad.
No es la diversidad woke lo ideal para el mundo, sino la diversidad ideológica. La que permite las alternancias de poder y el progreso en las sociedades democráticas que dejan de serlo en cuanto se trata de establecer un solo pensamiento y se «cancela» al distinto por razones sectarias, cuando se trata de imponer una manera de ser y de actuar para evitar la disidencia en la dictadura de lo políticamente correcto contra la que ya luchó esencialmente Churchill.